Capitulo dieciséis: La batalla contra Orión

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Las calles de la ciudad de Signos se encontraban sin vida, la sangre de sus propios habitantes hacían una decoración a sus paredes, era muy macabra a la vista y los miembros desmembrados resaltaban tal detalle de lo oscuro y terrorífico, daban muestra de la brutalidad de Susana a la hora de enfrentarse a cualquier enemigo y eso que aún no recuperaba la totalidad sus poderes. Una figura misteriosa apareció caminando entre la neblina que cubría las casas de Signos, caminaba rápidamente como buscando una presa, aquella figura era acompañada por dos figuras mas pequeñas, cuando ya la niebla se disipo se pudo ver quien era. Era Orión uno de los Asesinos del Dios Silferen, él era un hombre caucásico, vestido con un atuendo victoriano, gabardina, pantalón de vestir y zapatos de cuero negro. Aquel cazador cargaba un gran ataúd color blanco con decoraciones doradas, era tan grande que en el podían caber dos infantes. Junto a Orión había dos niñas alvinas que lo seguían, ellas como en un juego saltaban, reían, se perseguían y daban canticos en una lengua extraña y desconocida. Ellas estaban vestidas con un vestido de seda blanco transparente que mostraba la pureza de sus almas, las niñas tenían alas que nacían de su espalda, una de ellas tenia ojos color rojos carmesí y la otra tenia ojos completamente azules como el mar, sus cabellos también eran blancos y les decoraba una rosa roja en sus cienes.

El cazador Orión había llegado a la ciudad, el lado izquierdo de su camisa estaba bordada una rosa negra delineada con decoraciones doradas, era la señal indiscutible de un Sirviente de alto mando de Silferen además tenía un cubrebocas color negro y un sombrero puntiagudo que se asemejaba a los cazadores de una época moderna, no poseía ninguna arma más que su ataúd. Susana y Yulian podían sentir su presencia, salieron a la azotea del hotel y pudieron verlo como cada vez se acercaba a donde se encontraban.

— Yulian—Dijo Susana mientras bajaba las escaleras—Escóndete y espera mi orden para atacar, yo tratare de distraer a Orión lo más que pueda, tu trata de controlar el alma de Pricilla.

— Así será Susana—Respondió Yulian con determinación.

Yulian corrió a la habitación Nª201 y cerro la puerta con cerrojo para que nadie lo distrajera en su meditación. El intentaría dominar el nuevo poder que había adquirido al consumir el alma de Pricilla. Susana Salió del Hotel para obtener más información del enemigo y si es posible encontrárselo y distraer el tiempo suficiente para que su compañero pueda controlar sus nuevos poderes.

Yulian cerro las cortinas, se sentó en el suelo que estaba decorado con una fina alfombra y trato de comunicarse con Pricilla. Era algo que nunca había hecho, pero en su nueva condición resulto ser más fácil de lo que esperaba. Volvió a encontrarse con Pricilla y ella se manifestó en forma que espectro que salió de su cabeza, se sentó en una silla que estaba cerca a la cama de la habitación.

— Te atreves a tratar de dominarme ser del inframundo —Dijo Pricilla mientras toma una posición defensiva.

— Detente Pricilla—Respondió Yulian—no he venido hacerte daño solo quiero conversar contigo.

Pricilla miro fijamente a Yulian, el observo como todo a su alrededor se desdibujaba y era transportado a un recuerdo de Pricilla, Recuerdos muy tristes y todos los sentimientos negativos reprimidos que alguna vez había sentido.

La visión se había manifestado, ambos se encontraban en un colegio, otrora el lugar donde estudiaba Pricilla ya cuando estaba viviendo con su padre el Alcalde de Signos, vio como ella estaba sola mientras había compañeros de clase que sabían su secreto y se burlaban de ella por esa condición de "recogida" de la calle. Ella llego a sentir un desprecio por todos ellos por lo cual no tuvo amistades verdaderas en su época de colegio.

— Pricilla, cálmate por favor—Decía Yulian mientras salía del colegio, cada vez que se cruzaba con alguien le decía lo repugnante y odiosa que era Pricilla.

De todo y sin armasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora