**Capítulo 10**

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La conmoción la recorrió ante lo intenso que sonaron esas simples cuatro palabras. Sus ojos volaron hacia arriba, encontrándose con los de Lord Wellingham. ¡Está aquí! —Espetó ella, olvidándose de sí misma por un momento y deseando poder volver a meter esas palabras en su boca. Quiero decir, buenas noches, milord. No pensé que estuviera aquí.

—Acabo de llegar. -Dijo, tomando su mano y besando sus dedos enguantados. La respiración en sus pulmones se detuvo, y si ella fuera del tipo que se desmaya, estaba segura de que necesitaría sales aromáticas en este momento. Su rostro diabólicamente hermoso, sus ojos que tenían una intención perversa, la hacían querer olvidar la fiesta y simplemente salir de la habitación, lejos de todos los presentes para que pudieran estar solos.

«¿Qué más podría hacerle si estuvieran a solas?»

El pensamiento surgió de la nada y el calor floreció en su rostro, no era la mejor apariencia para una mujer pelirroja con pecas.

—¿Bailaría conmigo milady? —Preguntó Andrew, sin soltar su mano.

Eugenia solamente logró asentir con la cabeza y le permitió llevarla a la pista improvisada. Sonaron los acordes de una melodía campestre y las parejas se apresuraron a reunirse en la pista para ocupar sus lugares. Eugenia estaba de pie frente a Lord Wellingham, sintiendo como si su corazón fuera a estallar fuera de su pecho, debido a lo rápido que latía. El hombre la ponía nerviosa, estaba segura de eso. ¿Significaba esto que le gustaba tanto como esperaba ella? Envió una plegaria silenciosa de que así fuera ya que no estaba dispuesta a recibir ningún tipo de etiqueta.

El baile comenzó, los pasos los separaban el uno del otro solo para unirse una vez más. Sus ojos azul tormentoso la taladraron, sin voltear a ver a las otras parejas que los rodeaban. Su precencia lo consumía todo, hacía imposible concentrarse en otra cosa.

—Me alegro de verle de regreso en la ciudad, Lady Eugenia . Extrañé despedirme de usted en la finca de Lady McDonald.

—Se fue temprano, milord. Yo no estaba fuera de la cama cuando usted se fue—. Mintió descaradamente, después de haber estado despierta durante varias horas, incapaz de dormir con lo que pasó entre ellos en el baile. El beso, el agarre, su gemido... ciertamente le era imposible dormir.

Oh querido señor, ese sonido que había hecho cuando ella tocó su lengua. Incluso ahora, tenía ganas de repetir todo, solamente para volver a escucharlo, que lo dejara salir contra ella, sentirlo en ella. Esto debía ser lo que su cuñada Grace quería decir con desear al marido, un ingrediente esencial que Grace había dicho que era necesario para un matrimonio feliz, agradable y duradero.

Deseo...

¿Significaba eso que deseaba a Lord Wellingham? ¿Era esto lo que estaba sintiendo? A ella también le gustaba mucho, era divertido y un bailarín encantador, pero aparte de eso, no lo conocía mucho. Solo sabía que eran vecinos en Escocia, que su hermano había fallecido y heredó el título de su padre.

—Debo preguntar, milord. ¿Qué le gusta hacer cuando no está cortejando a damas como yo, o pasando sus noches en bailes y fiestas?

—Bueno. —Dijo, haciéndola girar antes de ponerla de nuevo en línea con las otras bailarinas. Me ocupo de mi finca. No la he tenido por mucho tiempo, ya ve, y hay mucho que aprender. Estoy en Escocia para ver Holdstoke Manor, como se imaginará, debo asegurarme de que todo está en orden antes de regresar a Inglaterra.

La idea de que él se fuera a Inglaterra después de la temporada le provocó una punzada de tristeza. Si él no le pedía que fuera su esposa y llegaba a conocerlo incluso mejor de lo que ya le conocía, seguramente lo extrañaría. Lamentó la idea, viendo que había comenzado a imaginarse mucho más de lo que debería.

—¿Usted qué planes tiene, Milady? —Preguntó Andrew sacándole de sus cavilaciones.

—Mi hermano ha dicho que puedo mudarme a Greelane después de la temporada, especialmente si no me caso. No soy una joven debutante, y mi hermano me cree cuando le digo que ya no debo, ni deseo vivir tan estrictamente como una joven en edad casadera. Yo tendré mi independencia, incluso si no tengo un marido. Así que, ya ve, de cualquier manera salgo ganando.

—Su hermano es muy complaciente para darle  tanta libertad. No creo que le permitiría a mi hermana, si tuviera una, tales libertades. Quién sabe qué pícaros están acechando, esperando su momento para abalanzarse y seducirlas al escándalo? Movió las cejas, sonriendo.

Eugenia se rió. —Qué divertido sería si lo hicieran, no cree. —Dijo, bromeando con él.

-Hmm, -murmuró él. Conmigo como su vecino, tal vez, seré yo quien llamará a su puerta a altas horas de la noche y le pedirá compartir una copa. Ella jadeó y él la atrajo hacia él, haciéndola girar una vez más en el baile. ¿Cuándo podremos estar solos, Lady Eugenia? No puedo esperar mucho más para tenerte en mis brazos una vez más.
Sus palabras susurradas contra su oído enviaron deliciosos escalofríos por su espalda. ¿Quería decir lo que ella pensaba que hacía?

—No hay lugar aquí para tal encuentro, milord. Tendrá que estar contento de tenerme en sus brazos, como lo estamos ahora—. Aunque la idea de escabullirse, de permitirle que la besara como lo había hecho antes, era más tentadora que cualquier otra cosa en el mundo en este momento.

Era peligroso, no solo para su reputación, sino también para su capacidad para negarle cualquier cosa que él le pidiera, por muy pecaminosa que fuera. Reprimió la sonrisa que quería brotar de sus labios. Cómo amaba cada momento de sus palabras inapropiadas.

Y la mirada oscura y hambrienta que tenía que prometía todo lo que ella siempre había querido y más.

Buenos días, tardes o noches, dependiendo de la hora en que lean.
Les dejo una foto de las chicas para que vean lo que yo me imagino cuando escribo.

Las Mentiras del MarquésWhere stories live. Discover now