II - El día en el que te elegí

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Estaba tan molesto que cuando vi la lata de refresco en medio de la acera, aún a varios metros de distancia, sólo se me ocurrió que era el elemento idóneo en el que descargar mi frustración. Enfilé hacia ella. No tenía más que ojos para ella. Cuando llegué a poca distancia, mi mundo era ella, y la patada que le di estaba recargada con los odios, frustraciones y rencores que llevaba arrastrando los trescientos centímetros previos. El golpe que se llevó en el talón el niño que había delante, por tanto, tuvo que doler.

Jaime. Jaime Ruiz es como se llama el muchacho, y no tenía más de ocho años. No sé si habéis escuchado alguna vez la voz de un renacuajo de esa edad chillando a lágrima viva y, terror de los terrores, llamando a su padre. No me habría dado tanta angustia de no ser porque el señor en cuestión era lo que es mundialmente conocido como el buscabroncas del barrio. Todo barrio tiene uno y en el mío estaba el Chuti. Un cani venido a menos tras años de raparse las cejas, meterse coca y escuchar música diseñada en laboratorios del otro lado del mundo para zombificar las mentes. Su chorbi era La Fefa, conocida porque cada vez que hablaba parecía que andaba vendiendo verdura en el mercado, y el crío había heredado su potencia pulmonar. Berreaba como un cochino el día de la matanza.

—Ey, ey, bonito, no me llores, vamos, no me llores. ¿Quieres un caramelo? Puedo darte un caramelo. Venga, que no ha sido para tanto. No puede haberte hecho tanto daño.

Mientras decía eso, veía que el mocoso subía y subía el volumen de sus gritos y se sostenía la pierna por debajo de la rodilla, levantando ligeramente su pantalón deportivo. La línea roja que se podía ver en el talón hablaba de herida cortante y de las consecuentes hostias que me iba a llevar yo cuando me viera su padre.

Al alzar la vista descubrí que las hostias estaban más cerca de lo que creía y que el Chuti había vuelto a afeitarse las cejas.

—¿Qué pasa aquí? —Preguntó, y no con voz conciliadora precisamente.

Sus ojos estaban fijos en mí y tenía esa expresión de perro loco, con la boca entreabierta y la lengua a medio salir, rozando sus dientes carcomidos por las drogas.

—Nada, el chaval, que le he hecho daño sin querer y estoy viendo a ver si es grave. Pobrecito, si es que soy un torpe. Disculpa, ¿eh? Porque no lo vi. Estoy cargando esta caja y no veo bien lo que tengo delante. Le di un golpe a la lata esa y… bueno, imaginarás. Pobre crío. Deja, que le compro unas tiritas en la farmacia y le invito a un helado, ¿o prefieres un dulce? —le pregunté al enano, intentando mirar lo mínimo posible al padre.

Mi maniobra de evasión hizo aguas ante la profunda simpleza de la mente de ese hombre, que cuando se enfocaba en algo no podía prestar atención a otras cosas, y ese día se había acercado a mí con la idea fija de romperme la boca, por lo que todo lo que saliera de mi garganta era ruido innecesario que, a lo máximo, podía darle banda sonora a su diversión matutina. Sin abandonar su expresión de profunda ignorancia, me dio un empujón, haciéndome trastabillar unos pasos pero sin llegar a tirarme.

—¿Quién te crees que eres para ir ofreciéndole helados a mi hijo? ¿Te crees que acepta la caridad de cualquier encorbatado de mierda, capullo? ¿Te crees que puedes venir a mi casa, golpear a mi familia, y largarte como si nada? ¿Eh? ¿Quién te crees que eres? ¿Eh? ¿Eh? —Acompañó sus últimas palabras con movimientos de barbilla mientras me daba empujones y se pegaba a mi pecho, un ritual cani que precede a toda pelea callejera que se precie.

—Mira, de verdad, ha sido un e…

Daba igual lo que intentara decir. Mis palabras eran constantemente interrumpidas por sus golpes. Me limitaba a retroceder y tratar de poner la caja entre su cuerpo y el mío, sin demasiado resultado. Ya habíamos comenzado a atraer la atención a un nutrido grupo de mirones, los cuales tenían la decencia de fingir que estaban ocupados sentados en un banco, atándose los zapatos, esperando a que el perro no hiciera nada junto a la farola… Lo común.

Quiero ser tu puta (gay/yaoi)Where stories live. Discover now