-No, en absoluto. Para mí, lo más sencillo y lo natural es que se ponga la mesa en el comedor. A mi entender la naturalidad y la sencillez de los caballeros y las damas, junto con sus criados y los muebles, se observa mejor cuando las comidas se sirven dentro de casa. Cuando se cansen ustedes de comer fresas en el jardín, se servirá una comida fría en el comedor.

-Bueno... como quiera; pero que no sea muy ostentoso. Y dicho sea de paso, si cree usted que mi ama de llaves o yo podemos serle de alguna utilidad... Dígalo con toda sinceridad, Knightley. Si quiere que hable con la señora Hodges o que me cuide de algo...

-Muchas gracias, pero no hace ninguna falta.

-Bueno... pero si surge alguna dificultad mi ama de llaves es una mujer muy dispuesta.

-Tengo la seguridad de que la mía se considera tan dispuesta como la que más, y de que rechazaría la ayuda de cualquier otra persona.

-Me gustaría que tuviéramos borricos. Todos nosotros podríamos ir montados en borricos. Jane, la señorita Bates, yo... y mi caro esposo andando a mi lado. Sí, sí, tengo que hablar con él para que compre un borrico. Viviendo en el campo me parece una cosa muy necesaria; porque aunque una mujer tenga muchos recursos, no es posible que se quede siempre encerada en casa; y ya sabe usted, para dar paseos largos... en verano hay polvo, y en invierno todo es barro.

-En el camino de Highbury a Donwell no encontrará usted ni una cosa ni otra. Es un camino en el que nunca hay polvo, y ahora no puede estar más seco. De todas formas, si lo prefiere, venga montada en un borrico. Puede pedirlo presado a la señora Cole. Quisiera que todo fuera tan a su gusto como fuese posible.

-¡Ah, de eso sí que estoy segura! No crea que no sé apreciar sus cualidades, mi buen amigo. Ya sé que bajo esa especia de sequedad y de modales un poco bruscos, oculta usted un gran corazón. Como le digo siempre al señor E., tiene usted un gran sentido del humor... Sí, sí, créame, Knightley, me doy perfecta cuenta de la deferencia que ha tenido conmigo al imaginar todo ese plan. Ha elegido usted la cosa que más me complace.

El señor Knightley tenía otro motivo para negarse a que se sacara una mesa al aire libre, a la sombra de un árbol. Deseaba convencer al señor Woodhouse para que aceptase su invitación junto con Emma, y sabía que era darle un disgusto permitir que delante de él alguien se pusiera a comer al aire libre. Ni siquiera con la excusa de hacer un poco de ejercicio matinal y de pasar un par de horas en Donwell, el señor Woodhouse se sentía tentado a ser testigo de una imprudencia semejante.

Se le invitó, pues, de buena fe. Sin que se le reservaran penosos espectáculos que le hubieran hecho arrepentirse de su ingenua credulidad. Y aceptó. Hacía dos años que no había estado en Donwell.

-Una mañana que haga buen tiempo podemos llegarnos hasta allí con Emma y Harriet, Yo me quedo sentado charlando tranquilamente con la señora Weston, mientras ellas dan un paseo por los jardines. No creo que haya mucha humedad a esas horas del mediodía. Me gustaría mucho volver a ver aquella casa, y charlar con el señor y la señora Elton y otros amigos... No tengo ningún inconveniente en ir con Emma y Harriet, con tal de que sea una mañana en que haga un tiempo muy bueno... El señor Knightley ha tenido una gran idea al invitarnos... es muy amable de su parte... es una gran persona... Y es mucho mejor así que comer al aire libre... No me gustan las comidas al aire libre.

El señor Knightley tuvo la buena suerte de que todo el mundo aceptara con gran entusiasmo su ofrecimiento. La invitación fue tan bien acogida por todos que parecía como si, al igual que la señora Elton, cada cual considerase el plan como una especial deferencia que se tenía con ellos... Emma y Harriet esperaban pasar un día muy divertido; y el señor Weston, sin que se lo pidieran, prometió hacer todo lo posible para que Frank pudiese también acompañarles; una demostración de agrado y de gratitud que hubiese podido ahorrarse... ya que entonces el señor Knightley se vio obligado a decir que se alegraría de que pudiera venir; y el señor Weston se comprometió a escribirle sin pérdida de tiempo, y a no escatimar argumentos para convencerle para que viniese.

Emma.  Jane Austen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora