—Nana. —Dejó de mirar por la ventana del bus para mirarme a mi.
—¿Nana?
—Si. —Entrelace nuestros dedos, viendo divertidamente como sus pómulos se volvían rosados.
Definitivamente ese apodo me gustaba mucho.
—¿Cuando lo pensaste? —Parpadeó varias veces.
—Anoche cuando te quedaste dormido, te veías tan lindo que me quede pensando un buen rato y...
—No. —Me miró intentado verse serio pero con un mohín en sus labios.
—¿Por qué no? Me gusta, te hace ruborizar y es tierno..
—Es que..
—Nana—Me acerque a su oído susurrando—Tu aroma me encanta Nana. Mi Nana.
No tuve tiempo de reaccionar, cuando sus labios se pegaron a los míos en un sonoro beso rápido y luego otro y otro más con sus suaves manos en mi rostro.
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