Una buena noche

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Harry dio varios pasos de manera vacilante mientras miraba fijamente la puerta de la habitación de Snape; había estado cerrada cuando salió para investigar el lugar del que provenía el ruido que lo había despertado, por lo que, si ahora estaba abierta, era porque el ojinegro la había dejado así deliberadamente.

Era una invitación.

Y era fácil de ignorar si así lo deseaba.

¿Pero lo deseaba?

Su polla le dio una respuesta clara a la pregunta.

Toda su sangre se había dirigido hacia el sur y tenía la boca seca.

Intentó analizar todas las razones por las que no debería entrar en esa habitación, pero antes de darse cuenta ya estaba de pie delante de la puerta.

Respiró profundamente y entró.

Nada más poner un pie en la sala, sintió cómo era empujado contra la pared, mientras la puerta se cerraba de golpe, y Severus Snape le besaba como si la vida se le fuera en ello.

Harry ya no pudo ser consciente de nada más que de músculos firmes, piel, el aroma del champú del profesor, la lengua de Snape, y la pared contra la que el ojinegro lo tenía aprisionado, y calor, calor, calor.

En algún momento, Snape separó su boca de la del joven, pero sin retirar su cuerpo.

La habitación estaba iluminada por una sola vela que ardía junto a la cama, por lo que el rostro del mayor era un paisaje de sombras y líneas nítidas. Un espejo que se encontraba instalado sobre la pared lograba reflejar la suficiente luz como para dar vida a las profundidades negras que eran los ojos del hombre.

El corazón de Harry latía desbocado.

A pesar de encontrarse con Snape, su profesor, y un hombre con el que hasta ese mismo día solo había mantenido una relación que se podría describir como antagónica, había sido el beso más apasionado y caliente que jamás le habían dado.

Los ojos de Harry se posaron sobre la boca del ojinegro, e inconscientemente humedeció sus labios con su lengua y presionó la parte inferior de su cuerpo contra el del mayor.

—No me follo a desconocidos —le recordó Snape.

—Lo sé —se mostró de acuerdo Harry, completamente aturdido. Miró a los ojos del pocionista fijamente, y después volvió a centrarse en su boca. Se sentía incapaz de pensar o razonar nada en ese instante.

Snape soltó una carcajada y deslizó lentamente una mano por el pecho de Harry, abriendo sus dedos hasta abarcar los dos pezones del joven, para continuar descendiendo sobre los tersos músculos del abdomen hasta engancharse en la parte superior de los pantalones del chico.

—Supongo que estás dispuesto a explorar las otras opciones, ¿no? —masculló el ojinegro.

La voz grave y seductora acarició las terminaciones nerviosas de Harry; nunca se había sentido tan a merced de otra persona, tan dispuesto a aceptar todas sus sugerencias. El darse cuenta de este hecho lo hizo sentir incómodo, y sintió una fuerte necesidad de lograr hacer que Snape perdiera el control de la misma forma.

—Mmmm. —Fue lo único que pudo responder el joven, inclinándose hacia delante. Su estatura más baja le permitió alcanzar uno de los pezones del ojinegro, atrapándolo entre sus dientes y dando un firme tirón. Sintió que Snape se ponía rígido, pero no cesó su agarre, mientras deslizaba una mano por el costado del pocionista, por debajo de su camisa, hasta alcanzar el otro pezón del hombre con el pulgar, pero no se detuvo ahí, sino que continuó su recorrido hacia la espalda de Snape, empujándolo firmemente contra él, mientras su boca y lengua suavizaban el dolor del mordisco dado al pezón.

El ManzanoWhere stories live. Discover now