«Debilucho» pensó.

El coche se detuvo. Levantó la mirada y se percató de que, al otro lado de la calle, estaba el aeropuerto. Le pagó al conductor, le agradeció y bajó con su equipaje. Ingresó al establecimiento y observó la pantalla que indicaba los horarios de los vuelos. El avión hacia Nepal partía en cuatro horas. Tomó asiento y esperó a sus amigos en el lugar acordado. Al rato, la fila de personas se volvió más extensa, escuchaba el despegue de varios vuelos y ninguno de ellos aparecía. Permaneció con los pies en punta, sin notar el temblor hacia arriba y abajo de sus rodillas. Tronaba sus dedos y revisaba con frecuencia el reloj de su celular. Siempre se desilusionaba al comprobar que solo habían pasado cinco minutos.

Faltaban tres horas para que el avión partiera hacia Nepal. Escribía un mensaje al grupo de WhatsApp cuando unas manos se posaron sobre sus hombros y escuchó una pregunta  cerca del oído.

—¿Qué hacés boludo?

Se incorporó de un salto y volteó. Se trataba de Ulises, su amigo. Rieron a carcajadas y se abrazaron golpeando sus espaldas.

—¿Era necesario semejante susto? —dijo, apartándose de él.

—Es que sos re cagón y es divertidísimo —Encorvó el cuello y llevó las manos a la cadera—. ¿Y? ¿Qué dice tu vieja?

«Andate» recordó.

—Aceptó y está muy contenta, nos deseó éxitos —Alzó las cejas.

Ulises se mantuvo callado. Su sonrisa desapareció y frunció el ceño. Lo observó por unos segundos, el tiempo suficiente para incomodarlo. Apenas alcanzó a separar sus labios, antes de que escucharan voces femeninas.

—¡Va a llover, mirá quienes llegaron primero!

Ambos giraron la cabeza en su dirección. Se trataban de Valeria y Laura, las amigas conocidas por ser puntuales. Los cuatro se saludaron con un beso en la mejilla y Gustavo presumió que había llegado una hora antes.

—¿Y qué querés, que te demos un premio? —dijo Valeria riendo.

—¡Chicas, no saben lo que pasó! —Ulises rodeó sus brazos sobre los hombros de ambas—. Cuando llegué lo vi sentado acá, solito. Entonces me acerqué a él por detrás y...

Gustavo miró el reloj de su celular.

—Che, dejen la charla para después. El avión sale en poco menos de tres horas —Tomó su equipaje.

—No quiere admitir que es un cagón —agregó Ulises.

—¡Dale Tavo, no me lo dejés a la mitad! —dijo Laura.

—¿Y si hubieran llegado en horario?

Se apresuraron en ocupar un lugar en la fila del mostrador. Tiempo después, presentaron los papeles necesarios y aprobaron todas las revisiones.

Subieron al avión. Valeria y Laura se sentaron juntas, varios lugares por detrás de ellos. Al tomar velocidad en la pista, Gustavo no pudo despegar la espalda del asiento. Las ruedas se elevaron y sintió cómo la presión del estómago le recorría el pecho hasta alcanzarle la boca. Cuando estuvo por arriba de las nubes, tomó fotografías a través de la ventanilla.

Ulises inclinó el torso hacia él.

—No te creo nada —susurró.

Gustavo arrugó las cejas.

—¿Sobre qué?

—¡Lo de tu vieja!

Se mantuvo en silencio. Rara vez lograba mentirle, y siempre le intrigó saber qué lo evidenciaba. No importaba cuántas veces se lo preguntase, Ulises se negaba a decirle cómo identificaba una al escucharla.

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⏰ Last updated: Mar 04, 2021 ⏰

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