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______ observó a su
padre mientras se paseaba en su estudio. Notó la tensión de sus hombros y el
enrojecimiento de su rostro. De seguir así le daría un infarto, pero ella no
podía hacer nada por disipar sus temores. Llevaba así cuatro años.
Pero nada podría
detener a Justin ni la destrucción que había sembrado en sus vidas. Iban a
acabar en la ruina, aplastados: Madden Corporation borrada del mapa y con la
empresa, su padre. Era una promesa de hacía tiempo y estaba ocurriendo. El
poder de Justin Bieber les estaba absorbiendo.
No se trataba de una
muerte rápida y limpia, sino lenta y cruel. Podía imaginar los gélidos ojos
grises de Justin observando cada movimiento como un cruel dios pagano
controlando un juego celestial de ajedrez. Sin embargo, no se trataba de un
juego, sino de la vida de su padre, del negocio que había tardado treinta años
en levantar, la razón de su existencia.
-¡Cinco años! -murmuró
Kent Madden, deteniéndose para mirar a su hija que estaba al lado de la mesa de
despacho-. Cinco años, tal y como prometió. El comercio se suspendió anoche.
Esta noche estaremos acabados. Todo lo que tenemos, todo lo que hemos
conseguido...
Kent se acercó a la
ventana y clavó los ojos en el jardín de la mansión que había construido hacía
casi veinte años, la casa era un símbolo de prosperidad, la forma de anunciar
al mundo que él había llegado. Madden Corporation había prosperado hasta
convertirse, después de diez años de duro trabajo, en una gran empresa. Ahora,
la casa desaparecería con todo lo demás. ¿Cuánto tiempo podrían seguir allí?
¿Meses? ¿Semanas?
______ suspiró y
sacudió la cabeza mientras le sobrevenía una sensación de absoluta
desesperación. No había podido hacer nada para protegerse a sí misma y a su
padre de la fría y cruel decisión de Justin. Ella no había sido más que un peón
en las manos de Justin mientras éste planeaba la destrucción de Kent Madden.
Habría sido mejor que
su padre se hubiera rendido tiempo atrás, pero Justin sabía que no lo haría,
sabía que Kent Madden lucharía hasta el final. Por fin, ahora llegaba el
momento de asestar el golpe final, pero Justin ni siquiera se molestaría en
hacerlo personalmente, ______ lo conocía demasiado bien para esperar eso. Justin
se limitaría a observar desde su lujosa oficina en el rascacielos que llevaba
su nombre. Vería el final en un informe enviado por fax.
______ miró a su padre
con temor. ¿Qué iba a hacer él? ¿Cómo lograría recuperarse de aquella lucha
silenciosa a muerte? En los últimos años casi se había transformado en un
anciano, y ella sabía que cuando le llegara la noticia de que la empresa estaba
acabada, su vida acabaría también.
Kent Madden ya le había
dejado el control de la oficina a ella: no formalmente, sino porque ya no iba.
Hacía ya meses que su padre no ponía los pies en el despacho. Las reuniones de
la junta directiva y la forma de luchar contra la crisis eran ya problema de
ella. Su padre estaba demasiado enfermo para trabajar, un día en la oficina
podía matarle.
-Tengo que marcharme
-dijo ella con voz queda-. Hoy no me queda más remedio que estar en la oficina.
-No va a ocurrir ningún
milagro, ______ -murmuró su padre sin volverse-. Los milagros sólo le ocurren a
Justin Bieber. Ya no puedes hacer nada.
-Lo sé. De todos modos,
tengo que estar allí.
______ se marchó y se
dirigió hacia su coche. Sólo un milagro podía salvarlos y ella lo sabía. Pero a
Justin tampoco le ocurrían milagros, él los provocaba. Justin conseguía siempre
lo que quería y pobre del que se interpusiera en su camino. ¿Quién iba a
saberlo mejor que ella? Aún sufría por ello.
-Tienes dos reuniones
hoy por la mañana. ______ -dijo Martha Bates cuando ______ entró en la
oficina-. Y al mediodía tienes que ver al manager de Jenkinson y al tipo del
banco. Encima de tu escritorio te he dejado una lista con la gente a la que
tienes que llamar. El teléfono no ha parado de sonar.
-¿Te sorprende? -______
suspiró y se apoyó en el escritorio de Martha.
-Lo siento de verdad, ______
-dijo Martha en tono comprensivo.
Martha era la
secretaria de Kent desde hacía veinte años, y sabía que aquello era el final.
Todo el mundo lo sabía. No era algo que pudiera ocultarse.
______ sonrió a pesar
suyo y asintió.
-Lo sé y gracias. En
fin, todo esto va a acabar ya pronto.
-¿No se puede hacer
nada? -preguntó Martha esperanzada, y ______ la miró con pesar.
-Supongo que podría
ponerme a gritar y a romper ventanas. ¿Quieres ayudarme?
Era extraño cómo,
incluso en los momentos peores la gente podía reír, pensó Martha mientras veía
a ______ recorrer el largo pasillo hasta su despacho. Siempre le había gustado
la hija de Kent Madden. Sus largos cabellos negros no habían cambiado en los
casi siete años que llevaba allí. Nadie merecía sufrir como estaba sufriendo ella
ahora. Era demasiado joven, demasiado hermosa y demasiado dulce para
enfrentarse a aquella lucha diaria. Kent era quien debía estar allí luchando
hasta el final. ______ ya había sufrido bastante.
El teléfono sonó y
Martha contestó; al momento, su expresión se endureció.
-No vamos a hacer
ningún comentario a la prensa hoy -dijo Martha con voz seca-. No, el presidente
no está en la oficina en este momento.
Martha colgó con
enfado. Mientras estuviera allí, protegería a ______ de aquellas aves de
rapiña, era lo único que podía hacer por ella.
En su despacho. ______
se sentó delante del escritorio, ahora su escritorio, porque de no estar ella
allí no habría nadie en aquel despacho con un nombre grabado en la puerta:
«Kent Madden. Presidente». Había otras puertas con nombres grabados:
«Vicepresidente». «Director General». «Sala de Reuniones».
Era esta última la
puerta que se le había quedado grabada porque allí fue donde vio por primera
vez a Justin. Lo vio delante de la puerta, cuando salía, cinco años atrás,
cuando ella tenía diecinueve. Ahora se sentía mayor, agotada, vencida.
Se miró las manos, la
delicada longitud de sus dedos... y un brillo llamó su atención. Una alianza de
bodas, otro de los planes de Justin bien pensado y bien ejecutado. ______
frunció el ceño y sus ojos verdes empequeñecieron. Nunca se la había quitado,
le servía para recordarle su estupidez y para advertirle cuando otro hombre
tratara de engañarla.
¿Por qué no podía hacer
nada? ¡Era la esposa de Justin! No le daba ningún derecho, aunque nunca lo
había esperado. Sin embargo, le daba voz. ______ descolgó el auricular y habló
a Martha con firmeza.
-Cancela todos mis
compromisos hoy, tengo que hacer algo que no puede esperar.
-¿Vas a ir a ver a...?
¿Puedo ayudar...? ¿Qué puedo hacer? -preguntó Martha nerviosa.
-No puedes hacer nada
-contestó ______-, ni yo tampoco, pero voy a acabar con esta situación hoy de
una vez por todas. ¡No voy a ganar, pero no voy a echarme a llorar tampoco!
-¡Así se habla!
-exclamó Martha-. Yo me encargaré de la oficina, por eso no te preocupes. Sin
embargo, llámame si...
-Serán malas noticias
-le advirtió ______-, pero al menos pasará algo. Ya llevamos demasiado tiempo
de muerte lenta.
______ salió por la
parte posterior del edificio y paró un taxi. ¿Qué podía perder? Pronto ya no
quedaría nada y estaba cansada de luchar en silencio. Aquella mañana no había
podido desayunar y la noche anterior no había cenado. No tenía hambre. Estaba
consumiéndose, pero no podía permitirlo.
El taxi la dejó en
frente a un rascacielos que dominaba la calle. A pesar de su altura, era
bonito, pero el nombre del edificio le recordaba al hombre que los tenía en la
palma de su mano. Tuvo que alzar la vista para ver las enormes letras que
brillaban a la luz del sol.
«Bieber». Nada más,
sólo un nombre, el apellido de Justin, su propio apellido. Apretó los dientes,
cruzó la calle, subió la escalinata y atravesó las brillantes puertas de
cristal. No había ido allí a desafiarle, sino a capitular; pero después. Justin
recordaría durante mucho tiempo su visita. Ya no era una joven tímida de
diecinueve años y ocurriera lo que ocurriese, estaba decidida a que Justin no
olvidara aquel día.
-Quiero ver al señor Bieber
-le dijo a la recepcionista.
-A menos que tenga una
cita...
-No tengo una cita,
pero tengo la intención de verlo. Por favor, llámele a su despacho.
-Lo siento, eso es
imposible.
______ no perdió el
tiempo con más palabras. Comenzó a cruzar el vestíbulo en dirección al
ascensor. Sabía dónde estaba el despacho de Justin y nadie iba a detenerla.
La recepcionista salió
corriendo detrás de ella, pero las puertas del ascensor se cerraron detrás de ______
cuando la joven quiso darle alcance.
El ascensor se detuvo
en el tercer piso. ______ salió y se encontró con la enrojecida recepcionista
que evidentemente, había subido corriendo por las escaleras.

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Y la sigo!!!

-Agustina

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