-¿No le parece indignante, Knightley?- exclamaba-. ¡Y con un tiempo tan bueno para hacer excursiones! ¡Esos aplazamientos y la inseguridad! ¡Es algo odioso! ¿Qué vamos a hacer? A este paso va a pasar todo el año sin que hagamos nada. Mire, el año pasado antes de que llegara esta época, ya habíamos hecho una excursión deliciosa desde Maple Grove a Kings Weston.

-Sería mejor que hicieran la excursión a Donwell- replicó el señor Knightley-. Para eso no necesitan caballos. Vengan y comerán mis fresas. Ya están empezando a madurar.

Si el señor Knightley lo había dicho en broma no tardó en verse obligado a tomárselo enserio, porque su proposición fue aceptada en el acto y con gran entusiasmo; y los ademanes que acompañaron al "¡Oh! ¡Cuánto me gustaría!", fueron tan expresivos como las palabras mismas. Donwell era famoso por sus fresales, lo cual parecía justificar el entusiasmo con que acogió la invitación; pero no era necesario justificar nada; un campo de coles hubiera bastado para tentara aquella dama, que solo estaba deseando ir a alguna parte, fuera donde fuese. Ella le prometió una y otra vez que irían, con más frecuencia de lo que él había supuesto... y quedó extremadamente complacida antes aquella prueba de íntima amistad, de tan marcada deferencia, pues se empeñó en considerarlo de este modo.

-Puede usted contar conmigo- le dijo-.Tenga la seguridad de que iré. Fije usted mismo la fecha, e iré a su casa. ¿No le importará que venga conmigo Jane Fairfax?

-No puedo fijar el día- dijo él- hasta que no haya hablado con otras personas que quisiera que viniesen con usted.

-¡Oh! ¡Déjelo todo de mi cuenta! Sólo le pido que me dé carta blanca... deje que yo lo organice todo, ¿eh? Es mi excursión. Yo ya llevaré amigos.

-Confío en que lleve usted a Elton- le dijo-; pero no quiero que se toma la molestia de buscar más invitados.

-¡Ah, qué desconfiado es usted! Pero mire... No tiene que tener ningún miedo de delegar su autoridad en mí. Nos soy una jovencita sin experiencia. Puede confiar en una mujer casada como yo, ¿sabe usted? Ésta es mi excursión. Déjelo todo de mi cuenta. Yo ya me encargaré de invitar a los demás.

-No- replicó él calmosamente-, sólo hay una mujer casada a la que yo permitiré que invite a quien quiera a Donwell; y esa mujer es...

-...la señora Weston, supongo- le interrumpió la señora Elton un poco molesta.

-No... La señora Knightley; y mientras aún no exista, de esas cuestiones me encargo yo mismo.

-¡Ah! ¡Qué original es usted!- exclamó satisfecha al no verse preterida por nadie-. Tiene usted mucho sentido del humor, y todo lo que dice le queda bien. Mucho sentido del humor, sí. Bueno, pues me acompañará Jane y su tía... Los demás se los dejo para usted... No tengo ningún inconveniente en que venga la mitad de Hartfield... Ni el menor reparo. Ya sé que tiene usted mucha amistad con ellos.

-Si puedo convencerles, no dude usted en que vendrán; en cuanto a la señorita Bates, antes de volver a mi casa pasaré a visitarla.

-¡Oh! Pero es completamente innecesario; yo veo a Jane todos los días... pero como usted prefiera. Tiene que ser por la mañana, ¿sabe usted, Knightley? Una cosa de lo más sencilla. Yo me pondré un sombrero de alas anchas y llevaré uno de mis cestitos colgando del brazo. Éste... probablemente este mismo, con una cinta de color rosa. Ya v, no puede ser más sencillo. Y Jane llevará otro igual. Quiero decir que no serpa ninguna exhibición... un poco a lo gitano... Pasearemos por sus jardines, nosotros mismos cogeremos las fresas y nos sentaremos debajo de un árbol... y todo lo demás con lo que quiera usted regalarnos se servirá al aire libre... Una mesa a la sombra, ¿sabe usted? Todo de la manera más natural y más encilla que sea posible. ¿No es eso lo que pensaba usted hacer?

Emma.  Jane Austen.Where stories live. Discover now