Parte única

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OBRA TEATRAL: "LA PROPUESTA DEL SR. JONES"

Rachele Adams

* SRTA. WILLIAMS: (21 años) Alta y esbelta, de buena familia. Es una mujer muy confiada en sí misma, y en sus decisiones y acciones.

* SR. JONES: (26 años) Alto, bien parecido, y de buena cuna. Es un hombre serio, y de poca gracia, además también de ser convincente en su postura sin dejarse guiar por el orgullo.

* MARÍA: (50 años) Es una señora de baja estatura y con su cabello ya encanecido hace varios años. Ha servido a la familia Williams durante la mayor parte de su vida.

Es una fría noche de octubre de 1886. La Srta. Williams está en la biblioteca de su padre leyendo en compañía del silencio.



La habitación es grande, sus paredes poseen un color verde oscuro, similar al musgo que se forma en la corteza de los árboles, pero a la vez es un verde relajante. La puerta de entrada a la biblioteca permanece cerrada. Ya dentro, a su izquierda, hay otra puerta que lleva al despacho del Sr. Williams. Por el lado derecho de la habitación hay una biblioteca que ocupa la pared de esquina a esquina y tiene libros que relatan desde la poesía más fina y conmovedora, a la ficción más fantástica de la época. Al fondo del salón hay un gran ventanal, con las hermosas vistas del jardín, y a la mitad del salón, dos sillones cada cual paralelo al otro, con una mesa de café en medio.

Los muebles no son demasiados, pero posee algún que otro con floreros, cajones, y las sillas que le corresponden. El suelo de madera está cubierto por una alfombra roja, con algunos detalles en dorado.

La Srta. Williams continua leyendo hasta que la puerta que da al pasillo se abre, dejando ver a August C. Jones (Sr. Jones), quien entra apresurado a la habitación.

Srta. Williams: (Dejando el libro sobre la mesita de café, dice sorprendida) Sr. Jones (Hace una pausa) No lo esperaba.

Sr. Jones: (Parado frente a ella) Siento mucho la intromisión.

Srta. Williams: (Ya relajada, y acomodándose en el sillón) No se preocupe.

Sr. Jones: (Señalando el sillón vacío) ¿Puedo?

Srta. Williams: Adelante.

La Srta. Williams toca una campanilla que esta sobre la mesita de café.

Sr. Jones: (Señalando el libro) ¿Jane Austen?

Srta. Williams: (Negando) Henry James, "Retrato de una dama" (Sonríe).

Entra la sirvienta (María), tras escuchar el llamado de la señorita.

Srta. Williams: María. Trae un poco de té.

María: Enseguida señorita (Hace una pausa y se gira al señor) ¿Desea tomar algo, Sr. Jones?

Sr. Jones: (Mirando a María) No María, gracias.

María: Con su permiso (Se inclina suavemente y da media vuelta cerrando la puerta de la biblioteca y desapareciendo tras ella)

Sr. Jones: (volviendo su atención a la joven a su lado) Es una noche hermosa, ¿No cree?

Srta. Williams: (Aun intentando descifrar la razón de porque él está allí) Si usted cree. Aunque en mi opinión prefiero las noches de primavera.

A través de la puerta se escucha un llamado (tock tock).

Srta. Williams: (Mirando la puerta) Adelante.

María vuelve a entrar, esta vez con una bandeja en sus manos, llevando la vajilla para el té y algunos bocadillos. Ni bien ella hizo presencia en la biblioteca tras entrar se produjo un silencio que debía mantenerse hasta que la señora (María) se marchara.

Srta. Williams: (Toma la tacita de la mesa y toma un poco antes de interrumpir el silencio) Y dígame Sr. Jones, ¿Qué lo trae por aquí?

Sr. Jones: (Desconcertado) ¿Cómo dice Srta. Williams?

Srta. Williams: (Deja la tacita sobre la mesa) No es mi intención ofenderle, pero dudo mucho de que el motivo de su visita fuese simplemente hablar sobre el clima o de libros, Sr. Jones.

Sr. Jones: Me sorprende su audacia Srta. Williams (Hace una pausa) Ciertamente no se equivoca usted.

Srta. Williams: Entonces ¿a qué se debe su visita?

Sr. Jones: (Se levanta del sillón y se para frente a ella) Srta. Williams, permítame decirle que desde que he tenido el honor de conocerla, usted me ha cautivado de una y mil maneras. (La Srta. Williams permanece sentada, observando al Sr. Jones sorprendida como si nunca lo hubiese visto, pero aun en silencio) Permítame también expresarle cuanto la admiro y amo. (De repente se arrodilla tomando la mano de ella y besa sus nudillos) Por lo que deseo y espero, que con su audacia y buen juicio, considere usted hacerme el honor de aceptar mi mano.

Srta. Williams: (Con voz firme y viendo como él seguía sosteniendo su mano) Lo siento Sr. Jones, pero no puedo aceptar su mano, aun con la audacia y buen juicio con la que usted me adjunta.

Sr. Jones: (Él suelta suavemente la mano de la joven y se levanta) ¿puedo saber por qué?

Srta. Williams: Debo decirle Sr. Jones, que es usted un hombre de muchas virtudes, pero su proposición no me parece sincera en absoluto (pausa), su actitud no me demuestra interés, por lo que no puedo aceptar su mano.

Sr. Jones: (Ofendido por las palabras de la joven, y sorprendido por el rechazo) ¿dice usted que miento al decirle que la amo con mi alma?

Srta. Williams: (Aun más segura de su palabras, se levanta y se queda parada frente a él) Así es Sr. Jones, (pausa) creo que es usted un hombre razonable y reflexivo, por lo que entenderá usted mis razones para negarme a aceptar su mano.

Sr. Jones: Si la he ofendido déjeme decirle que no era mi intención. Y si me diera una oportunidad de remendar mi error (Suplica serio, como si no le importase con exactitud el rechazo, más de lo sorprendido que se encontraba).

Srta. Williams: (Ya enojada de cierta forma por la actitud del Sr. Jones) No creo que pueda remendar su error mientras sus acciones y palabras se contradigan la una a la otra.

Sr. Jones: (Se vuelve a arrodillar y toma nuevamente, con su mano izquierda, su mano, mientras la mira a los ojos) Srta. Williams, le pido por favor que me mire a los ojos y me diga sinceramente que es lo que desea (Hace una pausa. Pone su mano derecha en su pecho, justo en donde se encuentra el corazón) Se lo pido del corazón.

Srta. Williams: Lo siento Sr. Jones. (Hace una pequeña pausa y aparta su mano de él) No puedo casarme con alguien que no me ama, y mucho menos con alguien que no tiene ni el orgullo ni la dignidad para no rogarle a nadie.

Sr. Jones: (Ofendido) Solo déjeme decirle que me juzga sin comprenderme. Y sinceramente nunca pensé en que algo como el orgullo pueda ser de tanta importancia para usted.

Srta. Williams: (Seria y firme en su decisión) En tal caso disculpe mis palabras. Pero no puedo conceder mi mano a un hombre que dice amarme, pero actúa como si la idea le molestase.

Sr. Jones: Si es tal y como usted dice, no hay nada que yo pueda decir o hacer para hacerla cambiar de opinión (Hizo una pausa, mientras se levantaba) Pero le demostrare que se equivoca, y que mis palabras y acciones son una misma. (La mira una última vez a los ojos, en silencio) Gracias por su sinceridad y consideración Srta. Williams, que tenga una hermosa noche.

El Sr. Jones se marchó, y el silencio volvió a hacerse presente. Tras varios minutos de meditación, la Srta. Williams intentó retomar su lectura, pero el pensamiento de haber arruinado al Sr. Jones, en lo que según él aseguraba era su amor por ella, no le permitía estar tranquila.

Obra teatral: "La propuesta del Sr. Jones"Where stories live. Discover now