No entiendo porque le molesta pero supongo que tal vez era el lugar de sus padres y por eso está irritado.

Regresa a la cama con la colcha junto a él tomando el otro extremo de la cama, observo como toma una almohada y se acuesta con los pies en dirección a la lampara cubriéndose y tan solo dejando visible un brazo por fuera de la sabana y su cabeza.

—¿Qué haces?—pregunto acercándome a él jalándole la colcha.

—Creo que es bastante obvio—contesta con los ojos cerrados—dormir.

—¿Así?—observo la posición en que se encuentra.

—¿Qué tiene?

—Tus pies.

—¿Qué pasa con ellos?

Respiro antes de contestar.

—Asegúrate de que si vas hacerme una pregunta realmente no conozcas la respuesta.—suelta él dándole un jalón a la colcha haciendo que la suelte.

—Idiota.

—Campesina.

—Es pueblerina.

—Como te quiera llamar, al final terminas siendo lo mismo.

—¿Qué?

—¿De verdad no te vas a callar?—levanta un poco la cabeza.

—No.

—Veamos—se descubre un poco llevando la sabana a su cintura—ya que estás tan parlanchina cuéntame alguna historia que conozcas—acomoda la almohada tras su cabeza.

¿Historia? ¿Se refiere a un cuento? ¿A caso es un niño?

—No me digas que no conoces ninguna—me molesta.

—Claro que conozco muchas.—miento, no recuerdo la ultima vez que escuché una historia—¿Además por que tendría que hacer eso? solo duérmete y listo.

—¿Qué clase de niñez tuviste?—bufea.

Sus palabras me hacen recordar la historia que escuché acerca de sus padres, a la vez mi madre no solía hacer ese tipo de cosas cómo contar historias antes de ir a la cama y tampoco hubo un padre para hacerlo, ya que este desapareció luego de dejarla embarazada, al menos eso es lo que ella dice, pero creo que si me hubiera gustado contar con ese pequeño espacio familiar pero bueno.

—Solo quiero saber porque haría lo que dices—me acerco tomando asiento en la cabecera de la cama—si quieres escuchar una historia consigue a alguien más.

—Te dejaré quedarte sobre la cama si lo haces.

—Prefiero irme al piso.

—¿Estás segura?—me reta en un tono divertido.

—Si.

—Si no estoy mal recuerdo que de niño solía encontrar algunos bichos raros corriendo por ahí.—mueve su mano en el aire.

—Me crié en un pueblo, no tengo problemas con ellos.

—Algunos son del tamaño de mis pies—remueve la sabana mostrándome sus dedos.

—¿De verdad crees que creeré eso?

—Puedes creer lo que quieras.

—Ajá.

—Entonces bájate—me reta.

—Lo haré cuando desee.

Empiezo a creer que fastidiarme es su pasatiempo favorito, y más que una secretaria buscaba una mojigata, no veo otra razón por la cual traerme, si solo he estado dando vueltas por la casa o esperando en un rincón ha que se decida molestarse. No diré que me quedo callada tan solo porque es mi jefe, solo creo que dentro de mi quiero ver hasta donde llegará esto.

Conociendo lo prohibido ©️ (Editando)Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora