La señora Russell subió a descansar. Y ella se quedó junto a su amiga en el salón verde el cual era su favorito en toda la casa.  Megan sostuvo el té en sus manos, manteniendo su atención sobre Eugenia sin perder un detalle. Afortunadamente, su amiga fue lo suficientemente educada como para no mencionar las sombras oscuras debajo de sus ojos o que había perdido peso y ninguno de sus vestidos le quedaba bien.

  —Cecilia y yo recibimos la visita de Lord Wellingham hace varios días. —Dijo con total naturalidad. Él sugirió que viajáramos hasta Simpson Castle y nos viéramos contigo. Cecilia no podía escapar de Edimburgo, ya sabes, problemas con su padre nuevamente. Pero mi abuela se ofreció a acompañarme, solo para descubrir que te habías escapado de Moy y estabas de vuelta en Greelane. Debo decir que me alegra encontrarte aquí en tu casa. Aunque ahora mi abuela está casi al borde del colapso, por estar viajando de arriba abajo. —Expresó su amiga sonriendo, sabiendo que su abuela en algunas ocasiones se convertía en cómplice de sus locuras.

  Las cautelosas palabras de su amiga la pusieron nerviosa. Bebió un sorbo de té y estudió a Megan. ¿Qué habría oído su amiga? Que Andrew había ido a verlas, bueno, no estaba segura de lo que pensaba de eso. Si creía que involucrar a sus amigas, y conseguir que se pusieran de su lado ayudaría a su causa, estaba delirando. Ellas eran las mejores amigas que uno podría pedir. Siempre leales entre ellas tres.

  Andrew te visitó. Supongo que te sorprendió verlo solo, sin mi presencia.

—Ambas estábamos muy sorprendidas. Pues luego de salir corriendo a una boda apresurada, como si los persiguiera el diablo, lo mínimo que esperábamos era volver a verlos en uno o dos años y si no con un niño al menos a la espera de uno, y antes de que preguntes... No, él no dijo por qué deberíamos venir a verte, solo que estaba preocupado y pensó que podrías necesitar una amiga—.

  Eugenia se mordió el interior de la mejilla, luchando contra un flujo de lágrimas que hasta ahora había podido parpadear. Ella no lloraría. No permitiría que nadie la hiciera sucumbir a las lágrimas de nuevo. Había jurado no llorar nunca por cosas triviales.

  «Esto no es para nada insignificante, incluso podrías estar esperando al futuro marqués»

  Se miró las manos, el anillo de bodas que ahora rodeaba un dedo como un faro de su fracaso. —Lord Wellingham se casó conmigo porque esta casa en la que ahora nos sentamos fue el hogar de su infancia. Su hermano la perdió en un juego de cartas con mi hermano hace dos años, más o menos. Yo era su medio para recuperarla, por eso su prisa por casarse.

  La boca de Megan se abrió y durante varios momentos no habló en absoluto. Eugenia se apartó de la vergüenza que quería abrumarla. No fue culpa suya. Esto fue culpa de Andrew. Él era el bastardo que se había propuesto este plan. Ella había sido simplemente la parte inocente en el asunto.

  —¿Que Lord Wellingham hizo qué?— La taza de té de Megan traqueteó en el plato y la dejó con un ruido metálico. —¿El muy bastardo te dijo eso?

  Eugenia  asintió. —Lo hizo, sí. Cuando viajamos a Moy, mi hermano lo reconoció, obviamente hizo la conexión y vio la intención a través de su matrimonio conmigo. Andrew no pudo negarlo, trató de hacerme ver el razonamiento de por qué hizo lo que hizo. Yo... todavía no puedo creerlo. Eugenia se puso de pie, se acercó a la ventana y miró hacia la propiedad. Los terrenos que Andrew quería más que a ella. —Creció aquí con su madre, que era escocesa. Muchos recuerdos felices, al parecer. Un hogar ancestral que odiaba perder y, por lo tanto, pensó en engañarme para que me casara con él era una forma más fácil de recuperarlo, y como lo ves lo logró, esta tierra ahora es de él.

  —Pero seguro sus planes cambiaron al conocerte mejor, —dijo Megan suplicante. —Él te ama. Estoy segura de eso. ¿Hay alguna posibilidad de que se enamorara de ti también durante el cortejo? Y así, su fijación por la propiedad se trasladó a ti, y la casa se volvió secundaria. Yo simplemente no puedo, me niego a creer que ningún hombre pueda tratar a una mujer con tan poco respeto. No puedo creerlo. Es demasiado horrible, y hacértelo a ti que eres tan dulce, bondadosa, y la mejor persona que cualquiera puede conocer, es imposible no amarte.

Las Mentiras del MarquésWhere stories live. Discover now