Capitulo 11: Especial

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-¿Todo va bien? –Gonzalo la miro por el retrovisor mientras paraba el auto frente a aquella gigantesca casa.

-¿Eh? –Mireya alzo el rostro desconcertada –Si, todo está bien –pero ni siquiera se esforzó en parecer convencida.

-Hemos llegado –el frunció el ceño

-Gracias –Y Mireya bajo del coche rápidamente, cerrando la puerta.

Se quedo parada ante las escaleras de aquella mansión, recordando la última vez que había estado allí y todas las emociones y sentimientos que había sentido en su interior. Recordando aquella ilusión que se había abierto paso en su corazón y que hoy, hoy estaba pisoteada.

Trago saliva, pensando que quizás era un error estar allí. ¿pero a quien iba a acudir?

Subió los escalones despacio, hasta llegar frente a la puerta, con mano temblorosa pulso el timbre y un segundo después la puerta se abrió mostrando al mayordomo.

-¿En qué puedo ayudarla señorita? –El la miro respetuoso

-Quisiera ver a Cati, ¿se encuentra? –Mireya pregunto indecisa

-Claro, pase –el abrió la puerta y señalo la sala –Espere allí, avisare a la señora de su llegada.

-Gracias –Mireya asintió y camino hacia el salón.

Un precioso salón pintado en beige, con los sofás blancos, una gran chimenea ante ellos y una mesa de cristal en el centro. Una alfombra persa cubría el suelo y una gran lámpara de araña de cristales colgaba del techo. Camino sobre la alfombra, hasta pararse ante la chimenea, alzo la mano para tomar un cuadro, en el que había una foto de Cati con su esposo, el día de su boda. Estaban en un precioso jardín, mirándose el uno al otro, con un inmenso amor.

Por un momento sintió la envidia en su interior, el coraje de no poder tener lo mismo, de no lograr lo que ella había logrado.  Las lágrimas se agolparon en sus ojos, sin dejar de mirar el vestido blanco.

-Nos las hicimos en nuestro jardín –Cati estaba parada bajo el marco de la puerta mirándola con una sonrisa. –No esperaba tu visita tan pronto

-Perdón, no quería molestarte –Mireya dejo la fotografía sobre la chimenea y evito mirarla

-No me molestas cielo –Cati frunció el ceño, camino despacio hacia ella -¿Qué ocurre? –observo a Mireya en silencio y finalmente alargo la mano para tomarla de la barbilla y obligarla a mirarla. -¿Qué pasa?

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