Los desatinos de un guion ambicioso pero pedestre.

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  A estas alturas del campeonato, nadie puede poner en duda la efectividad mediática de Walcyr Carrasco como escritor; un creador con una cultura amplísima, que conoce a su público potencial y para el cual trabaja insaciablemente. El público de Walcyr no es el más exigente a nivel de temáticas, conflictos o incidencia social del producto; el público de Walcyr sólo quiere distraerse, disfrutar, reírse a carcajadas, ver triunfar a los héroes y aplastar en el fango a los villanos. Y Walcyr, como guionista complaciente que es, realiza los deseos de sus fieles seguidores.

Es el rey de la novela rural, muy pocas de sus creaciones en el horario de las seis, han sido fracasos, sabe articular las tramas, crear personajes entrañables, sorprender, engañar, pero como todo creador, también mete la pata alguna que otra vez. El horario de las nueve, no siempre le ha venido bien a sus historias, que no se caracterizan por textos elaborados y tramas comprometidas. Si el “Otro Lado del Paraíso” resultó en su tiempo un Conde de Montecristo denso y oscuro, su nueva obra, ·Dulce Ambición” (A dona do pedazo) es una especie de Vale Todo retorcido y disparatado.

Con todos los ingredientes para ser un excelente melodrama, Walcyr reviste su argumento con personajes cargados, algunos innecesarios y hasta pedantes. Personajes movidos por ambiciones tan primarias que los hacen lucir como verdaderos imbéciles. En el inicio de la trama, los personajes lucían muy bien diseñados (sobre todo los villanos) pero a medida que la historia avanzaba, los trazos se iban desdibujando para dejar garabatos dramatúrgicos en vez de personajes serios.  La heroína absoluta, María de la Paz, es una mujer que después de tanto sufrir por rencillas de familia, amores inconclusos, muertes y un embarazo en la pobreza, levanta un imperio mediante su talento; el hacer pasteles increíbles, casi mágicos (como el de canela) Con una hija horrible que la desprecia y hace de todo para perjudicarla. La heroína peca de ingenua una y otra vez, como si de una neófita se tratara y no de una mujer vivida y de negocios: el autor remarca demasiado que el amor de madre es ciego, pero eso no justifica la estupidez humana. Y sí, María es estúpida, pero Yosiane , su malvada hija , también lo es; cae muy fácil en las trampas que le ponen, trampas que el guion elabora para salir rápido de los nudos que el mismo provoca, inventa una psicopatía justificando los arrebatos fuera de tono de un personaje que no debió ser el villano principal. Ese rol le tocaba por derecho a Fabiana, una villana secundaria más astuta, más pensada, escurridiza, que en un momento también es atada por los nudos del guion y se vuelve tan bruta como Yosiane y María. Es que… la novela debería llamarse Bruta Ambición, le pegaría mucho más.

Los textos, son puros telegramas, sin ningún tipo de vuelo dramático y demasiado expositivos; los personajes lo dicen todo, lo explican todo, no dan un margen a la subjetivad del espectador, a la construcción de un juicio proveniente del pacto que hace el televidente con la ficción. La acción dramática es demasiado trepidante, digamos que forzada, asfixiante, sin tiempo para la meditación. Muchas subtramas están puestas a la fuerza, como puros rellenos, y eso da al traste, con la fatiga en los conflictos. Historias que no llegan a buen término porque no tienen mucho que aportar. El núcleo cómico de la familia de invasores, pudo ser muy divertido e interesante, sobre todo por los actores, pero terminó siendo pesado, disparatado, innecesario. Como ese, podría mencionar otros núcleos dramáticos sin mucho que decir; parejas inverosímiles, si química y con desempeños regulares.

Juliana Paes es la protagonista que todo autor quisiera tener en su elenco; hermosa, sensual, contenida, haciendo maravillas con un texto mediocre pero que ella moldea con su gestualidad y sus coqueteos, con las pausas y los silencios. Su sonrisa es hermosa, es seductora; con una sonrisa así, ¿cómo no salir ilesa?

A Marcos Palmeira nunca lo había visto tan mal en un personaje , pero su Amadeo Matheos es casi un figurante inexpresivo y monocorde, que no alcanza a tener química con la Paes, cosa extraña, pues en otras ocasiones han coincidido como pareja amorosa y han funcionado muy bien.

Otro que no convence es el Regis de Reynaldo Gianecchini, y no es que esté mal, sino que su personaje pierde el rumbo, el objetivo, no es convincente el repentino enamoramiento de María de la Paz luego de perjudicarla y engañarla con su hija. 

Agatha Moreira está más pesada de la cuenta en su rol de Yosiane; este debe ser su número 100 de muchachita insoportable y majadera, y como en las otras ocasiones está siempre arriba dejando desprovista a su interpretación de matices, mesura.

Paola Oliveira no está del todo desacertada en su rol de “Influecer pija” y superficial. Tal vez su gestualidad sea demasiado recargada, rayando en la caricatura, pero no es algo que moleste demasiado. La Fabiana de Natalia Dhill comenzó bien, borrando de nuestro imaginario, su imagen de joven dulce. Pero a medida que el personaje avanza, va perdiendo matices, tridimensionalidad, se va transformando en una de las tantas criaturas pedestres de Walcyr, con final no tan desastroso, pero tampoco de los mejores.

Sergio Guisé se quedó en el Gael de “El Otro Lado del Paraíso”, y de ahí no hay quien lo saque. Por suerte su carisma lo salva, y también, cierta química que logra con Paola Oliveira. 

Muy satisfactoria es la interpretación de Caio Castro como Rocky. Un personaje sin mucho asunto, pero con carisma, organicidad y fuerza.

Estas son las impresiones en mí, dejadas por Dulce Ambición, el mayor desatino hasta la fecha, de Walcyr. Sé que muchos quedarán atrapados por la inmediata comunicación que la historia establece con los públicos, pero muchos otros extrañarán la pericia de un autor, que ha demostrado en innumerables ocasiones, la efectividad de un estudiado populismo.   

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⏰ Last updated: Mar 27, 2021 ⏰

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