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「ᴹᵉᶠⁱˢᵗóᶠᵉˡᵉˢ 」
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-¿Crees en el Cielo y el Infierno? -Una pregunta que ha creado disputas por décadas se deslizo por los secos labios del hombre mayor que respiraba a duras penas.
-Ciertamente no tengo el conocimiento de si el Cielo, aquel paraíso prometido, existe y espera por nosotros, aun así, me inclinaría a negar su posible existencia. -Con serenidad el muchacho se dejó caer para reposar en el sillón cercano a la cama donde descansaba el hombre que dejaba escapar suspiros lastimeros.
-¿Y el infierno? -Con sobre esfuerzo parpadeo con el propósito de enfocar la presencia del chico más joven, aquella presencia que siempre le repugno, que odio, mas también temió-¿Es una diferente historia?
El hombre divagaba, dando rastros de como su mente se alejaba, o tal vez había perdido la razón hace años, cuando perdió lo que amaba.
-Oh anciano, después de vivir tantos años... ¿Todavía no lo notas? -La suave risa que el muchacho creaba en el silencio de la habitación hacia temblar al mayor, que deseaba que la muerte le llevara prontamente para escapar de las garras de algo todavía más temible-¿Has odio hablar de Mefistófeles? -El repentino cambio de tema alarmo al anciano, que sabiendo como el menor deseaba alargar su estadía en el mundo de los vivos, aclamaba a Dios que se apiadara de él.
Sin esperar la respuesta el chico continuo con su reflexión.
-Mefistófeles es, según el folclore alemán, un demonio que consideraban un subordinado de Satanás. -Una sonrisa rebosante de diversión bailaba en los lindos labios del chico, le encantaba la situación, la gozaba con un gran deleite-¿Sabes que hacía? El recolectaba las almas, algo muy llamativo, ¿No crees?
-Si...
Un imprevisto sonido de un chocar de palmas asusto al hombre que dejaba escapar su vida a cada minuto, trayéndolo a la consciencia nuevamente. Tras haber llamado la atención del moribundo el muchacho reposo su espalda en el sillón y con cuidado extrajo el único crisantemo que decoraba el florero, lo admiro por unos segundos y acaricio con suavidad los pétalos que caían con cada toque que daba.
Para el hombre cada caída se sentía como alfileres atravesando su corazón, tanto dolió que aparto la mirada, sin embargo, el chasquido de lengua del menor le dejo en claro que debía observar, estaba obligado a recordar, obligado a sufrir.
-Recuerdo muy bien una frase que Mefistófeles dijo. -Sus iris chocaron-"El infierno no tiene límites, ni queda circunscrito a un solo lugar, porque el infierno es aquí donde estamos y aquí donde es el infierno tenemos que permanecer" -Sin detener sus dedos los pétalos siguieron cayendo hasta el frio suelo-¿No te parece curioso? Como nosotros vivimos...-El ultimo pétalo cayo, y sin mostrar emociones en su bello rostro soltó el tallo sobre el anciano-...en el mismo infierno.
El mayor sentía como las lágrimas se acumulaban en sus parpados, como su pecho subía y bajaba tratando de acumular oxígeno para tratar de disipar el nudo en la garganta que se le formaba, impidiéndole hablar.
-Me pregunto. -Ladeando su rostro el chico observo atento el irregular respirar del hombre-Si vivimos ya en el infierno, ¿A dónde iras a parar cuando mueras? -Su palma toco su rostro, su dedo anular dando leves toques para dejar en claro que lo estaba pensando seriamente-Es obvio que ambos sabemos que al cielo no iras, no lo mereces. -Apoyando ambas manos en los reposabrazos del sillón se levantó, dándole un vistazo por encima a su acompañante-¿No lo crees así también, abuelo?
-...-Sabiendo que poco le faltaba para soltar su último suspiro el anciano cruzo miradas con su nieto y le sonrió con sus labios temblorosos-¿Eres...tu Mefistófeles?
Tras decir esas palabras el aire en la habitación se enfrió, y el leve sentimiento de que las paredes le comerían cruzo por su mente, haciendo que quisiera correr lejos del ente negruzco que comenzaba a rodearlos.
-Tal vez lo sea. -El brillo rojizo que emitían los iris del chico era lo único que el anciano era capaz de ver-Tal vez solo nací para ser tu Mefistófeles.
Y esa frase junto a los iris rojizos fue lo último que el vio antes de ser consumido por el ente que se hallaba hambriento de su sangre.
ᴠᴏᴛᴀ | ᴄᴏᴍᴇɴᴛᴀ
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