7. PRIMAVERA EN PARÍS

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-Has tenido una gran idea al pensar en salir a comer fuera. Hace un día precioso- dijo la castaña sonriendo y mirando a su alrededor.

-La verdad es que sí. Sería una pena dejar escapar un día así quedándonos en casa- contestó la pintora con otra sonrisa.

Ambas se hallaban sentadas en una mesa de un pequeño bistró con vistas al Sena. La terraza, bañada por el sol de mediodía, se encontraba completamente repleta de comensales, que como ellas, habían decidido almorzar disfrutando de la agradable temperatura que esos días, estaba obsequiando la primavera a la ciudad de la luz.

-Ha sido una suerte que hayamos encontrado sitio, porque está lleno de gente- comentó la más joven.

-Te dije que aunque parezca un restaurante muy sencillo y pequeño, tiene gran fama entre los parisinos. Sus especialidades en la típica cocina francesa son muy apreciados- le explicó echándole un breve vistazo al establecimiento.

-Estoy deseando probarlos y dar buena cuenta de ellos-.

-Ya verás cómo te van a encantar. ¿Qué te apetece beber?-.

-Pues me apetece tomarme una buena copa de vino tinto- comentó Camino echándole una ojeada a la carta de bebidas.

-Creo que yo también, la ocasión bien lo merece. ¿Quieres alguno en particular?- interrogó mientras leía el catálogo de vinos.

-La verdad es que no. De vinos franceses no entiendo mucho. Emilio era el que solía hacerse cargo de los encargos en el restaurante. Y además, el representante que nos los distribuía era un pesado- respondió poniendo los ojos en blanco al recordar al muchacho.

-Yo tampoco soy una experta. Le pediremos al camarero que nos recomiende uno- expuso la morena cerrando la carta y alzando la mano para que el mesero viniera a tomarles nota de las bebidas.

-Me parece muy bien-.

Tras recomendarles un buen vino francés, el camarero marchó al interior del local a prepararles la comanda.

-¿Y por qué dices que el representante era un pesado?- preguntó la pintora con curiosidad.

-Porque cuando me tocaba atenderle, no paraba de hablarme. Le daba conversación por educación y por no dejarle con la palabra en la boca- contestó la más joven cruzándose de brazos y poniendo cara de fastidio.

-Igual era porque le gustabas- insinuó Maite mirándola divertida.

-¿Eso crees?- interrogó algo sorprendida.

-Si te daba tanta conversación, quizás era por eso-.

-Puede ser. Lo que sí creo, es que mi madre y Emilio pensaban que yo sí que estaba interesada en él- hizo una breve pausa. -No podían estar más equivocados. Mi mente ya estaba ocupada por otra persona- dijo Camino con media sonrisa al recordarlo.

-¿Y se puede saber quién ocupaba esos pensamientos?- preguntó la morena con tono insinuante mientras la miraba a los ojos.

-Pues si no recuerdo mal, por cierta pintora que vino de París y me daba clases de arte en su estudio de Acacias- respondió siguiéndole el juego y acercándose a ella.

Las dos sonrieron lanzándose miradas de complicidad, cuando el camarero regresó con su pedido interrumpiéndolas y provocando que ambas intentaran disimular recolocándose en sus asientos.

-Merci- contestaron casi al unísono las amantes.

El mesero abandonó su mesa en dirección a otra tras ser llamado y prometió volver cuando hubieran decidido qué era lo que querían pedir para comer.

Amanecer en ParísWhere stories live. Discover now