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—Dos cafés para la mesa seis. —avisé en la barra donde se encontraba Choi.

—Marchando. —Soobin me dedicó una sonrisa de labios cerrados que, obviamente, no le respondí.

Ahora parezco un tomate andante.

Me dirigí hacia otra de las mesas que fue abandonada hace escasos minutos. Recogí lo que dejaron de dinero más la propina, lo heche en el bolsillo de mi delantal. Saqué los platos y tazas y limpié un poco la mesa.

Volví a la barra y le entregué todo el dinero a Yeji para que lo pusiera en la caja y Soobin me entregó lo que le había ordenado.

—Gracias. —dije colocando las tazas sobre pequeños platos, al lado de una cuchara.

—De nada.

Rodé los ojos por sus intentos tontos de sacarme conversación. En la tarde cuando salimos de la escuela nos fuimos por el mismo camino como es de costumbre, me di cuenta de que estaba un poco nervioso ya que tartamudeaba un poco al hablar y caminaba algo apresurado y torpe. Por suerte llegué bastante rápido a mi casa y cuando subí a mi habitación y miré por la ventana, ahí seguía el de pie frente a mi hogar pero con la vista en la acera. No estuvo mucho tiempo ahí, digamos que unos pocos minutos.

—Aquí tienen. —dejé los dos cafés sobre la mesa y volví a la barra.

Solo quedaban esos dos clientes. Después de que se marchen nosotros cerraremos. He notado que el día más concurrido de la cafetería es el miércoles, al menos los días que yo trabajo. No me quejo, al contrario. Es bueno ya que recibimos más pago, además de las propinas.

—Estoy tan cansada. —se quejó Yeji a mi lado mientras Soobin se aseguraba de haberlo cerrado todo.

—Listo. —guardó las llaves en su bolsillo. Mañana trabajabamos él, Yewon y yo.

Comenzamos nuestro camino, los tres juntos. Yeji fue la primera en desviarse y luego nos quedamos el rascacielos y yo. Aún faltaba un poco para llegar a mi casa así que me tocaría estar a su lado mucho tiempo.

—Y... ¿que tal todo?

Bien, aquí vamos.

—Normal. —respondí.

—Oh, genial. ¿tu mamá que tal está?

—Muy bien.

El silencio reinó durante unos segundos hasta que volvio a hablar.

—Oye Hayeon, lo siento por lo de ese día, de verdad no se porque lo hice ni que estaba pensando en ese momento. ¿Podemos...? ¿Podemos olvidar ese suceso y seguir como amigos? —nos quedamos de pie en la esquina de la calle para dejar que los autos pasaran.

Giré mi cuerpo hacia la derecha y levante la mirada para verlo a los ojos. Estoy consciente de mi cara toda roja pero por la oscuridad de la noche sé que el no lo puede notar.

—Olvidemos lo que paso. —le dedique una sonrisa nerviosa.

—¿Te puedo abrazar? —preguntó.

—No.

Miré hacia los dos lados de la calle y cruce, Soobin se había quedado atrás, quizás procesando mi rechazo a su abrazo. Ese contacto físico tan íntimo no es lo mío, lo siento.

Al parecer se percató de que me había adelantado porque lo escuche gritando mi nombre una y otra vez.

—Oye —llegó a mi lado y le bajó la velocidad a sus pasos para ir a la par mía. — ¿Por qué no me quieres abrazar?

Diablos, parecía un niño pequeño haciendo berrinche y sabemos que Choi Soobin no es un niño y mucho menos pequeño.

—Porque no.

—Pero...

—Nos vemos. —le di un beso en la mejilla y corrí hacia la puerta de mi casa, por suerte tenía las llaves en el bolsillo de mi jean.

Ese contacto físico tan íntimo no es lo mío”. Pensar que hace unos minutos me justificaba para no abrazarlo y ahora le di un beso en la mejilla.

Me asomé por la ventana de la sala y Choi todavía seguía ahí. No lo podía ver bien por un arbusto que había en medio. Al igual que en la tarde estuvo pocos minutos fuera de mi casa y luego se marchó.

—Tonto. —susurré.

—¿Qué haces?

Di un brinco al escuchar la voz de mi padre, lo ví saliendo del comedor con su típica ropa de estar en casa todo el día.

—Mmm... había un gato afuera. —aja, un gato de uno ochentaitantos centímetros.

—Ah, ok.

Atravesó la sala susurrando que me estaba volviendo loca y subio las escaleras hacia el piso de arriba.

(...)

03:48 a.m

Mi celular suena indicando una llamada entrante.
Contesto rápidamente sin ver quien llama.

—¿Diga? —mis ojos aún se encuentran cerrados y en mis labios hay un puchero por haber despertado recién.

—Escóndete y no salgas.

—¿Mamá? —miré la pantalla de mi celular y efectivamente, era mi mamá.

—Por favor Hayeon, prométeme que te esconderás y no saldrás.

No entendía nada, ni por qué mi madre me decía eso ni el por q3ue se escuchaba tan mal.

Sentí un ruido proveniente de la planta de abajo y en ese momento se cortó la llamada. Habían voces desconocidas que cada vez se sentían más y más cerca.

—¿Dónde se metieron estos imbéciles?

No tenía ni la menor idea de a quien le pertenecía esa voz.

Asustada bajé de mi cama y tomé a Hana que dormía plácidamente. Le tapé la boca para que no ladrase o gruñera. Corrí lo más sigilosamente hasta el closet, rezando no ser escuchada.

Hice un hueco entre toda la ropa que tenía en el closet y me escondí allí cerrando a duras penas las puertas de este.

Se escuchaban ruidos que no podía distinguir y algunos gritos de mis padres que me ponían cada vez más preocupada y asustada.

Sabía que gritaban pero mi mente no prosesaba nada de lo que decían.

Escuché un fuerte ruido, un disparo y no podía llorar más. Llevé mi mano a mi boca para no soltar un grito.
Otro disparo y ya no sabía que hacer.

Escuche pasos apresurados bajar por las escaleras y posteriormente la puerta de la entrada siendo cerrada con fuerza.












恨 (Hèn) | 𝘊𝘩𝘰𝘪 𝘚𝘰𝘰𝘣𝘪𝘯 (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora