Mi Dios

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Clopeh alguna vez fue un noble maestro del espada muy respetado, en camino a crear su más grande leyenda en vida.

Bueno.

Aun que ya no podía blandir una espada, aun era noble y todos lo reconocían, no como el centro de la leyenda, pero si como uno de los grandes contribuyentes a la salvación del mundo y por sobre todo, por estar asociado al gran héroe de corazón puro, Cale Henituse.

Héroe que el mismo consideraba un Dios, en específico, su Dios

Porque esa era la verdad que parece solo el conocer, la verdad el y la secta que esta creando para alabar al Dios que camina entre pecadores, porque si, Cale merecía ser alabado y el se encargara de eso.

Clopeh ahora mira al pasado y se pregunta cómo su arrogancia lo llevo a ignorar a un ser tan divino cuando se presenta en sus narices, es normal que su amado Cale se enojara con el por no reconocerlo en consecuencia perdió ambos brazos y piernas, siendo reemplazados por extremidades bombas que apenas se mueven, pero no importa, ¿saben por qué?

Porque su Dios lo dejo con vida y le había prometido gloria, honor y poder, cosas que cumplió de sobra, su nombre está escrito en los libros de historia como uno de los generales al mando de su señor, su reino se amplió tres veces más y era una de las personas con más poder y respetadas del continente, todo, gracias a la benevolencia de su señor.

Suspira mientras reza al mirar una estatua del héroe de Roan, la gran obra de arte la mando a construir específicamente para la iglesia que construyo para alabar a su Dios, sonríe un poco en diversión, su señor no será feliz al saberlo, pero es un secreto que planea mantener, aun si es prácticamente imposible porque su señor parece leer mentes, pero es tan condescendiente que lo deja hacer lo que quiera.

-señor, su padre lo busca- dijo un sirviente, sin extrañarse por lo que hace su maestro, todos lo sabían, nadie hablaba, la gran mayoría del reino estaba siendo influenciada por clopeh, por lo que muchos ya llamaban al joven héroe Dios.

-ya voy- se levanto con dificultad pero no se quejo, antes de abandonar la sala en su silla de ruedas miro a la estatua por última vez, un rayo de luz rojizo por el sol de la tarde la ilumino, haciendo parecer que lo miraba, clopeh suspiro encantado- Mi Dios-

Cale HenituseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora