Follarla no era la gran cosa, ya mi frecuente avenencia era desequilibrada. Presenciar un milagro era lo que anhelaba.

Zack me abandonó de un día para el otro como bolsa de consorcio y detrás de él, lo persiguió mi destierro y ganas de seguir subsistiendo. No sabía dónde estaba, si se había marchado a otro país u otra ciudad, pero fue tan fácil entender que había quedado solo, a la deriva y sin mucho dinero.

A la mierda el dinero, quería sentir algo y no podía. Mi miembro estaba erecto, follaba a esa mujerzuela que, para mí, no tenía nombre, pero no me gustaba, no lograba consumar el acto, mi mente estaba en otro plano, no lograba centrarme, olvidarme de ellos, olvidarme de ella.

La ciudad de Los Ángeles era bonita, pero aterradora. Había regresado a la ciudad luego de mucho tiempo y despavorido, pero sin importarme que los cargos aun estén vigentes, buscando nuestras cabezas por todos los rincones de este país. Estar escondido, camuflado entre los turistas y ocupando hoteles baratos era toda una rutina cansadora, pero con un fin en particular.

Un día tan simple como concurrido, decidí que era momento de visitarla.

Estaba nervioso, pero era el momento, mas allá de que sintiera total rencor hacia mi persona, de poder verla y no en mis borracheras nocturnas, quería contemplarla en persona. Necesitaba hablarle, expresarle mi desafortunada histeria, mi depresión contante, mi ansiedad social, el desespero diario e implorar su perdón. Suplicar por su perdón.

Su hogar, el cual ahora había comprendido que era más bien su residencia antigua por el gran cartel en el cual se plasmaban las palabras ¨En venta¨, carecía de basura en su jardín delantero, algunas paredes resaltaban por los insultos plasmados en el cemento y algún que otro garabato en la puerta principal. La vivienda estaba a la venta, aquella que había aborrecido en un principio y que ahora, sufría incansablemente para que ella lograra regresar.

Samanta realmente se había ido de la mítica urbe angelical. Cuando comprendí que su estancia en San Francisco no era unas simples vacaciones para descansar de todos los periodistas, de los residentes locales, gente insultante y nefasta, ya que eso había entendido luego de enviar mi testamento escrito a lápiz, sin saber cuánto dinero cargaba en mis bolsillos, emprendí el más duros de los caminos sin estar al corriente de cuál sería mi destino.

Mi objetivo primordial era encontrarla, ver que aún se hallaba rodeada de personas amables, que la situación agravada iba disminuyendo con cada rotación que realizaba este planeta. Necesitaba mirarla de lejos, verla sonreír, era más que suficiente saber que ella estaba bien y entendía a la perfección que, más allá del dolor desgarrador que padecía en mi alma hecha añicos y si, en algún momento de mi existencia me acercaba a Samanta rogando para que mis palabras sean escuchadas, ella jamás me perdonaría.

Entonces la vi, rodeada de personas alegres y cándidas, sonrientes a la vida, englobada de felicidad instantánea. Noté su sonrisa a kilómetros iluminando mi camino, pero se ennegreció a unísono al verla junto a ese muchacho de cabello color oro, la vi acercarse a él y devolverle aquella mueca que una vez, mientras estaba acurrucada sobre mi pecho agitado y cálido, me prometió ser solo mía.

En aquel verdecido césped de una universidad encandilada la vi sentada, riendo a carcajadas junto a él y terminé de comprender que en verdad la había perdido.

No tenía nada que hacer, ya no había marcha atrás. Ahora más que nunca, estaba solo, y sin ella.

Mi lado masoquista me exigía con riesgo y brevedad que me quedara en la estúpida ciudad. No resistía la tentación, la promesa que una vez se escapó por mis labios reclamando su cuerpo, su voz, su aliento sobre mis calurosas extremidades podían conmigo.

Realmente, no quería irme y más allá de ver aquella escena desgarradora, a pesar de que Samanta no deseaba entablar una conversación conmigo ni en sus peores pesadillas, me quedaría, y mientras intente reconstruir mi vida despistando mis huellas de los oficiales en el proceso, me prometí en mi martirio interno que cuidaría de ella, sea cual sea el costo.







Realmente, no quería irme y más allá de ver aquella escena desgarradora, a pesar de que Samanta no deseaba entablar una conversación conmigo ni en sus peores pesadillas, me quedaría, y mientras intente reconstruir mi vida despistando mis huellas d...

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¡Hola mundo! regrese con esta segunda parte y este pequeño prologo que da inicio a una nueva historia plagada de emociones, amores, desastres y muchas mas incógnitas que antes.

(Recuerden que está historia comienza a partir de Marzo, en mi Instagram siempre aviso cuando subo los capítulos y demás)

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Como siempre, nos vemos muy pronto, ¡Muchos besos!

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Suplicarás © (2)Where stories live. Discover now