Único

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Mis piernas ardían mientras corría al igual que mi pecho se contraía y quemaba mi garganta. Nunca he sido una persona atlética, en realidad, mis personas allegadas aseguran que si fuera alérgico a algo esto bien podría ser cualquier actividad física. En lo personal, una alergia incurable.

—¡Alcancen al estúpido niñato!

Entonces, te preguntarás ¿por qué llevo corriendo desde hace cinco calles? Bueno, esos tres hombres que vienen detrás de mi quieren golpearme y, si bien rehuyó a un esfuerzo físico mayor a caminar, también valoro mi rostro sin hematomas.

En una calle más adelante se encuentra mi edificio. Una estructura blanca con cinco pisos (sin contar la planta baja y azotea). Yo vivo en el tercero, junto a mi madre que, para mi suerte, acaba de entrar a su turno nocturno.

A unos cuantos pasos puedo ver el callejón oscuro que podría ser mi atajo personal. Mis piernas ya no resisten al igual que mi poca estabilidad en respirar; mi mochila golpea cómicamente mi espalda, a la par que las correas de mi sudadera saltan sobre mi pecho. Opto por la decisión que mi instinto de supervivencia me gritó por tomar. Corro hacia el callejón y doy vuelta en la entrada.

Un rayo de luz golpea mi visión, la farola está rota, pero ilumina la calle húmeda y semi vacía. A una distancia considerable hay un hombre recargado en la pared derecha, tiene un pantalón de vestir negro y una camisa verde olivo holgada. Maneja con elegancia un cigarrillo entre sus dedos y labios, gracias a la poca iluminación soy capaz de seguir el baile de humo que sale disparado de su boca. Hipnotizante. Mis ojos vagan entre los suyos y su cabello semi largo, tan negro como la noche.

Siento como jalan mi mochila, a su vez, cargando mi peso con ella. El hombre me mira poco sorprendido e incluso parece divertido cuando mi cara se estrella en el ladrillo de la pared contraria. Por un momento, en el que nuestro contacto visual se rompe pienso que tal vez vendrá a defenderme. Rápidamente desecho la idea cuando desvía la mirada hacia la suela de su zapato, jugando con la colilla.

— ¿Dónde está el puto dinero, Jeon?

Rio sin aliento, gimiendo de dolor cuando estruja mi cabello y raspa mi piel contra la dura y áspera superficie.

— Les dije que lo tendré el siguiente fin de semana, pero no son famosos por escuchar.

Alcanzo a distinguir más pasos aproximarse y puedo notar como el invitado ajeno a esta conversación se tensa incómodo. Me sorprende que aún no se haya marchado. Su cabello cae desordenado sobre su frente, pareciera que es una cortina para ocultar sus ojos.

—Oh, mi pequeño Jungkook. Te escuche, también recuerdo haberle cobrado los intereses a la perra de tu madre.

Mi estomago se revuelve ante la mención de mi madre así que trato de ignorar el malestar e intento ser más inteligente que los chicos inmaduros de mi edad.

—Bueno, acaba de obtener un nuevo trabajo y te debemos menos de la mitad. Por los viejos tiempos creo que puedes ser paciente y brindarnos unos días más de cortesía, ¿no crees?

Suspiro aliviado cuando suelta mi cabello y se aleja unos centímetros. Mi mejilla palpita salvajemente y siento como la sangre corre de mi labio inferior. Por el ardor que siento puedo asegurar tengo más de un raspón. Posiblemente mamá se preocupe en la mañana.

—Si no tienes el dinero para la siguiente semana, Jungkook, juro por dios que la cara que mi puño romperá no será la tuya.

Asiento dócilmente, separándome de la pared una vez ellos han salido del callejón, otorgándole miradas furtivas a la persona en el otro extremo. Uno de los matones se acerca a él y toma la tarjeta que le ofrece. Él levanta su rostro cuando siente a la otra persona invadir su espacio personal y, sin la elegancia que utiliza con su cigarro, extiende el pedazo de papel. Parece tan...cansado.

R?AL - vkookWhere stories live. Discover now