CAPÍTULO IV

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Un sábado en el que Draco había ido a España por asuntos de trabajo, Hermione pasó la mañana en el invernadero y después quiso pasar la tarde en el jardín, aprovechando los días antes de la llegada del otoño, por lo que junto a Crookshanks caminó hasta uno de los gazebos cerca del lago y se sentó tranquilamente a leer. Cuando pasaron las horas, decidió estirar las piernas y el gato empezó a explorar nuevamente por el bosquecillo hacia la glorieta. Siguiéndolo, se pensó que no había nada de malo con volver a aquel lugar. Se encontró imaginando las fiestas a la luz de la luna, los invitados bañándose en el lago después de haber jugado en el pequeño campo de Quidditch o a una mujer de cabello negro sobrevolando el lago tal como le había dicho Theo.

Se acercó a la estructura y abrió la puerta con el corazón latiendo muy rápido. Todo estaba igual. Las telarañas sobre las escobas, el moho cubriendo los muebles, el intenso olor a humedad que empezaba a marearla. Buscando aire fresco, salió del lugar y caminó lentamente por la orilla del lago hasta el puente de piedra, luego apresuró el paso al adentrarse en el bosquecillo, aún más espeso y oscuro que semanas atrás. Se regañó por haber cedido al impulso de regresar a aquel lugar. Hubiera preferido llegar hasta el riachuelo o bordear el lago en la otra dirección.

Se alegró cuando al fin divisó la casa y pensó que pediría que le sirvieran el té en la terraza, a pesar de que aún era muy temprano. Sin embargo, algo llamó su atención. Una de las ventanas del ala oeste estaba abierta y pudo divisar la silueta de un hombre que le resultó conocido pero que rápidamente se apartó; Danny cerró la ventana y corrió la cortina. Se extrañó porque Glondy no le hubiera avisado que tenía visitas. Desconocía si era normal que alguien visitara esa área de la casa o que alguien visitara la mansión si Draco no estaba.

Algo inquieta por la misteriosa situación, pero pensando que sería una visita para Danny y no para ellos, aunque desconocía que eso fuera posible, se dirigió al estudio y de camino se encontró con Blaise Zabini sonriéndole con picardía.

—Miren nada más. Hermione Granger, o más bien, Malfoy.... Espero no haberte asustado. No me gustaría saber que he estropeado tu tranquila tarde de sábado.

—No, para nada.

—He venido a charlar un rato con Danny; somos viejos amigos, pero la pobre nunca quiere molestar, por eso no te lo dijo. ¿Qué tal está Draco?

—Muy bien. En España por trabajo.

—¿Trabajando el fin de semana? ¡Eso es nuevo! Si fueras mi esposa no te dejaría solita ni un segundo, menos recién casados —le guiñó un ojo y luego se carcajeó. Hermione percibió el aliento etílico llegar hasta ella a pesar de la distancia. En aquel momento se acercó Danny con ceño fruncido y Hermione sintió que la semielfa no hubiera querido que Blaise se encontrará con ella—. Creo que mejor me voy; aunque hubiera sido divertido recordar viejos tiempos. ¿Me acompañas hasta la chimenea? —le preguntó con familiaridad lo que le incomodó. Ella asintió—. ¿Nos acompañas, Danny?

—Mejor no, señor Blaise.

—Hasta pronto, entonces —le dijo tomando su mano y apretándola efusivamente—. Cuídate mucho. Ya sabes cómo localizarme. Me encantó volverte a ver —cuando Danny se fue, Blaise pasó la mirada por todo el salón—. No ha cambiado mucho. Supongo que Danny cuida todo. ¡Es extraordinaria!

—Sí, ella es muy útil.

—¿Te gusta Malfoy Manor? —le preguntó mirándola de pies a cabeza cómo solían hacer todos y sin poder evitarlo se sintió incómoda con su pantalón jeans y la sencilla blusa de algodón que había elegido para ese día.

—Sí, me gusta mucho.

—Qué bien. Creí que no te adaptarías... Por lo de los mortífagos viviendo acá y todo eso... Ya sabes...

La sombra del pasadoWhere stories live. Discover now