— No te alejes demasiado, y llámanos inmediatamente si algo ocurre —aclaró, mientras su mano sacudía molestamente su rosa cabellera, notando como una tenue sonrisa se esbozaba en su rostro y sus mejillas tomaban color.

Nobara sonrió, saliendo del local con Megumi, y alejándose cada vez más del muchacho, quien los veía largarse a través de los ventanales de la tienda, silencioso y en calma tortuosa.
Soltó un suspiro, hincó su codo izquierdo en la mesa, y luego pasó su mano izquierda por su nuca, a la vez que cerraba sus ojos y tomaba una bocanada de aire.

Sukuna estaba demasiado callado, y dado a las circunstancias, aquello lo estaba haciendo perder la paciencia y cordura.

Pero antes de que las palabras lograran salir de su boca en llamado a la maldición, una desagradable presión se sintió en el pecho, mientras un cosquilleo lo recorría de pies a cabeza causando que sus extremidades temblaran.

— ¡Yūji! —gritó la boca que se asomó en su mejilla, a la vez que sentía esa corriente eléctrica por toda la espina dorsal, dándole la clara alerta de que algo estaba ocurriendo.

— ¡Demonios ya lo se! —respondió él, levantándose de golpe, dejando unos cuantos billetes sobre el mesón, y salió de la tienda corriendo como si su vida dependiera de ello.

¿¡Dónde está!? Se preguntó, nuevamente esa sensación. Era impredecible, a veces ocurría, a veces no, la conexión parecía ser débil, pero aun así se sentía devastador. Estaba comenzando a reconocer y diferenciar las situaciones en las cuales se sentía así, podía diferenciar cuando trataba de su dolor propio, y cuando trataba de ella.

En esa instancia, no tenía ni la menor idea de lo que estaba ocurriendo, lo único que tenía claro era que el dolor era de ella, una sensación de pavor. Pero si trataba de dolor, Yūji podía seguir de pie sin problema con tal de encontrarla.

Solo era eso, un dolor que te hacía temblar las extremidades, pero su cuerpo se encontraba... Bien, sin heridas, nada de gravedad, y si sus piernas no le fallaban estúpidamente, entonces continuaría corriendo entre las personas de las concurridas calles de Tokio con tal de encontrarla.

Sin previo aviso, sin la menor idea de que ocurriría, con su mirada fija en aquellos pequeños que poco a poco parecían desvanecerse, una sensación de pánico la invadió por completo. El terror nacía en el centro de su pecho, y se extendía por cada centímetro de su cuerpo, en cada latido taquicárdico.

Trataba de ese miedo arrollador, ese miedo como en el segundo después de dar el frenazo para evitar chocar contra el carro que se creía el dueño de la autopista. O cuando accidentalmente tus ojos no daban más y se cerraban en medio de la conducción, pasando a la otra vía y sintiendo el bocinado del camión que venía frente a ti, y corres el carro con el corazón en la boca lleno de adrenalina. O cuando tomas tu primer vuelo en avión y a través de las bocinas se escucha "Pasaremos por zona de turbulencias"

Es esa clase de miedo, en la cual solo puedes seguir manejando con cuidado luego de frenar de golpe, o comprarte un café a la pasada para no volver a dormirte al manubrio. Pero incluso siguiendo adelante, no te puedes tranquilizar. No hay café, y no hay cinturón de seguridad.
Era esa clase de miedo la que la hizo parar de golpe... Solo que el miedo no terminaba, seguía allí, iba creciendo más rápido de lo que ella esperaba. Ni siquiera sabía de qué tenía miedo; estaba en un parque infantil, podía ver a los pequeños con sus padres ¿De qué carajos iba a tener miedo? ¿De un recuerdo que ocurrió hace cientos de años?

Tiene miedo. Empieza a temblar como si tuviera cuarenta grados de fiebre. Un tiritón violento, como si estuviera en medio de la Antártida sin protección alguna. Sentía un calor sofocante, como si una fina capa de algún líquido le envolviera todo el tórax, desde los hombros hasta la mitad de la espalda, lo mismo hacia adelante.
Intenta dar unos pasos con ese temblor violento. Le fallan las rodillas y cae al suelo. Se da cuenta de que su corazón va a mil por hora, que puede sentirlo latir en cada una de las arterias de su cuerpo. Trata de respirar profundamente, pero sus pulmones deciden que ellos van a seguir el ritmo que se les venga en gana. Su respiración parecía ir tomada de la mano con su violento temblor, mientras notaba de manera sofocante como llamaba la atención a su alrededor, pero nadie hacía nada.

The  firstborn | Jujutsu Kaisen. (Pausada)Where stories live. Discover now