Capítulo 20 - Bailando con lobos

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—¡ALEEEEEEX! ¡ARRIBA!

Alex se asustó tanto que se cayó de la cama llevándose la manta con ella y dándose un buen golpe contra el suelo.

—¡LAYLA! ¡¿CÓMO DEMONIOS HAS ENTRADO?!

—¡Por la ventana! —explicó la adolescente, como si fuese lo más normal del mundo.

—¿Cómo que por la ventana? ¡Estás loca!

—Alex no hay tiempo para esto, ¿sabes qué pasa hoy? ¿Lo sabes?

—Sé que son las siete de la mañana —dijo mientras trepaba para volver a subir a la cama—. Y que mi madre va a matarte cuando sepa que has subido por la ventana.

—Hoy es el baile, ¡llevamos esperando este día años!

—Llevas —la corrigió—. Yo espero que pase rápido. Muy rápido.

Layla salió del ensueño en el que se había metido y sonrió compasivamente.

—Con la emoción había olvidado que eres la súper-vidente... —se sentó al lado de su amiga—. ¿A quién le has pedido que vaya contigo?

Alex abrió mucho los ojos y Layla la imitó mientras la señalaba con un dedo acusador.

—Alex, dime qué no se te ha olvidado.

—¿A quién se lo has pedido tú? —intentó defenderse.

—A Scott.

—Bien, pues se lo diré a Puck.

—Puck dijo que no iría, ¿no te acuerdas? Todavía no puede rodearse de tanta gente.

Carlos había regresado a casa después de que Ansgar acabase con la mitad de su manada. Para proteger a la vidente, todos lo habían acompañado y le habían jurado lealtad a Alex. Aún así, se veían pocas veces. Puck se había convertido en un experto excusador, y se inventaba todo tipo de historias para evitarlas. Ellas comprendían perfectamente el motivo, aunque no se podía decir lo mismo de sus otros amigos humanos.

—Pues voy sola.

—Vas con Dag. —Dijo Karen entrando en la habitación como si nada.

—¡Pero bueno! ¿Podéis dejar de entrar todos a mi habitación sin avisar? —miró a Karen, que también se había sentado a su lado—. Y no pienso ir con Dag. Estoy enfadada —Se levantó de la cama de un salto y empezó a sacar ropa para vestirse. Bueno, más bien metió la mano en el armario y esperó atrapar algo aleatoriamente. Terminó con un jersey verde cactus que le venía un poco grande y unos vaqueros.

—Yo no puedo ir con él.

—¿Y eso por qué?

—Porque, err... Me lo pidió ese chico tan mono de clase. El rubito. Y no quería decirle que no... Perdón. Sé que no es nada profesional. Pensé que te daría igual —se levantó de la cama y le dio una palmadita en el brazo—. Se portará bien. Te lo prometo.

—Oye, ¿pero tú no tenías novio? —le recordó Alex.

—Todo esto se está complicando demasiado como para tener nada estable. Además, tarde o temprano se acabaría la magia. Lo hemos dejado.

—¿Y estás bien? —preguntó Layla preocupada.

—Perfectamente. Por lo menos esta vez ha acabado todo sin heridos.

Alex sonrió compadeciéndose.

—Bueno. Está bien... —suspiró—. Por cierto, ¿se puede saber qué hacéis aquí las dos?

—¿Se puede saber qué hacías tú todavía en la cama? Hemos quedado con Elizabeth y con el padre de Layla en la biblioteca. Están a punto de llegar los cazadores.

Thorn ValleyWhere stories live. Discover now