Día de vuelo

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Tres meses habían pasado ya desde el comunicado de la boda entre Vernon y Petunia. Tres meses desde la primera cita de James y Lily; que por cierto, fue un poco desastre. Pero él quiso arreglarlo, por lo que le pidió a la pelirroja una segunda cita; y una tercera; y una cuarta...

¿Qué número tendría la cita de ese día? La... no, en serio, ¿cuál era ya?

¡Y ese era el mayor problema! Terminaba el curso y James y Lily no eran novios aún. Tendría que ser ese día, no podía pasar de ahí. Por lo tanto, tendría que hacerlo especial. ¿Cómo?

-Lamento decirte, Prongs, que tu gusto en el tema de hacer las cosas "especiales" no es el mismo que el de Lily -comentó Moony en el desayuno con educación.

-Hierto -asintió Sirius con la boca rebosando de comida-. La peligoja es más... -tragó todo lo que tenía con exagerado esfuerzo- normal.

-Oh, whao, Padfoot, gracias por las esperanzas -dijo con sarcasmo James mientras desmigaba un trozo de pan nervioso.

-James Potter, el pobre pan no merece eso -comentó una chica a su lado.

-Cierto, lo merece Pad -contestó él mirando de mal humor a su mejor amigo.

-Me quieres y lo sabes -dijo él guiñándole un ojo.

-James -volvió a llamar la chica con paciencia-, ¿me permites ayudarte?

El chico miró a la muchacha que se sentó a su lado. Era una chica de su curso, Alice, también de su casa. Era más baja que él, con el rostro redondo, rellenito y muy amable; sonrisa de oreja a oreja y cabello corto y negro, dándole un aspecto dulce. Siendo la bondad en persona y la novia de Frank Longbotton, Alice prestaba su ayuda, ¿por qué?

-Lily está emocionada, creo que ella sabe que se lo vas a pedir -explicó sabiendo lo que pensaba.

-¿Emocionada? -se alegró súbitamente James.

-Sí -rio Alice-. Venga, James, piensa. Si no tendrías una cita, ¿qué harías hoy?

-¿Pedirle una cita? -sonrió nevioso.

-¡Venga ya, Prongs! -exclamó Sirius dándose un cabezazo contra la mesa- ¡Mira el cielo! Despejado y hace poco viento, no mucho frío ya que estamos en marzo. ¡Es día de vuelo!

-Pensaba que a Lily no le gustaban las escobas -pensó James en voz alta mirando por la gran ventana del Gran Comedor.

-¿Porque nunca se ha montado en una? -adivinó la chica sin dejar la sonrisa- Las apariencias engañan, James; tienes a tu "pequeño problema peludo" como ejemplo.

-¡¿Qué?! -exclamó con repentino histerismo Remus.

-Sigues siendo mi amigo, Remus J. Lupin -declaró Alice señalándole seriamente-. Y de Frank también. Bueno, James, ¿qué harás?

-Volar -contestó con una sonrisa ladeada mientras bebía de su zumo de calabaza.

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Como dijo Sirius esa mañana, el cielo estaba despejado y corría un viento notable, pero no molesto. Había mucha gente en los jardines de Hogwarts, ya fuera estudiando o descansando. Total, era sábado.

James ya estaba montado en la escoba, observando vagamente cómo un grupito de chicas le observaban con avidez. No era la primera vez en esos tres meses que algún grupo de gente le miraba sin hablar. Algunos, incluso, se atrevían a recriminarle que había cambiado; que ya no era el mismo. Normalmente lo ignoraba, pero simplemente, cierta gente sobrepasaba el límite de paciencia. La última vez lo habían castigado por hechizar a un impertinente muchacho de cuarto; pero solo había sido una broma. ¿Y no hacía él eso? Gastar bromas. Entonces, James no había cambiado, ¿no?

Secretos de un merodeador (Jily)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora