- ¿Cómo se encuentra hoy, señora Margarita? -Daniel apareció a mis espaldas, divertido, justo en el momento en que estaba por decirle a mi abuela que bajara la voz o él la escucharía.

- Daniel, que gusto verte. -cambió su tono de reprimenda a uno dulce con una tierna sonrisa en cuanto volteó hacia el castaño en la puerta, lo cual me causó mucha gracia.

Él le sonrió y concordó con lo dicho por mi abuela, diciéndole que se sentía igual de feliz de verla, mientras yo dejaba las flores nuevas compartiendo lugar con otras un poco marchitas, algo apretadas entre sí, pero esperaba que supieran convivir.

Lo pensé dos veces y terminé sacando las viejas para colocarlas junto a las otras aún más marchitas, dejando a las nuevas solas y viéndose hermosas. En ese momento no me detuve a analizar el trasfondo de una acción tan simple, pero terminaría dándole sentido a muchos de mis pensamientos al utilizarlo como analogía.

- Iremos a la cafetería. - anuncié mientras ataba un pañuelo alrededor de mi cabeza que evitaría me despeinara en el auto y que mi abuela se molestara por mi descuidada apariencia. - Te traeré algo. -aclaré antes de que ella me lo pidiera y eso hizo que sonriera.

- ¡Que les vaya bien!

- Adiós, abuela. -hablamos ambos al unísono y mi abuela frunció el ceño en cuanto Daniel la llamó así.

Subimos al auto entre risas y de igual forma regresamos. Recuerdo que al volver me dolía el estómago de tanto que había reído y también en parte porque compramos muchísimo helado y pastel para merendar en esa ocasión, lo cual había sido una mala pero definitivamente deliciosa idea mía.

Cuando llegué a casa varias horas después, mi abuela me esperaba en su mecedora cerca de la puerta buscando interceptarme antes que mamá, así podría comer su postre sin reprimendas.

- ¡Hola, abue-! -inmediatamente que escuchó mi voz me hizo señas de que mantuviera silencio.

- Habla más bajo, no queremos que tu mamá llegue aún. -susurró y sabía exactamente que se refería a que no quería que ella llegara hasta que terminara de comer.- ¿Cómo te fue? -se dedicó a preguntar en un tono más suave y dulce una vez le había extendido la bolsa de papel con su trozo de pastel.

- Muy bien, estuvimos con unos amigos. Fuimos a la floristería también, - expliqué mientras me sentaba en el sillón junto a ella y me mantenía atenta a sus reacciones, aunque por el momento no me prestaba demasiada atención. - Daniel estuvo explicándome algunas remodelaciones que quiere hacerle, pronto será totalmente suya... y sugirió que mía también. - solté aquello que seguía dando vueltas en mi cabeza desde la mención al tema.

Todo indicaba a que una propuesta de matrimonio no tardaría en llegar.

Detuvo su acción de comer y supe que estaba procesando el mismo mensaje subliminal de aquella frase que me acechaba.

- ¿Ya le dijiste de tu solicitud de trabajo?

- No... -susurré fingiendo demencia.

- ¿Cuándo le dirás que te irás?

- Cuando sea un hecho. No me han colocado ni siquiera en la lista de espera.

- Pero sabes que lo harán y todo se complicará. -dijo mientras me señalaba con su dedo acusatorio.

- No creo que sea adecuado darlo por sentado. -dije en un susurro y procedí a removerme incómoda sobre mi asiento porque sabía que esa conversación estaba por ponerse fea.

El Marchitar De Una MargaritaWhere stories live. Discover now