𝐎𝐔𝐓𝐑𝐎; 𝐞𝐧𝐝

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Su respiración se atascó en su garganta cuando pudo astibar los girasoles que cubrían parte de la piedra, y la inscripción -que gracias a la cercanía se hizo visible- fue suficiente para hacerle doler el pecho.

Amado esposo, padre y amigo.

Sus pies pasaron en seco a ínfimos metros de la lápida, mientras que su corazón desembocado se forzaba a esbozar el intento de una sonrisa. La fecha del fallecimiento estaba grabada bajo el nombre, despertando nuevamente en DoYoung esa sensación irrevocable de pesadumbre.

Hola, vejestorio... Ha pasado tiempo ¿no? Has sido tan testarudo, que tuviste que irte para que yo pudiese verte...

El tema es que... un hombre sabio me dijo una vez que los problemas no se rehuían,sino que se enfrentaban para resolverlos... Maduro ¿no te parece?...

Creo que tú y yo necesitamos hablar.

¿Tú qué dices?

[•••]

Transcurridos los primeros diez minutos desde el momento en que DoYoung desapareció de su campo visual, el automóvil se tornó inexplicablemente sofocante.

¿Pero qué se suponía que debía hacer? Cuando la noche anterior siguió el tema del padre de DoYoung, aconsejarlo al respecto parecía ser lo más sensato. No esperaba que el pelinegro se tomase tan en serio sus palabras, o que decidiese seguirlas al pie de la letra tan pronto. Y a pesar de que había tratado de disuadirlo, había sido en vano.

Se apoyó contra el capó de su vehículo y sacó un cigarrillo de la cajetilla. Lo observó detenidamente antes de encenderlo; ni acostumbraba fumar, pero uno no le haría daño ¿no? Además, de cierto modo se lo merecía. El chico de sus sueños le había rechazado hacia menos de doce horas, rompiéndole el corazón y las casi inexistentes esperanzas. ¿Acaso no era esa una excusa válida para justificarse?

Dándole una calada, recordó la transparente compasión que cubrió la expresión de DoYoung cuando rompió el beso que habían compartido y le explicó que sus sentimientos no eran recíprocos. Nunca se había imaginado que su confesión sucedería de esa manera, ni que sus posibilidades con el chico fuese nulas. Pero no podía juzgarlo. El corazón de DoYoung acababa de ser roto y YoungHo... lo entendía mejor que nadie.

Solamente esperaba que pudiera superar a Jung y seguir con su vida eventualmente. Dejar de que el tiempo curase las heridas infringidas. Y que, por sobre todo, la resolución de perdonar a su padre terminase bien.

Expulsó el humo del cigarro a la vez que su mirada era cautivada por el ingreso de un automóvil al estacionamiento. YoungHo observó cómo el vehículo se detenía cerca de la entrada y un chico un tanto más bajo que él, salía del asiento trasero. El rostro de YoungHo se descompuso.

Hablando del Rey de Roma.

No fue difícil de reconocer. No en realidad, cuando YoungHo había pasado horas frente al ordenador, estudiando el perfil del más reciente de los clientes de DoYoung. Cabello castaño, ojos cafés, facciones acentuadas y esos dos pequeños agujeros en sus mejillas.

Tampoco fue difícil  adivinar cuál era el motivo de su presencia.

Sopesó seriamente el encararlo. No quería entrometerse, pero el chico era un idiota y aquel era definitivamente el momento más inadecuado para arreglar las cosas con DoYoung.

Apenas alcanzó a pagar el cigarro contra el suelo, siendo interrumpido por la repentina aparición del pelinegro, quien no fue consciente de la presencia del castaño por largos segundos. Le vio caminar a través de la entrada, distraído probablemente por lo que hubiese sucedido allá dentro de la tumba de su padre.

'RENT A BOYFRIEND' ─JAEDO Where stories live. Discover now