Lucky coin

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"¿Me amas?"

En aquel momento, el tono era neutral. Como si estuviera preguntando que sería mejor comer en el almuerzo.
Kenma colocó sus manos sobre su estómago, y respiro hondo mientras miraba al cielo nublado, bajo el árbol sin hojas en el que ambos se encontraban recostados.

"Probablemente."
Akaashi se rió ante esa respuesta, pero fue una risa suave, como un "pff"
El teñido lo miró, solo fue un segundo, pero cielos, como amaba la forma en que sus ojos se hacían pequeñitos y se cerraban cuando reía.
Cuanto amaba esa risa, y cuánto deseaba poder escucharla siempre.

"¿Probablemente?
Kozume, eres cruel."
El azabache se recostó en el césped, solo escuchando el crujido que provocaban las hojas otoñales al ser aplastadas, y oliendo la humedad en el aire.

Hacía frío, sin embargo, ambos se sentían cálidos.

"Tal vez...
Pero... Uhm... Supongo que no importa demasiado.
Después de todo, tu dijiste que te gusto por lo que soy." Él dijo.
Una respiración nerviosa salió de Kenma, luego de Akaashi, y poco a poco, como si fuera una señal del viento, voltearon, y se miraron al mismo tiempo.

Akaashi lo miraba, y Kenma también. Con los nervios saliendo a flote, porque ninguno era lo suficientemente bueno con las muestras de afecto.
Nerviosos y tímidos, deslizaron sus palmas, se tocaron la punta de los dedos, y luego, los entrelazaron.

"Tienes razón" Akaashi murmuró.
Y la respuesta que tal vez Kenma quería darle, se esfumó en cuanto sus labios se juntaron con los del azabache. Sabían a menta, y sin saberlo, aquello se había convertido en su sabor favorito.

"Me gustas, y ni siquiera es necesario que te haga una promesa, planeo pasar mi vida contigo, y solo contigo."

Ellos se miraron, se ruborizaron, y sonrieron. Al compás del viento, se dieron otro beso, y tomados de las manos, se levantaron del suelo.

"Se hace tarde, y creo que fue demasiada imprudencia escapar en medio de clases solo para venir aquí" Dijo Akaashi.

"Ya sé, pero tampoco me arrepiento, después de todo eso me... Bueno... Me permitió pasar tiempo contigo" Musitó Kenma con algo de nervios en respuesta.

Los dedos de Akaashi siempre se sintieron fríos, y eran largos, las manos de Kenma eran más pequeñas, y sus dedos más cortos, pero más cálidos
Y cuando esas manos hacían colisión entre sí, se sentía mágico, como fuego, como si estuvieran siendo arrastrados por una marea de emociones que se negaba a dejarlos ir.

Ellos caminaron, desviando las miradas y evitando hablar demás. La casa de Kenma estaba cerca, así que no tardarían mucho en llegar.

"Mi... Mi casa está sola hoy."

Y Kenma se ruborizó, porque a decir verdad, había estado deseando tanto escuchar eso.
Se dieron un beso junto al impacto del sol que daba paso al atardecer, y antes de que la noche cayera pareciendo querer consumirlos, corrieron tan rápido como pudieron hasta las comodidades del hogar del azabache.

Para Akaashi, las noches solían ser frías, solitarias y oscuras.
Pero desde que Kenma estaba con él, la única oscuridad existente, era la que se formaba en la habitación cuando se apagaba la luz.

Incluso debajo de las sábanas, ni siquiera se sentían como dos, eran uno. Lo sabían, incluso solo siendo visibles las sombras del otro para saber que seguían ahí, lo tenían presente, y aunque solamente estuvieran tocándose desesperadamente para pedir que la noche nunca terminase y nunca se quedasen solos, algo les alumbraba, una calidez que les llenaba enteramente, los envolvía, y soltarla se volvía imposible.
Y era mágico, era simplemente grato el hecho de besarlo, de tocarlo, de poder aferrarse a él tan desesperadamente como pudiera. Y la manera en que los dedos de Akaashi se enredaban en su pelo y lo miraba, era fascinante. La dulzura y el amor en su mirada era simplemente algo de lo que nunca podría cansarse.

Another fallWhere stories live. Discover now