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Giselle Georgina

Giselle observó a su alrededor algo confundida. ¿Dónde estaba? 

No se acordaba de nada. Ni de dónde venía, cuáles eran sus familiares. Nada. Todo era borroso. 

—Ara, ara, ¿qué tenemos aquí?

Giselle se giró con rapidez para observar a seis chicos acercarse a ella. De repente, una voz en susurró en su oreja.

Vampiros.

Los ojos de Giselle se abrieron en grande y miró a ambos lados para ver si había alguien a su lado, pero no había nadie.

—¡Oe! Ore-sama te está hablando, ¿cómo osas ignorarlo? —Preguntó el que tenía pelo rojo y ojos verdes. 

Giselle intentó decir algo, pero su voz no salió. Se tocó el cuello asustada. ¿Por qué no salía su voz? 

Uno de los chicos, alzó una ceja al ver el movimiento de la chica. 

—¿No puedes hablar? —Preguntó con tono interesado.

Giselle abrió la boca, pero tan sólo salió un sonido ahogado. 

—¿Sabes dónde estás? —Siguió preguntando.

Giselle volvió a mirar a ambos lados, para luego volver a observar al de gafas, negando con la cabeza.

—Shu, ¿recibiste algún mensaje de que iba a llegar alguna nueva chica? —Preguntó el mismo, en dirección a un rubio de mechas naranjas que tenía los ojos cerrados. 

—"Esa persona" no dijo nada. —Contestó, abriendo sus ojos y observando a Giselle. 

Zafiro y marrón se enfrentaron.

—Bueno, supongo que no tenemos otra opción que llevarla a nuestra mansión. —Comentó con un suspiro, colocándose las gafas. 

Giselle intentó negarse, agitando los brazos delante de ella con nerviosismo. 

—¿Por qué te niegas? ¿Acaso sabes dónde vives? 

Giselle se quedó de piedra. Tenía razón. De lo único que se acordaba era de su nombre.

—Si no sabes dónde vives, ni cómo has llegado aquí, es una clara señal de que debes venir con nosotros. Lo entiendes, ¿verdad?

Giselle pudo notar que aquello no era una petición, ni pregunta, era una orden. Asintió con la cabeza mientras juntaba sus manos encima de su regazo. Tenía razón. No tenía a dónde ir.

—Vamos, sube. 

Giselle volvió a asentir con la cabeza y se subió a la limusina negra y brillante de los desconocidos. 


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Después de un viaje tenso e incómodo en la limusina, por fin llegaron a la mansión. Si Giselle hubiera tenido aún voz, hubiera gritado del tamaño de esta, pero como no podía, simplemente se quedó observando el lugar con la boca abierta. 

—Nfff, ¿te gusta? —Le preguntó un chico con una fedora.

Giselle asintió sin pudor. Aunque era algo lúgubre y solitaria, daba un aura tranquila. Aunque quizás era por que aún no había nadie dentro. 

—Entonces, vamos a dejar las cosas claras. —Comenzó a decir el de gafas cuando ya todos estaban acomodados en el salón. —Nos entiendes cuando hablamos, por lo que asumo que no eres sorda. 

Craving for Blood - Diabolik LoversDonde viven las historias. Descúbrelo ahora