Capítulo 94. Rosemary Reilly

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Su explicación fue silenciada al ver que tenía una notificación de cuatro mensajes nuevos, y al revisar el destinatario los cuatro eran de una misma persona: Verónica Selvaggio.

Sin ser demasiado brusca, Ann apartó un poco a Adrián de ella y se inclinó a un costado de la cama para poder ver más de cerca su teléfono. Abrió la conversación con su hija, y los cuatro mensajes que le había enviado, hace ya algunas horas posiblemente cuanto todavía dormían, le terminó por quitar el entusiasmo que aún pudiera quedarle con respecto a lo que estaban haciendo sólo un segundo atrás.

Los mensajes decían:

Damien dice que quiere salir a una fiesta con las tres niñas.

No puedo detenerlo.

¿Qué debo hacer? Si alguien lo ve con ellas y las reconocen, sería terrible.

Háblame en cuanto puedas, por favor.

Una parte de Ann esperaría sentirse preocupada, o incluso molesta, por ese pedazo de información que le acababan de compartir. Pero en su lugar, aquello le resultaba más que nada... interesante.

«¿Las llevaste a una fiesta, Damien?, ¿enserio?» pensó mientras leía por segunda vez los cuatro mensajes. Aquello casi rozaba en una rabieta para querer llamar la atención.

—¿Qué ocurre? —Escuchó que Adrián pronunciaba justo a un costado de su cabeza, asomándose sutilmente sobre su hombro. Por mero reflejo Ann apagó la pantalla para que no viera directamente los mensajes.

—Nada que no me esperara, desgraciadamente —murmuró con pesadez, y entonces se retiró por completo la sabana de encima y se paró de la cama—. Parece que tenías razón con respecto a tener que volver al mundo real.

Caminó unos pasos hacia un costado de la habitación, recogiendo en el trayecto del suelo una bata de baño color lila que usó para cubrirse lo más posible su cuerpo, y luego se alejó más hasta pararse frente a la ventana. Adrián sólo la observó en silencio desde la cama. No era que no quisiera que él se enterara de lo sucedido, sino que ella quería saber primero un poco más; especialmente porque los mensajes habían sido de hace horas y no había habido una actualización desde entonces.

Marcó sin espera al número de Verónica. En Los Ángeles debía ser quizás media noche, así que era probable que aún la encontrara despierta. Tardó un poco en responder, pero al final escuchó claramente su voz pronunciar al otro lado de la línea:

—¿Hola?

—Acabo de ver tus mensajes —le comentó sin espera—. ¿Qué pasó?

Escuchó como su hija soltaba un pesado suspiro, antes de responderle con la franqueza necesaria.

—Dentro de lo que cabe, nada tan grave. Hubo un incidente entre Damien y un chico, pero no pasó a mayores.

—¿Qué tipo de incidente?

—Él... —Verónica vaciló unos momentos, y Ann percibió algo de incomodidad en sus escuetos balbuceos. Fuera lo que fuera que le había causado tal reacción, la joven al parecer decidió proseguir por otro camino—. Damien casi lo lanza por la terraza, enfrente de todos los presentes. Pero al final no lo hizo.

Quizás esperaba que esa última aclaración hiciera todo más digerible. Y en parte lo hacía, pero no demasiado.

—¿Alguien lo grabó? —Musitó Ann con la mayor calma que le fue posible.

—No lo sé. Pero era una fiesta llena de chicos bastante ebrios, así que es muy probable.

—¿Y las niñas? ¿Hicieron alguna otra cosa de la que debamos ocuparnos?

Resplandor entre TinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora