Capítulo 01

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N/A: Este fic, a pesar de ser en realidad un documento único, he decidido por longitud dividirlo en capítulos cortos. Está escrito en base a un rol propio sobre ambos personajes. Esa es la razón por la que igual notáis alguna diferencia en la narración a la hora de leerlo. Es difícil montar como historia algo escrito desde dos puntos de vista, pero he intentado organizarlo lo mejor posible. ¡Aun así espero que os guste!

Disclaimer: Overwatch y todos sus personajes pertenecen a Blizzard.

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 — Bienvenido de vuelta, gorrión —

Capítulo 01

Habían pasado años. ¿Seis quizá? Desde la última vez que la doctora Ziegler había visto a Genji cara a cara. Sus caminos se habían separado hace tiempo, e incluso la doctora, a pesar de haberle dicho que le esperaría en Overwatch, había terminado abandonado la base tras la explosión. Todos habían resultado dañados por algo más que heridas físicas en aquel fatídico día, pero lejos de eso, lo que más le había dolido a Angela había sido ver como toda su tecnología era robada y utilizada con unos fines muy diferentes a los que ella habría querido. Genji, por el contrario, mucho antes de aquel suceso ya había abandonado la base en busca de un camino que le llevaría hasta Nepal. Y así, por fin pudo obtener la paz interior que tanto había estado buscando.

A pesar de todo lo ocurrido, Angela estaba allí de nuevo tras haber llegado a un acuerdo con Jack y Ana. El grupo se había reunido de nuevo, pero eso no significaba que la rubia echase de menos al Shimada en el que tanto esfuerzo y horas había empleado. La última carta que había recibido por su parte fechaba de semanas antes. Y le había respondido, como siempre hacía, pero desconocía si le había llegado la respuesta.

Era entrada la noche, y para no romper sus costumbres paseaba con una taza de café humeante en las manos. Llevaba muchas horas de trabajo encima y había decidido tomarse un descanso. ¿Debería haber decidido irse a la cama? Efectivamente, pero en ella era habitual ese tipo de horas extra. Salió al exterior y se sentó en la pequeña plazoleta que tenían en el interior de la base. El cielo aquella noche estaba despejado, por lo que sus ojos azulados se quedaron perdidos en la infinidad del firmamento. Las estrellas brillaban con intensidad, aun a pesar de que algunas de ellas llevasen extintas millones de años atrás. Era en aquellos momentos cuando de verdad se sentía en calma consigo misma. Incluso la temperatura no podía ser más idónea.

Ajena a todo eso, y creyendo ser la única despierta en la base en aquellos momentos, no podía estar más equivocada. Pues si había un día indicado para el reencuentro con aquella persona que había estado horas antes en sus pensamientos, era ese.

Tras tantos años fuera, el menor de los Shimada no creía estar por fin de regreso. Ni siquiera sabía si estaba preparado para reencontrarse con la mujer que le había salvado la vida. En muchos aspectos. Durante el tiempo que había estado en Nepal, había podido reflexionar en profundidad y sentirse realmente arrepentido por todo el sufrimiento que le había causado a la de cabellos rubios. Estaba avergonzado de sí mismo y con un pesar muy grande en su corazón.

En completo sigilo, había entrado en la nueva base y aunque había buscado a la doctora en su consulta se encontró con que no estaba en ella. Aun así siguió buscando e intentando averiguar dónde podría estar. Pasados unos pocos minutos, un característico olor a café captó su atención; aquel olor que tantos recuerdos le causaba. Siguió el aroma hasta llegar al lugar en el que se encontraba. Dubitativo, permaneció unos segundos quieto. Finalmente, tras sopesarlo, decidió que alargar el momento era innecesario. Quería hablar con ella y por eso,  poco a poco y aun sin anunciar que estaba allí, decidió acercarse por su espalda al tiempo que se quitaba la parte de la máscara que cubría sus ojos.

Mientras tanto, Angela permanecía con la cabeza ligeramente alzada mirando aún al cielo. Estaba tan absorta en sus pensamientos que ni siquiera era capaz de imaginar que la noche estaba a punto de cambiar por completo. Había imaginado en su mente una y mil veces el reencuentro que podría tener con el paciente que más alegrías y tristezas le había dado en todos los años que había ejercicio su profesión. Pero, aun así, por mucho que pensase en ello, sabía que no estaba preparada para ello. ¿Cómo volvería? ¿Habría cambiado? ¿Vería el mundo con esa paz encontrada que tanto había anhelado? Las cartas le decían que volvería y, sin embargo, su temor no desaparecía. ¿Y si no... lo hacía?

La taza entre sus manos seguía humeando, y el olor a café inundaba el ambiente. No se escuchaba nada a su alrededor, ni siquiera el sonido de alguna ave nocturna que rondase por los alrededores. Su mirada seguía perdida en las constelaciones, tratando de averiguar de cuales se trataban. Era algo que muy pocos sabían, pero a Angela siempre le habían fascinado ese tipo de cosas.

— Veo que no has perdido las viejas costumbres, Angela.

Escuchar una voz a su espalda la sobresaltó por completo. No había escuchado llegar a nadie, y antes de poder hacer nada sintió como la taza se escapaba de sus manos para chocar estrepitosamente contra el suelo.

— ¡ !

Quiso soltar una exclamación, pero no salió sonido alguno de sus labios. Se había puesto de pie y girado al momento, sin prestar atención a la bebida que hacía unos minutos estaba disfrutando y ahora permanecía derramada en el suelo. En ese instante, la figura que tenía frente a ella pasó a ser el centro de todo. Una de la que llevaba tiempo esperando un mensaje que le avisase de su regreso. Por su tono de voz, supo al instante de quién se trataba y al parecer había logrado su meta. Ni siquiera prestó atención a su aspecto. Con los ojos anegados en lágrimas, se lanzó a los brazos de Genji en un abrumante abrazo.

— A-Angela. Estoy aquí... 

La primera reacción de Genji al escuchar la taza romperse había sido querer moverse con rapidez para ver si ella estaba bien o se había hecho algún corte. Pero los pasos de ella le habían cortado de raíz cualquier movimiento. Inmóvil, sorprendido y sin saber muy bien cómo reaccionar, atinó a mover los brazos para corresponder el abrazo en el que finalmente se fundieron.

Por otro lado, y aunque sabía que no iba a lograrlo por mucho que se mentalizase, la doctora se había prometido no llorar llegado el momento del reencuentro. Además de por su edad y su profesión, cuando se trataba de tener la mente fría no había como mujer como ella. Sabía mantener la sangre fría y la mente impasible cuando era necesario. Pero en ese momento, que tanto había esperado y que por fin tenía al alcance, no pudo evitar que sus sentimientos la desbordasen cuando una mezcla de alivio y alegría surgió al ver que uno de sus mayores miedos no se había hecho realidad.

— Genji. Genji... Me alegro tanto de verte...

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Si la lectura os ha resultado agradable, os ha gustado o tenéis cualquier opinión esta es más que bien recibida. También acepto cualquier tipo de opinión o consejo. ¡Siempre constructiva, por favor, no destructiva!

¡Un saludo!

Bienvenido de vuelta, gorriónWhere stories live. Discover now