—Tom, cariño. ¿Estas bien? —trató de mantener la mayor calma posible para su hijo. Él asintió con la cabeza, luchando contra sus propias lágrimas. Ella le acarició la mejilla—. Lo sé bebé, vamos a salir de aquí. Ayúdame con él, ¿de acuerdo? —preguntó ella y él asintió. Tom siempre fue su pequeño ayudante, precoz y cariñoso. Ella sonrió suavemente antes de regresar al vehículo. El fuego estaba creciendo en intensidad.
Regresó a la morena en el asiento del pasajero que ahora estaba inconsciente. Buscó el pulso y no encontró ninguno. La mujer se había desplomado hacia adelante, la sangre goteaba de su boca abierta. Elizabeth hizo una mueca mientras se acercaba cojeando al lado del conductor y revisaba al hombre. Él saltó ante su toque antes de que sus ojos se cerraran una vez más. Ella luchó por sacarlo del vehículo mientras el fuego seguía creciendo. Era tan alto y pesado que ella luchó inmensamente. Después de sacarlo del vehículo, con bastante mala gracia, lo puso bajo sus brazos hacia los niños. Le parecía familiar, pero era difícil saberlo por los cortes, magulladuras y sangre. Justo cuando lo dejó en el suelo y se dio la vuelta para regresar, el auto explotó, envolviendo a ambos vehículos y enviando escombros por todas partes. Elizabeth logró arrojarse sobre los niños de manera protectora antes de desmayarse.
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Rachel despertó aturdido. Su cabeza latía con fuerza, le dolía el cuerpo. No recordaba haberse quedado dormido. Cuando recobró la conciencia lentamente, miró alrededor de los alrededores desconocidos. Rápidamente se dio cuenta que estaba en un hospital y su corazón comenzó a acelerarse.
Sintió el tirón de los cables en sus brazos y comenzó a entrar en pánico. Podía escuchar el pitido de la máquina del corazón acelerando. Entonces recordó. Se sentó erguido mientras un par de enfermeras entraban apresuradas en la habitación.
—¡Señor Bolan! —gritaron, tratando de empujarlo hacia la cama—. ¡Necesita calmarse!
—¿Dónde está mi familia? ¿Mi esposa? ¿Mis hijos? —es todo en lo que podía pensar.
Las muecas de las enfermeras con los labios apretados frente a él hicieron que el miedo se apoderara de su corazón. Trató de luchar contra ellas, pero sintió un ardor profundo en su brazo. Se volvió para ver a una de las enfermeras inyectando algo en su intravenosa. Trató de discutir, de luchar, pero no pudo moverse. Sintió como si algo se estuviera derritiendo en él. Sus ojos se volvieron pesados y su corazón se desaceleró antes que todo se volviera negro una vez más.
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