Capítulo 2

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Al día siguiente amaneció un poco más tarde. Samtha se despertó con la llovizna típica del cambio de estaciones, antes de las grandes tormentas del invierno. El encontronazo de la noche anterior le hizo ser más precavido y decidió no dejarse sorprender de nuevo. Antes de ponerse en camino encordó su arco y preparó una flecha que sujetó con dos dedos.

Miró alrededor suyo, buscando a Welet, y lo encontró adormilado sobre una de las ramas de un árbol cercano. El joven chasqueó la lengua un par de veces y se puso en camino sin mirar atrás, sabiendo que el búho le seguiría a su ritmo, como había hecho desde que los dos se conocieron.

Por suerte su capa de viaje fue suficiente como para mantener la molesta llovizna a raya, y aún no había llovido lo suficiente como para embarrar el suelo. El paso de las Dos Hermanas se alzaba sobre él y pronto se encontró en la entrada del desfiladero.

Era un paso escarpado, con rocas que amenazaban con caerse sobre aquellos que lo transitasen sin precaución. A pesar de la hora, no había nada más que los ocasionales ruidos típicos de la naturaleza salvaje, pero parecían apagados, amortiguados de alguna manera.

Jirones de nubes se enganchaban en los puntos más altos del paso, como si amenazasen con cubrir el camino de niebla. Samtha continuó caminando, con un ritmo constante y seguro. Más o menos a la mitad del trayecto el terreno empezó a cambiar.

La tierra amarillenta y húmeda de las Tierras Inundadas empezó a dar paso al suelo oscuro y rojizo en puntos típico de Refugios. Cada vez encontraba menos tierra en sí y más gravilla y piedras sueltas, de un color claro que contrastaba con el de la tierra oscura.

De entre los jirones de niebla aparecieron dos estatuas, de la altura de tres personas, una a cada lado del desfiladero. Por el libro de su madre, Samtha sabía que eran esas dos estatuas las que daban nombre al paso. En persona le resultaron incluso más impresionantes que la descripción que había leído.

Se paró unos momentos enfrente de Kerihu, la hermana que se encontraba a su izquierda. Mientras murmuraba una breve plegaria, evitó mirar a la hermana de la derecha, la que perdió su nombre. Tras recitar tres veces la correspondiente plegaria de Kerihu, que también era conocida como la señora de las tormentas, continuó ascendiendo hasta salir del paso y alcanzar la planicie de Refugios.

Los árboles a este lado eran mucho más antiguos, algunos de ellos verdaderamente enormes. Según continuó andando se volvieron más y más frecuentes hasta que en poco tiempo estuvo rodeado de ellos. En ese momento percibió como Welet lo alcanzaba y pasaba volando lentamente por encima de él.

—Mantén tus ojos abiertos, amigo. Aún nos queda mucho camino.

Por toda respuesta el búho aleteó unas cuantas veces tras posarse en un rama y se quedó mirándolo fijamente.

Si las instrucciones del libro eran correctas el camino a través de este bosque debería estar marcado. Se preguntó si merecía la pena pararse unos momentos y buscar esas marcas. Al final decidió que seguir avanzando sin ningún tipo de guía era más arriesgado que emplear algo de tiempo en encontrar las marcas.

Le costó media hora pero una vez consiguió ver el primer símbolo tallado en la corteza de uno de los cedros cercanos le fue relativamente fácil encontrar el siguiente y conseguir, al menos, una dirección general en la que desplazarse.

Iba por buen camino y aún le quedaba suficiente luz del sol para avanzar durante un par de horas más. Sin soltar el arco ni guardar la flecha siguió caminando. La noche anterior le había demostrado que no estaba tan solo como él pensaba.

No debería preocuparle tanto, había lidiado con quebrados en otras ocasiones, pero era realmente extraño encontrarlos en aquella zona y menos aún en aquella época del año.

Círculo  - una novela inspirada en Ironsworn (en pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora