Por lo general siempre estaba sola, salvo en escasas ocasiones en las que compartía algo de tiempo con alguno de esos dos chicos. Anthony es con quien solía verla más seguido, entre ellos había una complicidad que se suele ver entre hermanos. Con Zack se la notaba algo más incómoda.

Estaba tan perdido en mis pensamientos que no me di cuenta del ruido en la cocina hasta que llegué ahí.

Me quedé congelado al ver a mi padre sentado en la mesa de la cocina, tenía una taza de café en la mano y un diario en la otra. Es un hombre de costumbres, y aunque en esos papeles la información no sea completamente actualizada eso no cambia nunca su rutina.

—Buenos días —solté en tono bajo luego de aclararme la garganta, él ni siquiera levantó la mirada pero me correspondió el saludo.

—El desayuno está en el plato —dijo como si nada.

Tenía que moverme con suma cautela ya que sentía que estaba en un campo minado, era muy raro ver a mi padre por las mañanas, y más que nada verlo siendo lo suficientemente amable como para prepararme el desayuno.

La realidad con mis hermanos es que todos tuvimos un padre muy distinto. Guillermo al ser el mayor fue quien iba dejando marcas en su vida, con él experimentó las primeras emociones de ser padre, los primeros logros y fracasos, y mi hermano es más conocido por la primera opción. Ellos tienen una relación muy buena, es el tipo de hijo del que te sientes orgulloso por todo.

Elliot fue el primero en no cumplir con sus expectativas, siempre fue alguien problemático y quien genera dolores de cabeza al resto. Pero sé que en parte es por la excesiva presión que mi padre le puso encima, tenía que alcanzar las notas perfectas que Guillermo tenía en el colegio, ser igual de bueno en los mismos deportes. Prácticamente ser su sombra. Y cuando no lo logró a cambio recibió malos tratos, desprecio y comentarios hirientes del estilo de maldecir su nacimiento.

Eso último llegué a escucharlo en una ocasión, Elliot simplemente lo miró y se fue dando un portazo, a partir de ese día él empezó a desaparecer por varios días de la casa.

Todavía no entiendo cómo es que no se mudó a otra parte.

El hombre que yo conocí ya fue uno más arisco, teniendo la mala experiencia él supo de forma temprana que los estándares obtenidos por su primogénito no serían igualados en ningún momento, pero el que no pusiera esas expectativas en mi no significa que haya sido más amable.

A mi directamente no me dio la oportunidad de intentarlo, recibí el desprecio de forma gratuita. Nuestra rutina diaria es mirarme mal, resoplar algún comentario sobre lo decepcionante que es tener dos hijos buenos para nada e irse dejándome con el trago amargo en la boca.

Es por eso que me sorprende su actitud en este momento. No es que siempre sea igual de malo, pero nunca es completamente agradable.

Ninguno dice nada y el único sonido presente en la cocina son los cubiertos. Pasan varios minutos en los que permanecemos así hasta que Cora aparece con su mochila y cara de cansancio, aunque su energía se renueva en cuanto lo ve.

—¡Papi! —prácticamente se lanza sobre él para abrazarlo con efusividad, este le corresponde el abrazo.

—¿Cómo está la princesa más linda del mundo? —me pongo de pie y le alcanzo el otro plato con su desayuno, ella le empieza a contar sobre lo que soñó así que aprovecho para ir a mi cuarto a prepararme.

Me pongo un pantalón común pero pierdo mucho tiempo buscando una camiseta, no recuerdo haberla usado y de haber sido así la tendría que estar en el cesto de ropa sucia pero tampoco la encuentro allí. Es bastante cómoda y por eso me frustra un poco no encontrarla. Tardo unos diez minutos en recordar cuando fue la última vez que la ví.

Un Secreto En Otoño [#1]Where stories live. Discover now