Y es que en realidad, si Takeshi no tuviera el pavor de ser expulsado, realmente se quitaría a esa tipa de encima a golpes si era innecesario. Se le apegaba repentinamente, lo abrazaba de la nada, sacudía su cabello, le sujetaba el brazo, tocaba sus abdominales, le besaba la mejilla, se quedaba sus sudaderas; todo sin su más mínimo consentimiento ¿¡Por qué rayos no podría simplemente alejarla de un golpe!?

Aunque si lo pensamos bien... En un principio fue exactamente lo mismo con Yashiro, solo que a ella si se atrevía a alejarla de golpe (por cierto, le llegaba un puñetazo de vuelta).

— Kobayashi, realmente me estás sacando de mis casillas —murmuró, nuevamente deteniéndose en seco justo frente al portón del instituto, mientras parecía como si una vena se le marcara en la frente.

— ¿Por qué no aceptas y ya? Yo invito, podrás comer pasteles.

— ¿Por qué no renuncias y ya? Yo invito, a que me dejes en paz de una puta vez —devolvió él, esbozando una notoria falsa sonrisa, la sonrisa más falsa y forzada que alguna vez podía ver en su vida.

Como podrán ver, era la persona más detestada por Nakerama. Era ese tipo de persona que si la escuela se incendiara, el azabache solo se quedaría parado allí para ver como la tipa esa se quema en el infierno.

— ¡OI! —escucharon, y el grito exaltó a la pelinegra que buscó con su mirada aun agarrada al brazo del azabache—. ¿¡Podrías quitar tus garras de mi hombre, gata rompehogares!?

Allí estaba la escapatoria de Takeshi, incluso si así no lo quisiera.
Yashiro se asomaba por la ventana del conductor de un gran carro negro con ventanas polarizadas. Llevaba esos típicos lentes de sol redondos y negros, tan negros que estaba completamente seguro de que no veía nada. Masticaba una goma de mascar mientras le miraba con una de esas muecas típicas presentadas en los mangas de Yakuzas.

Nada inesperado en ella.

— ¿¡Gata rompehog- —pero antes de que la chica terminara de hablar, con esa expresión de total indignación, la pequeña azabache de seis años se asomó por la ventana del asiento trasero con una gigantesca sonrisa.

— ¡Papi! —llamó ella, y cada estudiante a las afueras del instituto giró a ver al mismísimo Nakerama Takeshi con una total expresión de asombro, mientras (por alguna extraña razón) las mejillas del muchacho se tornaban de un sorpresivo tono carmesí, totalmente avergonzado de la situación.

— Resulta que olvidaste pasar por ella a la guardería, pero no te preocupes, la tía Ryōmen siempre está allí para ayudarte cariño —habló Yashiro, guiñándole un ojo a la vez que esbozaba una coqueta sonrisa ladina.

¿Papi? ¿¡PAPI!? Repitió el azabache en su mente, incapaz de poder decir algo, mientras sentía como la muchacha se despegaba lentamente de su brazo con una mueca de asombro, probablemente avergonzada por su rastrero comportamiento.

Y es que había algo seguro; el instituto no tenía ni la menor idea de que Nakerama Takeshi tenía una hermana menor, así que escuchar a esa pequeña extremadamente igual a él llamarlo "Papi", considerando que siempre ha sido un chico que hace lo posible por sacar el mejor promedio académico a la vez que trabaja en cuatro locales a la semana, y es probablemente uno de los adolescentes más responsables; claramente le daría una malinterpretación a los terceros.

— T-Takeshi yo... —la chica estaba desconcertada, con su boca entreabierta analizando la situación.

— ¿Por qué no te vas a casa linda? Es un hombre ocupado ¿Sabes? —habló Yashiro con un tono arrastrado, mientras sacudía su cabellera hacia atrás y los lentes de sol quedaban casi en la punta de su nariz, haciéndola cada vez más atractiva.

The  firstborn | Jujutsu Kaisen. (Pausada)Where stories live. Discover now