Capítulo 13

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Capítulo 13

Los rayos del sol arrancaron a Catalina del estupor en el que estaba sumida; su cabeza retumbaba como si
un millar de tamborileros se hubiera reunido en su cerebro para celebrar las fiestas patronales. Con un esfuerzo sobrehumano, consiguió elevar uno de sus párpados durante unos segundos, pero la intensa claridad que entraba por la ventana hizo que lo cerrara casi al instante.

Un rato después, lo intentó de nuevo y a punto estuvo de lanzar un grito cuando descubrió a Leopold tumbado a su lado, en su propia cama, con los dedos enredados con familiaridad en su cabello. ¡Dios santo! ¿Qué había ocurrido la noche anterior? Cat tenía la mente en blanco. Desesperada, trató de hacer memoria y poco a poco le empezaron a llegar algunas imágenes al cerebro; había salido a cenar con Leo… sí, empezaba a acordarse de pequeñas cosas: el restaurante era precioso y tenía unas vistas espectaculares, habían hablado y reído juntos, pero… por muchos esfuerzos que hiciera, no lograba recordar nada más.

Miró a Leopold que aún dormía ajeno a todo. Su pelo plateado estaba revuelto y los cañones de la barba apuntaban en sus mejillas, su camisa estaba medio desabrochada, dejando entrever su pecho moreno, y tenía una expresión ligeramente vulnerable en su sueño, que lo hacía parecer más joven. De pronto, Catalina se percató de que ella, bajo las sábanas, lo único que llevaba puesto era su ropa interior. ¡Dios! ¿Se había acostado con él? Angustiada, se mordió el labio inferior y notó un súbito calor en sus mejillas; tenía pinta de que sí. ¡Se había acostado con su vecino y no recordaba absolutamente nada de nada!

Con cuidado, tratando de no despertarlo, Catalina liberó su pelo, se bajó de la cama y se puso en pie, sintiendo que su cabeza estaba a punto de explotar. Ya en el cuarto de baño, apoyó ambas manos a los lados del lavabo y, al ver su cara desencajada en el espejo, soltó un gemido. Del botiquín sacó un par de pastillas que tragó con un poco de agua, abrió la tapa de la crema limpiadora y se quitó los restos del maquillaje. Después regresó a la habitación, cogió unos shorts, una camiseta y una muda de ropa interior, se metió bajo el chorro de agua caliente y trató de no pensar en nada mientras se lavaba la cabeza. Cuando terminó se secó un poco el pelo con la toalla, se lavó los dientes y regresó al dormitorio. Leopold no se había despertado aún, así que Catalina se sentó en una silla que había junto a la cama y lo observó dormir, mientras se retorcía las manos con nerviosismo.

Al cabo de unos minutos, los párpados masculinos se abrieron de golpe y los ojos grises, completamente lúcidos, se encontraron con las temerosas pupilas pardas. Leopold se limitó a deslizar la mirada por las largas piernas enfundadas en los shorts, el pelo húmedo, la camiseta limpia y las manos femeninas que no paraban quietas, y una sonrisa, ligeramente burlona, se dibujó en sus labios.

—Buenos días, Catalina.

A Cat se le antojó que el tono de su vecino sonaba demasiado íntimo y notó que se ponía colorada de nuevo.

—Leo. ¿Tú y yo…? —sin saber cómo seguir, la joven se mordió el labio inferior, turbada.

—Dime, cariño, ¿qué quieres saber?

Al escuchar el apelativo afectuoso que acababa de emplear, un escalofrío hizo a Catalina se le erizasen los cabellos.

—¡Dios mío! —exclamó, al tiempo que escondía sus mejillas sonrojadas detrás de sus manos—. ¿Qué pasó anoche? No recuerdo nada en absoluto.

—¿Qué quieres decir? —Cat creyó detectar un matiz dolorido en la voz masculina, así que hizo un esfuerzo, alzó su cara hacia él y sin quitarse las manos del rostro, entreabrió un poco los dedos para poder mirarlo.

—Lo siento, Leo, soy incapaz de acordarme de lo que sucedió ayer —confesó, muerta de vergüenza.

—¿Me estás diciendo que no recuerdas con qué pasión hicimos anoche el amor? ¿Que has borrado de tu mente tus súplicas para que te hiciera mía? ¿Que has olvidado tus gritos pidiéndome más? —preguntó Leopold con expresión herida.

Algo Más Que Vecinos Where stories live. Discover now