19- Porque no pude detenerme ante la muerte 1/2

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Uno, dos, tres veces hice girar la espada en la mano, soltando un pavoroso grito de guerra. Al hombre caído se le pusieron los ojos como platos cuando la espada bajó directa a su cabeza. En el último segundo, me torcí a la derecha y hundí la hoja en la hierba blanda, apenas a un pelo de distancia de la oreja del soldado. Mi pecho jadeaba por el esfuerzo, la adrenalina corría por mi organismo y entonces oí los vítores. Los demás reclutas se habían echado hacia atrás y aplaudían.

Inmediatamente hice un gesto para que un sanador atendiera al muchacho caído. Cuando se lo llevaba algo tambaleante del campo de entrenamiento, se detuvo ante mí. Me sequé de la boca el agua que había bebido de un odre cercano y estreché el brazo del muchacho. Éste sonrió, mostrando que le faltaba un diente y tenía la boca ensangrentada.

-Ha sido un honor, Señora Conquistadora. Todo lo que dicen de ti es cierto: eres una gran guerrera. Pero creía que te tenía- el joven oficial meneó la cabeza, perplejo.

Le estreché el antebrazo y lo felicité.

-Has estado a punto, joven. Nunca dejes que tu adversario vea que sabes que has ganado. Vi esa expresión en tus ojos cuando alzaste la espada. La idea de perder hizo que me esforzara más.

-Sí, Señora Conquistadora- sonrió un poco tembloroso y se lo llevaron del campo de entrenamiento.

Los demás oficiales se congregaron alrededor de Alexandra y de mí y les ofrecimos un comentario sobre su rendimiento. Fue entonces cuando lo oí, y la sangre se me heló en las venas.

Kara pasó unas cuantas marcas escribiendo en sus pergaminos después de que la Conquistadora la dejara, para ocuparse de sus asuntos. La joven esclava ya sabía cuándo vio a Nicos, cuál era la noticia. Conocía, como casi a todos los esclavos de palacio, el astuto plan de su señora para atrapar al administrador, Demetri. La mayoría de los hombres y mujeres libres no eran como su ama. Trataban a los esclavos como a ganado, como a una propiedad de la que se podía hacer caso omiso hasta que se la necesitaba. Por ello, hablaban sin tapujos delante de sus esclavos, sin darse cuenta de que había seres humanos inteligentes dentro del cuerpo de aquellos sometidos a esclavitud. Los esclavos sabían más de lo que ocurría en este palacio que a propia Conquistadora. Kara ya sabía que Demetri había huido. La joven tenía sentimientos muy encontrados a este respecto.

La verdad de lo que había hecho ese hombre afectaba a esta pequeña esclava por motivos muy personales, pero nunca se lo había contado a nadie. ¿Para qué molestarse? Al fin y al cabo, era una esclava, la esclava de la Señora Conquistadora... muy apreciada, pero esclava no obstante.

La pequeña rubia caminaba ahora por el conocido pasillo que llevaba a las habitaciones de Samantha. Reflexionaba sobre la idea de pertenecer a Lena y sobre todo lo que hacía tan poco que había averiguado acerca de lo que sentía la Conquistadora por ella. Kara no osaba decirle a su ama que estaba perdidamente enamorada de ella. Sin embargo, por un momento, cuando estaban a solas en su habitación, estuvo segura de que Lena estaba a punto de declarar esto mismo.

Por los dioses, ¿estoy perdiendo la cabeza? Lena la Conquistadora, con lo bella que es, jamás se enamoraría de alguien como yo... ¿Verdad? Además, ¿no olvidas que eres una esclava?

Las reflexiones de Kara la llevaron a la noche anterior. Había llorado muchísimo, pero cuando Lena no pudo expresar sus sentimientos, a la joven esclava le pareció mal, por no decir hasta peligroso, ser la primera en confesarlo. Si la Conquistadora no era capaz jamás de reconocer esos sentimientos, Kara estaba condenada a una vida de soledad. Amando y siendo amada, pero sin poder decirlo nunca... Kara había soñado toda su vida con alguien que le dijera esas palabras. Sabía que fuera cual fuese el curso que Lena eligiera para su relación, ella serviría y amaría a la Conquistadora de buen grado.

Conquistando a la Conquistadora (ADAPTACIÓN SUPERCORP)Where stories live. Discover now