...

 
- mira, tenías razón. No era escooby ni Shagui, ni nadie.- Olivia señaló la furgoneta, donde una mujer alta y morena se había metido.
 
- se ha instalado anoche. ¿Quien sabe cuanto se quedará? Me ha pedido agua caliente hace una hora. Dice que está de paso, pero no me sorprendería si se instalase más tiempo.- Ornella, la vecina, habló mirando hacia la furgoneta, pero Alba supuso que le hablaba a ella, porque no había nadie más allí para oírla.
- en ese auto no paga impuestos, se aprovecha de nuestra hospitalidad, ya sabes como es esta gente... con suerte acaba en el calabozo.
 
- mami, ¿la mujer de la camioneta de Escooby es una criminal?- Olivia pegó sus ojos al vehículo estacionado enfrente.
 
Alba le dedicó una sonrisa a la vecina para alejarse lo más rápido posible de la cotilla del barrio.
 
-mami, tal vez sí que lo sea.- se asustó el niño.
 
- entonces hay que acercarse a ella y ser amable para que no nos mate después.
 
- ¡Olivia!
 
- ¿qué?
 
- nada de eso. Es solo una persona que ha parado su camioneta aquí y ya. Ya os dije que no tengais en cuenta lo que os dice Ornella. Ahora apurad el paso que se nos hace tarde.

 
...
 

Atravesó la puerta a toda velocidad, alterando el aura pacífica que se respiraba allí, con el blues sonando bajito y Pablo tatuando a una mujer de unos treinta un pequeño corazón en la clavícula que, por su cara, le estaba causando el sufrimiento de su vida.
 
- lo siento- dijo al entrar. Por el horario y los modos.
 
- no te preocupes, supuse que había pasado algo con Claudia. Acabo de escuchar tu audio.
 
Alba se sentó frente a aquel escritorio de recepcionista.
 
- afortunadamente solo ha venido Juana.- señaló con la cabeza a la mujer mientras limpiaba la tinta sobrante con una servilleta. Juana saludó con una sonrisa fingida y una lágrima saliendo de su ojo.
 
Allí trabajaban en conjunto.
Alba se encargaba de algunos de los diseños, de la recepción y de la gestión administrativa del lugar.
 
- te he dejado un café con leche sin lactosa y un croissant.- alba llevó la vista hacia la esquina de su escritorio, junto a la fotografía de sus peques y detrás de su foto enmarcada, colgando de la pared y acompañada de las letras "empleada del mes" aunque claro, era la única empleada, ¿Como no serlo?
 
- Jo, muchas gracias. -Alba no dudó en darle un mordisco al croissant, su primer bocado desde que despertó.
- eres un santo
- no, ese es mi perro, pero si, soy un poco el mejor jefe de todos.

...

 
El timbre irrumpió el pacifico silencio del que alba llevaba apenas unos minutos disfrutando, tras llegar del trabajo.
 
incluso antes de abrir la puerta, ya se oía a una pequeña discusión.
 
- ¡que sí me baño! TÚ NO TE BAÑAS.
 
El padre de la rubia tomaba sus manos A cada uno de sus lados, esto no evitaba que ese dúo explosivo esté en plena batalla campal por quien sabe qué.
 
- ¿qué os pasa ahora?
 
- ¡mami!- se soltaron de las manos de su abuelo y se abrazaron a su madre. Alba acarició sus cabezas. Mientras el hombre miraba la escena con cariño.
 
- hola papá- se abrazó a él y dejó que bese su coronilla.
- ¿quieres pasar y tomamos un café?
 
- lo siento cariño. Hoy no puedo. Voy a cenar con Gloria y tengo que prepararme.
 
- ala... tenemos una cita...- levantó las cejas.
 
- el abuelo y la abuela Gloria están enamorados.- rió Olivia.
 
- y van a darse besitos.- le siguió Ander en tono vacilón.
 
- uhhhh.- canturrearon a la vez. Causando las risas de los adultos.
 
- vale, te dejo para que te pongas más guapo aún. Mándale saludos a Gloria.- se despidió de su padre.
 
Antes de cerrar la puerta, notó que la furgoneta aún seguía allí, y no solo eso, la morena que había visto entrar esta mañana en ella, estaba hasta las narices de manchas negras grisáceas, y metiendo sus manos en la parte trasera del vehículo. Probablemente se le había roto algo y en cuanto lo arreglase, seguiría su camino. Habrá de estar en un viaje y ha sufrido un percance.
 
De repente, la mujer levantó la vista y la saludó con su mano. Alba notó que su padre ya había desaparecido por completo de su campo visual y ella se había quedado en quicio de la puerta.
Hizo un gesto con la cabeza y sonrió cordial.
 
- mami, Ander me ha dicho que no me baño
 
- ¡y Olivia también lo ha dicho!
 
- ¡pero porque tú lo dijiste antes!
 
- vale, vale, vale. Vamos adentro y lo resolvemos.

...

La película terminó, los créditos se hicieron presentes. Ander estaba dormido en el sofá, con un dedo en la boca y la otra mano perdida en los caracolillos castaños y bastante enredados que portaba su hermana en la cabeza. La niña se abraza a él, también dormida.
Alba se vio en la tarea de hacer dos viajes de ida y vuelta hasta la habitación para acostarlos en sus camas. Dejó una luz encendida y un vaso de agua con pajilla y tapa (para evitar accidentes) en la mesilla junto a sus respectivas camas.
 
Cualquiera pensaría que ahora comenzaba su momento de dedicar tiempo a ella misma. Después de todo, solo eran las diez y aunque la mayoría de los días esto no era así, pues apenas soportaba más de una hora luego de que sus peques se durmieran, a causa del cansancio, hoy había decidido soportar al menos hasta las doce.
La rubia luchaba contra esto a diario; luchaba por permanecer más tiempo despierta.
 
Tomó una ducha rápida, envolvió su media melena rubia en una toalla y se enfundó en tan solo unas bragas y su bata.
 
Pasó por la habitación de sus retoños y verificó que todo estuviera bien, dejó la puerta entreabierta para oir lo que sea que pueda pasar y salió al descansillo a fumar, como casi cada noche últimamente. No le gustaba para nada aquel hábito, pero frente al estrés que le provocaban ciertas situaciones, era su única salida.
Solo era un o dos cigarros en la noche, cuando se dormían sus hijos.
 
Normalmente no había un Alma en la calle, la gente dormía y solo se oía el murmullo de las hojas moviéndose por el viento.
 
Esa noche era fría, pero el viento era escaso y a diferencia de las demás noches, no estaba sola.
 
- parece que compartimos hábitos… -estaba sentada en el techo de su furgoneta, su voz sonó clara y no necesitaba gritar, pues la calle era bastante angosta y estába cerca.
- ¿todas las noches son así?- preguntó.
 
- ¿así como?
 
- así, aburridas. Es que parece que se han muerto todos.
 
- es un barrio tranquilo. Al menos de noche.
 
- oye... bajó del techo por la escalera de la parte de atrás de la furgoneta y cruzó la calle. Solo cuando se acercó, Alba advirtió lo verdaderamente manchada que estaba. Sus brazos, sus largas piernas, la camiseta de tirantes ajustada y corta, su abdomen... Nada se salvaba de las manchas negras de aceite automotriz.
- ¿podrías dejarme esa manguera?
 
- ¿pa...para qué?
 
- porque no voy a meterme a dormir así.
 
- ¿y vas a darte un baño en la entrada de mi casa?
 
- todos duermen. Nadie se dará cuenta.
 
No supo bien porque, pero sintió la extraña sensación de que acababa de tomar una decisión muy buena o una malísima; no podía haber punto medio.
 
- ¿no prefieres entrar y ducharte? Hace frío y el agua está helada.- dijo no muy segura de sus palabras.
 
La chica levantó las cejas y guardó un par de segundos en contestar, sorprendida por el ofrecimiento que no solían hacerle.
 
- si no te molesta... estaría bien.
 
- anda pasa.
 
- vale, déjame ir a buscar mi ropa y tal.
 
corrió hasta su furgoneta y volvió con una mochila de acampada enorme.
 
- el baño es por aquí... voy a pedirte que no hagas ruido. Mis hijos duermen.
 
- sin ruido, vale. Jo, hace meses que no me ducho en un lugar no-publico.- Alba supuso que lo dijo más para sí misma que para ella, por eso no contestó.
 
Esperó a que saliera comiéndose el yogur sin lactosa que había ocultado en el fondo de la nevera. Porque en la casa eran solo tres y los yogures vienen en pares.
 
En menos de cinco minutos, ella ya había salido de la ducha, con un gorro de lana amarillo, unos pantalones de chándal gris y un jersey rosa y naranja.
 
- Jo, muchas gracias...
 
- Alba.
 
- gracias Alba. Soy Natalia por cierto. Voy a ser tu vecina de enfrente hasta que mi furgo se arregle.
 
- vale, sí necesitas una taza de azúcar o una ducha, ya sabes. -rió bajito, esto no evitó que la morena advirtiera la risa contagiosa y llamativa que tenía esa rubia.
 
- vale, guapa. Te dejo irte a la cama. Gracias otra vez -y salió por la puerta, cruzó la calle y se metió en su vehículo.

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