• - D I E C I O C H O - •

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— Nos vemos más tarde, si querés. — Golpeó mi hombro suavemente, sacandome una media sonrisa desganada. — Y si no querés, te voy a obligar. No te quiero deprimido todo el día.

Reí entre dientes débilmente, y negué con la cabeza. — Todo el día es poco...

Y así fue. Luego de entrar en mi habitación, ya no quise salir de ahí en toda la tarde. No me hacía bien comerme la cabeza estando solo, pero no tenía ganas de salir a ningún lado, ni ver a nadie. Necesitaba un poco de soledad.

Nunca iba a imaginarme lo fuerte que podía ser estar enamorado de alguien. Porque era así, en verdad lo estaba. Cuando Evelyn entraba al aula, todo mi alrededor se paralizaba por un instante, y era solamente ella; con su pelo rubio despeinado, con sus ojitos miel caídos por el sueño, con la sonrisa en su rostro al cruzar su mirada con la mía.

Una sensación eufórica me recorría hasta la punta de los dedos cuando sabía que volvería a verla, otra vez, en el salón de la escuela. Pero en ese momento, no solo era euforia, sino angustia. Sentir todo eso y pensar que nunca pasaría nada, me angustiaba, porque nunca me había sentido de esa manera. Nunca había sido así; una mezcla de sensaciones tristes pero felices a la vez... Era como tener angustias bellas recorriendo todo mi cuerpo.

— Valentin, abrí la puerta. — Grita la wawa desde el otro lado de la pieza, autoritaria.

— Ya te dije que no tengo ganas de nada, boluda, dejame tranquilo. — Bufé y me acomodé en la cama para quedarme mirando el techo.

— Dale flaco, estuviste todo el día encerrado. — Me decía Martín, lamentándose.

El Depa también estaba ahí. — Dejanos pasar, boludo.

En verdad trataba de evitar hablar del tema y seguirme humillando. Sabía que querrían ayudarme, pero ya no podría aguantar las lágrimas como lo venía haciendo durante todo el día. No iba a soportarlo.

— Estoy haciendo tarea, vayan tranquilos. — Terminé por contestarles para poder conseguir que se marcharan despreocupados.

Un silencio se formó durante algunos segundos detrás de la puerta, y pude imaginar como se miraban entre ellos de una manera penosa.

— ¿Dijo que está haciendo tarea? — Susurró Tobo, dirigiéndose a mis amigos. — Uh, chicos, está mal de verdad.

Bufidos salieron de los demás, y yo solo pude contener una sonrisa. — Callate Tobias. 

Reflexioné un poco antes de dirigirme a la puerta. Quizá me podía sentir mejor con ellos ahí, después de todo, habían ido hasta mi casa para tratar de alegrarme. Dejé ceder aquel sentimiento sensible que necesitaba un poco de consuelo, y giré la manija, encontrándome con las caras de mis amigos, llenas de orgullo al lograr que les abriera.

— ¿Me pasas el punto 3 de Geografía, entonces? — Me preguntó Tobo con sarcasmo, y reí.

Volví a recostarme en la cama. Esta vez boca abajo, buscando el lado frío de la almohada.

Sentí el peso de alguien sentándose a mi lado del colchón, y por el perfume de jazmínes supe que era la wawa.

— No me gusta verte así. — Me dijo con un hilo de voz, a lo que la miré con una mueca.

• c u p i d o ; wos •Where stories live. Discover now