La hermosa mujer apagó el ronroneante rugido de la moto color noche, frente al enorme edificio de la corporación Fleyman

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La hermosa mujer apagó el ronroneante rugido de la moto color noche, frente al enorme edificio de la corporación Fleyman.

Se retiró el casco a juego con el vehículo y sonrió a todo aquel que era atraído por aquella sensual imagen.

Vistiendo jeans negros y ajustados, botas bajas de taco fino, y una remera blanca de escote pronunciado, ceñida y olgada en las partes que debía serlo, la mujer parecía sacada de un sueño maravilloso.

Pavoneando su figura, consciente de sus encantos y rebosando seguridad, Daphne ingresó al edificio, yendo directo hacia un atónito recepcionista quien la miraba fascinado.

-Hola ¿Cuál es el piso de Dorian Fleyman? Le traje su comida-ronroneó ella, mordiendo sus carnosos labios.

El recepcionista observó la acción, se puso colorado al instante y con la voz temblorosa logró decir «dieciocho».
Daphne le dió las gracias acompañado de un pequeño guiño de ojo, el cual casi hace desmayar al hombre.

Hombres, tan fáciles de dominar y persuadir, solo hacía falta la confianza suficiente para ponerse por encima de ellos, como si fueras un maldito Dios y simplemente ellos se arrodillarian.

«No todos» se recordó a sí misma mientras marcaba el número dieciocho en el ascensor.

Luchó y alejó el pensamiento de un hermoso hombre, quien la había llevado al mismísimo infierno a cambio de una bizarra y deformada muestra de amor.

«Olvídate de él, no existe en esta nueva vida... ahora tú eres Daphne, la novia del millonario Dorian Fleyman» se recordó a sí misma, recordando la nueva vida que tenía, aunque fuera de mentira y temporal, era mejor eso que recordar su pasado.

Las puertas del ascensor se abrieron y ella avanzó por el lugar con el mentón en alto, atrayendo las miradas de todos a su alrededor. Caminó con confianza entre los cubículos, directo a la última oficina del lugar, la cual supuso, era de Dorian.

Estaba a medio camino cuando escuchó a sus espaldas una sensual voz masculina que la llamaba.

-¿Daphne, qué haces aquí?-interrogó Dorian con un manojo de papeles en sus manos.

A su lado, como ella lo imaginó, aparecía la radiante figura de Elena observándola con desdén y apatía.
Daphne la ignoró y caminó hacia él, depositando un cálido beso en su mejilla a escasos centímetros de sus labios.

La confusión y vergüenza brillando en sus ojos, él le había mentido por omisión. Su rostro era similar al de un niño al que encontraron robando galletas; sin embargo ella no estaba enojada con él, en realidad estaba preocupada por saber qué tan profundo había clavado sus sarpas Elena en él.

-Te quise pasar a visitar y traer tu almuerzo-contestó ella con dulzura, haciendo que todos en la oficina observaran asombrados la escena.

-Ya tiene el almuerzo, lo acabamos de ir a comprar juntos-dijo Elena.

Besos de Medianoche 1: Designio ©Where stories live. Discover now