Después sigue Elliot, con él la cosa es bastante más complicada.

No es difícil distinguir la casa en la que se dan las clases ya que afuera de la misma hay un grupo grande de mujeres que esperan por sus hijas. Pasan unos minutos hasta que el grupo comience a salir, la mayoría van riendo y conversando, algunas aceleran el paso y comienzan a correr hasta llegar a sus madres.

Cora tarda unos minutos más que el resto en salir, tiene que esperar para poder hacerse paso entre las personas pero en cuanto me ve se apresura y extiende sus brazos en mi dirección, me arrodillo a su lado para poder abrazarla.

—¿Cómo te fue hoy? —me da su bolso y comienza a relatar todo lo que hizo en el día mientras caminamos en dirección a casa.

—Y pude hacer el salto que no me salía —comenta con entusiasmo—, la profesora dijo que tengo que practicar el aterrizaje, pero hoy cuando lo hice no empujé a ninguna ¿No es un avance?

—Eso es grandioso —uso el mismo entusiasmo que ella para lograr que se sienta comprendida—, tal vez podrías practicar más en casa, así va a salir perfecto.

Asiente efusivamente mientras se tambalea al caminar, desde siempre suele caminar cruzando los pies simplemente le parece divertido. Aunque usa mi mano para evitar caerse, sabe que si se resbala voy a poder sujetarla.

—¿Qué vamos a cenar? —cuestiona cuando llegamos, le suelto la mano para buscar la llave y ella se adelanta hasta la puerta.

Mis ojos caen sobre el patio delantero y anoto en mi lista mental el limpiarlo, algunas hojas del árbol del vecino comenzaron a caer y el césped está bastante largo. Tal vez incluso ella podría ayudarme a dejarlo bonito.

—Verduras al horno —pongo los ojos en blanco cuando la veo hacer una mueca pero no le digo nada.

La realidad es que es una santa, en comparación a otros niños de su edad, ella es bastante bien portada. Jamás hace un escándalo si pide algo y no lo recibe, incluso sabe regular sus emociones cuando otros simplemente comienzan a llorar o hacen una pataleta.

El hecho de que sea tan madura en algunos aspectos así lo vuelve todo mucho más fácil para mi.

—Ve a darte un baño y después a la cocina que tienes que hacer tu tarea —se lleva su mochila para subir las escaleras y hacer lo que le pedí.

Por mi parte busco un vaso de agua antes de aventurarme hasta el cuarto de mis padres, aunque llamo a la puerta no espero una respuesta ya que sé que no la voy a obtener. Mi madre está sentada sobre el borde de la cama de espaldas a mí y con la vista fija en la ventana.

—Hola mamá —me pongo delante de ella llamando su atención, me mira con el rastro de una sonrisa cansada, siento su mano en mi mejilla y le sonrío antes de acercarle el vaso con agua.

No siempre es así, como todos tiene sus días. A veces se levanta limpia la casa y hace su vida normal como si nada, se la nota tan activa que no podrías llegar a intuir que hay días en los que solo se queda acurrucada en el suelo llorando. Aunque para mi los peores son cuando no hay nada, esos momentos en los que se queda con la mirada perdida, no responde y su cuerpo se mueve como si estuviera sin vida.

Ese último es el que más miedo me da, me queda esa sensación de que un día simplemente no va a volver a responder.

Me quedo unos minutos con ella hasta que suspira y se pone de pie para ir al baño de su habitación. Es extraño ya que cualquiera diría que al estar siempre en la habitación encerrada y las luces apagadas tendría que haber mal olor o cosas así, pero adentro es un lugar más de la casa, todo está en perfecto orden y lleva el mismo olor a pino de bosque.

Un Secreto En Otoño [#1]Where stories live. Discover now