Capítulo Único

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Jadeos ardientes y manos rasposas. Una boca susurrando en el oído palabras calmantes mientras los vaivenes no se detenían. El sonido de la cama chirriante llenó el cuarto, siendo opacado solamente por los gemidos que eran emitidos de la boca de Megumi.

Las manos del pelinegro se aferraron a la espalda de Sukuna mientras todo su cuerpo temblaba, soltando resoplidos bajos sobre el oído del otro. Sukuna, por su parte, meneaba su cadera de atrás hacia adelante repartiendo besos por el cuello y oreja de Megumi.

Su interior se sentía caliente, casi como si estuviera siendo abrasado por fuego real, y aquella sensación humeante aumentaba cada vez que el miembro de Sukuna se hundía más y más profundo.

—S-Sukuna... —murmuró Megumi, buscando a tientas la espalda de Sukuna para aferrarse a él hasta que las uñas se hundieron en la carne.

Sukuna soltó un resoplido de dolor y satisfacción, rozando los labios sobre su frente hasta bajar por la nariz y llegar a su boca donde dejó salir entrecortados gemidos que Megumi recibió también con la respiración inconstante. Compartieron un mismo aliento, un mismo suspiro.

—¿Qué pasa, bebé? ¿Ya estás cansado? —farfulló Sukuna, oprimiendo a Megumi contra él con más fuerza, casi como si estuviera deseando fusionarse por completo con él hasta que no hubiera ni una zona de su cuerpo que no haya sido tocada.

Megumi se alejó un poco solo para mirarlo, golpeándolo con el pie en la espalda mientras hacía una mueca de fastidio.

—I-idiota... Ya deja de molestar —susurró en respuesta, suspirando segundos más tarde otro resoplido de placer. Estaban a punto de llegar, lo percibía.

Sukuna solo sonrió y se concentró de lleno en que sus embestidas no pausaran en ningún instante, tocando el punto dulce de Megumi hasta que este tuvo que hundir el rostro en el hueco de su cuello para ahogar allí un gemido liberador. Las suaves manos del pelinegro pasaron por su espalda, brazos y bíceps donde reposaron por unos segundos, deteniéndose para cerciorarse del rápido palpitar de Sukuna. De sus latidos, de la esencia que lo tranquilizaba. Entreabrió los ojos lo suficiente como para observar sus reacciones.

Y es que Sukuna también estaba a punto de alcanzar el clímax, la vibración de su cuerpo se lo indicaba. Apretó más las manos en la cintura de Megumi, sin parar de sacudirse y gimiendo cuando las estrechas paredes del pelinegro oprimieron su miembro hasta que no pudo aguantar más. Cerró los ojos con fuerza y apoyó la frente contra la de Megumi mientras gemía de forma intermitente, acercándose hasta que sus labios se rozaron y se unieron en un beso torpe y húmedo donde Sukuna dejó morir sus sonidos.

Pasaron unos minutos así, simplemente besándose de manera lenta y tranquila, como si tuvieran todo el tiempo del mundo; y quizá era así porque al fin y al cabo era fin de semana, su tiempo de descanso. Megumi se dispuso a pasar una y otra vez sus manos por el cabello de Sukuna, entretejiendo los mechones con sus dedos y disfrutando de su suavidad mientras este seguía en su interior. Fue unos segundos después que Sukuna se alejó y sacó su miembro provocando un sonido húmedo y un estremecimiento en Megumi. Retiró el condón que tenía puesto y lo lanzó al bote de basura que había a un lado de la cama sin siquiera mirar, acertando a la perfección.

Se dejó caer al lado de Megumi con pereza, suspirando.

—A-ah. —Sukuna se echó hacia atrás mientras su pecho subía y bajaba, todavía intentando recuperar el aliento de lo que recién había sucedido; Megumi a su costado intentó moverse para girarse pero todas sus extremidades se sentían temblorosas—. El sexo mañanero como siempre es el mejor.

Megumi le lanzó una mirada de soslayo medio fulminante para luego bufar.

—Ahora me debes traer el desayuno a la cama, idiota —musitó Megumi, volteando y apoyando la mejilla en la almohada, mirando a Sukuna con el ceño fruncido—. No me moveré de aquí hasta que vuelva a sentir los músculos de mis piernas.

Sweet Morning |SukuFushi|Where stories live. Discover now