prefacio

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Las copas de los árboles se agitaban con ímpetus, los animales corrían despavoridos y las aves cantaban sin cesar. La muerte estaba cerca, se podía presentir en el aire.

Ella estaba en busca de su presa.

Los latidos de un corazón agitado, una respiración acelerada y seguidos de unos veloces pasos se hicieron escuchar. El crujir de las hojas al pisar se escuchaba aterrador, pero él no se detenía, corría por su vida, luchaba por mantenerse a salvo. Luchaba por librarse de aquella cosa que lo perseguía sin descanso.

El miedo que reflejaba su rostro era indescriptible porque jamás se imaginó terminar así. Solo era un viaje de exploradores, un viaje de amigos y ahora estaban todos muertos, excepto él. Esa criatura deforme lo había devorado sin darle tiempo a escapar y ahora iba a por él.

Mientras corría por el espeso y oscuro bosque, no pudo evitar recordar las advertencias de su abuelo.

«No vayan a ese bosque. El oculta secretos que es mejor no revelar. Está prohibido entrar ahí. Despertarán a la criatura y su sed de sangre es imparable, y no descansará hasta cazarlos a todos».

Si tan solo hubiese imaginado cuanta razón iban a tener aquellas palabras, le hubiera hecho caso a esas advertencias, pero no lo hizo. Sus ganas de entrar al bosque prohibido y las insistencias de sus amigos pudieron más que la razón. Y aquí estaba, corriendo por su vida, escapando de aquello que lo perseguía, de aquello que con palabras no se podía describir.

Un gruñido bestial se escuchó a unos cuantos metros y su corazón se aceleró. Estaba cerca, podía sentirla correr detrás de él, podía ver su reflejo saltando entre los árboles. ¿Qué es esa cosa? Era lo único que se preguntaba una y otra vez.

La luna se hacía entrever entre las copas de los árboles y la escasa luz que reflejaba no le permitía correr con libertad, y el miedo en ocasiones le impedía avanzar con rapidez. Saltó un árbol caído y sus pies quedaron envueltos en las enredaderas del tronco, cosa que lo hizo precipitarse al duro suelo. Al girarse e intentar levantarse, la vio. Vio aquello que le perseguía acercarse. No podía distinguir bien que era, pero solo el brillo diabólico que resplandecía en sus ojos le era suficiente para aterrarlo y en un intento de salvarse empezó a arrastrarse hacia atrás tratando de colocar distancia de lo que sea aquello.

La criatura dio un paso más cerca y entonces pudo verla con claridad, y todo su ser entró en shock. Era ella, era aquel secreto que tanto guardaba aquel bosque y del que tanto los ancianos advertían.

La Ciguapa (Sin Editar)Where stories live. Discover now