Por el espejo retrovisor interior, crucé una cómplice mirada con Rodrigo, sabiendo lo que estábamos pensando el uno y el otro sobre el tema de las personas. Éramos desconfiados y nos costaba entablar amistad con la gente, el pueblo lo sabía, pues todos nos conocíamos, lastimosamente. Eso provocaba curiosidad y cuchicheos. Y lo odiaba, pues hacía más difícil el querer mantener mi secreto de licantropía completamente a salvo.

- Bueno, tal vez.- Contesté sin mucho ánimo.

- Chicos, ¿Creéis que queda mucho por llegar?- Preguntó Joanna, cambiando de tema.

- Como algo más de una hora. - Le contestó Rodrigo.- ¿Por?

- No me siento bien, la verdad.- Murmuró ella, que parecía haber perdido el color en su piel.

La miré preocupada, mientras Laura se asomaba entre los asientos delanteros, para estar más cerca de mi prima. Desde que a ambos les presenté a Joanna, se llevaron bien con ella al instante, algo que me sorprendió y encantó al mismo tiempo.

- ¿Te mareas en los vehículos?- La preguntó la morena, suavemente.

- Un poc...- Una arcada la cortó, haciendo que se llevara la mano a la boca, y se encogiera en el asiento.

- ¡Traga, traga! ¡Que mi hermano me mata como se joda el tapizado!- Dije sujetando su mano en su boca, mientras con mi otra mano controlaba el volante.

- ¡No seas asquerosa!- Dijo sin poder evitar reír Rodrigo, ante lo que había dicho.- Para en la gasolinera de allí.- Se apresuró a decir, apuntando con el índice la susodicha gasolinera, la cual realmente parecía medio abandonada.

Le hice caso, yendo hacia allí inmediatamente. Estacioné el coche en uno de los tantos sitios que había, viendo como mi prima salía del coche apresuradamente cuando aún no se había detenido el coche, haciendo que casi se cayera de bruces al suelo. Chasquee la lengua, guardándome la bronca que la hubiera echado por hacer eso. Bajé tras ella, y le hice una seña a los otros dos para que vinieran pero ante sus muecas de asco al ver cómo Joanna vomitaba rodé los ojos, siendo sólo yo quien se ocupó de que no se le manchara su pelo rubio, ni su ropa; mientras terminaba. Aprovechando que habíamos parado, decidimos ir a la tienda para comprar algo que picar y beber. Rodrigo mientras, echó gasolina al coche y fue al baño diciendo que quería escapar de las mujeres por unos momentos, por lo que fuimos nosotras tres. Cuando las puertas transparentes nos detectaron cerca, se abrieron automáticamente, dejándonos pasar al interior. Miré el sitio con cierta sospecha, y desconfianza. Todo estaba silencioso, y en la barra no había nadie que pudiera atendernos, ni cobrarnos por la gasolina y la comida que ahora cogeríamos.

- ¿No debería haber un dependiente aquí?- Me susurró Laura, confundida. Joanna se agarró a mi brazo con fuerza, sabía que ella también sentía algo raro de aquél lugar.

- Sí...

Mi mejor amiga, ingenua y sin darle más importancia, fue directamente hacia los pasillos del final para coger un par de bolsas y botellas de refresco. La seguimos por detrás, lentamente, mientras mis ojos observaban todo con desconfianza, sintiendo mis músculos tensos, al igual que a Joanna. Nuestro instinto lobuno nos decía que teníamos que salir de allí cuanto antes.

- Oye, si nadie nos atiende, ¿Nos lo podemos llevar gratis, no?- Preguntó con diversión Laura.

Tragué duramente saliva sin lograr contestarla, mirando la rendija de la puerta entreabierta de la trastienda del lugar, que permanecía completamente a oscuras, pero a pesar de no verse nada tras ella, era como si alguien nos observara siniestramente. Mi prima y yo intercambiamos miradas, ambas pensábamos lo mismo.

GaiaWhere stories live. Discover now