Su nariz tiene una ligera curvatura hacia el lado derecho, es algo casi imperceptible, pero de nuevo, si te tomas el tiempo de apreciarlo por varios minutos podrías darte cuenta. Su piel por otra parte tiene una ligera pigmentación rosada la cual se acentúa en la parte de las mejillas y el puente de la nariz. Eso último se marca más cuando corre o está agitado.

Forma parte del equipo de fútbol de la escuela por lo que pasa mucho tiempo entrenando, su cuerpo no es precisamente muy trabajado pero si tiene algo de músculo en la zona de los brazos y piernas, además de una espalda ancha y abdomen firme.

No es que me fije mucho en eso.

Son solo detalles.

—¿Quieres que te acompañe? —pregunta con una sonrisa pero el grupo de chicos que sigue en la vereda llama mi atención haciéndome saber que no va a quedarse.

—No te molestes, voy sola —conecto los auriculares pero en cuanto voy a pasar por su lado se vuelve a interponer en mi camino.

—¿Podemos hablar? Llevas días actuando raro y necesito saber si hice algo mal —hay sinceridad en su rostro y sé que es verdad, hago lo posible por evitarlo tanto dentro como fuera de la casa, pero ahora mismo no quiero hablar de eso. Tal vez nunca quiera hacerlo.

—Tengo que irme, se me hace tarde —no se vuelve a interponer y me deja continuar con su camino. Llego a escuchar que sus amigos le dicen algo pero la canción comienza a sonar alejándome tanto física como psicológicamente del momento.

Claramente soy una persona que vive tomando decisiones erróneas, pero una de las peores fue prestarle más atención de la necesaria al hijo de los Meyer. En mi completa defensa, tenía diez años, acababa de perder a mi padre, no sabía si volvería a ver a mi madre y él fue demasiado atento conmigo.

Los primeros meses viviendo en esa casa apenas comía y no hablaba, a la policía le costó mucho poder hacerme hablar para saber qué era lo que había sucedido. Recuerdo que una de las noches estaba sentada en el suelo de la habitación con los ojos inundados de lágrimas, solo podía pensar en mis padres y lo mucho que odiaba lo que había sucedido. Cuando la primera gota cayó sentí su mano limpiarla con sumo cuidado.

Ambos éramos muy niños en ese entonces, pero rápidamente nos volvimos unidos, al principio creí que solo lo veía como un amigo más ¿Qué otros pensamientos se puede tener a esa edad? Pero cuando cumplí quince años y me sorprendió con un suave beso en la mejilla supe que había algo más formándose en mi interior.

Él tuvo que darse cuenta también, porque lo que ocurría y la manera en la que se sentía no podía ser algo unilateral. Pero todo siempre quedó en eso, sonrisas vergonzosas en la casa, miradas furtivas en la escuela, chocar hombro con hombro cuando íbamos en la camioneta. Al menos hasta hace unos meses.

Pasaron cosas entre nosotros que no se pueden borrar, claramente no me arrepiento de lo que ocurrió, pero ahora la situación es demasiado tensa.

No podemos intentar algo más que ser amigos, no lo verían bien, sus padres seguramente estarían en contra. Y aunque no lo estén es claro que si algo sale mal la que terminaría siendo perjudicada soy yo, al fin y al cabo es su casa, la que sobre soy yo.

Todo a mi alrededor ya va tomando los colores característicos del otoño, los árboles de las casas y veredas van perdiendo sus hojas, aunque no es mucho, algunas ya comienzan a amontonarse junto a las raíces. Es como si automáticamente toda la tonalidad de las casas y los barrios decidiera que ya es hora de cambiar su piel, tienen los mismos colores de siempre, pero ahora la gama del naranja tiene mucha más relevancia.

Los días también ya no son calurosos, hay una brisa bastante fresca y se pueden apreciar más abrigos, empieza la época del año en la que nadie te juzga si vas con la cabeza hacia abajo y escuchando música. Es como si el verano les hiciera creer que todo el mundo tiene que ser feliz, pero con la llegada del otoño nadie espera nada especial del resto.

Un Secreto En Otoño [#1]Where stories live. Discover now