— ¿Quieres hablar acerca de ese "problema" que te tiene insegura...? —preguntó esta vez, mientras llevaba su cabeza hacia atrás y cerraba sus ojos por unos cuantos segundos.

El silencio invadió por completo.

Allí en esa banca, Yashiro permanecía sentada con la mirada un tanto baja. Su expresión se veía claramente devastada, y siendo popular, los estudiantes no tardaron demasiado en notar que algo había ocurrido con la castaña, pero no tenían el suficiente valor como para ir a preguntarle.

— Dejemos esta dosis de inestabilidad mental para otro día ¿Si? —respondió, escuchando un simple suspiro del azabache como respuesta, y el receso continuó en silencio, mientras observaban los partidos de béisbol y comían de lo comprado con tranquilidad.

Mira a ese mocoso. Pensó, cruzándose de brazos y alzando una ceja incrédula, mientras observaba con un rostro lleno de seriedad a ese pequeño de seis años, de tez clara y cabello oscuro peinado hacia atrás. ¡Tenía seis putos años! Y una mueca coqueta se esbozaba en su rostro mientras se apoyaba en la pared hablándole animadamente a la pequeña pelinegra (quien mantenía un rostro neutro y le miraba serenamente).

Imagina que haría Takeshi si estuviera aquí, mi pequeña Nakerama. Canturreó, nuevamente en su mente, para luego soltar un suspiro y negar levemente.

— ¡Hitsumi! —alzó, y la nombrada se exaltó mirando en todas direcciones al reconocer su voz.

Una vez que sus miradas se encontraron, Yashiro esbozó una leve sonrisa notando como su neutra expresión cambiaba a una de felicidad, y el castaño que (según la imaginación de Yashiro) parecía estar coqueteándole, se avergonzó y sus mejillas se tornaron de un rojizo fuego.

— ¡Yashiro-san! —alzó de vuelta, dejando solo al castaño dirigiéndose rápidamente hacia ella.

Mientras Hitsumi se acercaba, Yashiro firmaba aquel pequeño libro donde dejaba en claro ser quien retiraría a la pequeña.
La pelinegra abrazó una de sus piernas mientras la castaña terminaba su conversación con la profesora en la entrada, y tras despedirse, salieron de la primaria para adentrarse a las concurridas calles.

— Takeshi tendrá un entrenamiento largo, así que te quedarás conmigo hasta las seis y media, luego iré a dejarte a casa —relató, tomando la pequeña mano de la menor y sintiendo su calidez.

Una abrupta imagen del pasado llegó ante ella, le causó un repentino dolor de cabeza y presión en el pecho, mientras tragaba en seco y detenía con lentitud sus pasos.

— ¡Ah! ¿Podemos ir al parque? —preguntó, sin percatarse del semblante de la mayor, quien giró su mirada con lentitud hacia la derecha, encontrándose con un parque de juegos infantiles, con unos cuantos pequeños de la edad de la pelinegra.

— ¿A-Al parque? —repitió, algo perdida, bajando su mirada a la pequeña, pero ya no parecía ser la misma.

Su cabello ya no era negro, sino que castaño claro, como el suyo, y sus ojos tampoco eran oscuros como la noche, sino que de color miel como el amanecer. Sus facciones asiáticas no se encontraban tan marcadas como recordaba, y vestía prendas que no iban acorde a la época.

— ¿Yashiro-san? —repitió la menor, confundida por la forma en la que era vista, confundida por el dolor que se asomaba en su pequeña mano ante la fuerza que la mayor aplicaba en el agarre—. Usted puede sentarse en la banca, cerca de casa no hay parques... Quería aprovechar antes de llegar a casa —respondió, siempre fuera de lo acorde a su edad, parecía de alguna forma ser demasiado madura para tener seis años.

— Ah... Claro —respondió ella, pegando continuos pestañeos mientras la imagen real de la menor se aclaraba frente a ella, y su respiración se relajaba un tanto—. V-Ve a disfrutar.

— ¿Se encuentra bien? —preguntó, antes de continuar su camino hacia el parque. Pero lo que obtuvo como respuesta solo fue un largo silencio.

Luego de un tiempo, Yashiro asintió, pero aquello no dejó demasiado tranquila a la menor. Aun así, soltó su mano y caminó rápidamente hacia el parque, siendo seguida por la mayor con pasos más lentos.

Yashiro tomó asiento en una de las bancas frente a los juegos infantiles. Dejó su mochila y la de la menor junto a ella, mientras se quitaba el suéter del instituto y soltaba un poco su corbata, desabrochando a su vez unos cuantos botones de la blusa blanca.
Su cruzó de brazos confusa, reclinándose hacia atrás mientras soltaba un sonoro suspiro pensando en lo que había ocurrido hace unos cuantos segundos.

No era la primera vez que ocurría, pero sin embargo, habían pasado cientos de años desde que volvía a confundir la realidad con el pasado, y las personas de otras épocas se reflejaban en la actualidad, dejándola confusa con su apariencia y palabras. Dejándola pensativa de quien podía tratar, y porque tan repentinamente se le vino a la cabeza.

Pero había una parte que Yashiro olvidaba de aquello. Primero venía el reflejo del pasado, luego, meditar porque había ocurrido y quienes eran los que tan repentinamente se les venía a la mente, pero... ¿Qué venía después de aquello? ¿Qué era lo que ocurría una vez que recordaba? Sentía un cosquilleo y una sensación de pavor cada vez que rebuscaba entre sus recuerdos la imagen que se había asomado y por alguna razón, ese cosquilleo parecía ser una clara advertencia de "No lo busques", pero siempre solía ignorarla.

Alzó la mirada cuando un destello de un recuerdo volvió a pasarse ante sus ojos en una fracción de segundo. Era esa sensación de cuando tienes "una palabra en la punta de la lengua" y tardabas en pronunciarla. Era así, idéntico, pero sigilosamente peligroso.

Y pronto, cuando su mirada viajó por el parque de altos árboles, numerosos infantes, adultos y juegos infantiles, la imagen de aquella castaña de ojos claros y rasgos mixtos, se paró frente a ella; a unos cuantos metros, con una sonrisa llena de calidez que le llenó los ojos de lágrimas.

Alzó una mano, la sacudió en forma de saludo, mientras su cuerpo se movía de un lado a otro con lentitud, para sacudir aquel encantador vestido de estilo europeo, con sus brillantes zapatos negros, y ese broche de oro que sujetaba los mechones a los costados de su frente.
Tambien estaba ese pequeño que llevaba shorts hasta la altura de las rodillas, estilo traje, con un chaleco de traje y el chaquetón, el conjunto era de color gris, y usaba unas calcetas blancas poco más abajo de sus rodillas, con lustrados zapatos. Y un sombrero bombín en su cabeza, con aquella resplandeciente sonrisa y ojos azules como el cielo.

Mientras poco a poco, el cuerpo de Yashiro comenzaba a temblar de un pavor estúpido, recordando que era lo que venía luego de buscar en sus recuerdos.

The  firstborn | Jujutsu Kaisen. (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora