Introducción

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Estimados, a quien se encuentre leyendo estas letras hechas palabras en unas cuantas páginas espero no se desanimen por la aburrida historia que a continuación les contare. Me hubiese gustado comenzar con la introducción de otro texto que llevo más de tres años escribiendo, pero esa historia es tan interminable que no puedo narrarla. Ahora, proseguiré diciendo que tal vez haya sido culpa mía el estrépito causado por unas cuantas palabras, pero déjenme decirles que eso es más decir un drama que una realidad, una ríspida rapsodia.

Tendría yo que haber estado en mis veintes si no mal recuerdo, me encontraba en la meca de la desdicha, digo ¿Qué persona de veintitantos tiene la vida resuelta? Salvo algunos cuantos jóvenes de esa edad el resto sigue en la miseria. Conseguir un buen trabajo, una pareja, tener un auto, tal vez tener un hijo, son ciertas cosas de las que llega a preocuparse un joven de esa edad, incluso a algunos no tan jóvenes o no tan ancianos ¿los jóvenes de ahora siguen preocupados por eso?

¿Quién infundo en los jóvenes esa idea de lo material para ser humanos? Se dan cuenta de que no dije felices, la razón es muy sencilla, la felicidad en términos del párrafo anterior es la vida resuelta. Conseguir una casa de tres recamaras con baño individual cada una, espacio para tres autos, una gran cocina, acabados de lujo, un gran patio, posiblemente una piscina y un perro con pedigrí, todo esto para que viva en ella un matrimonio de un gran empresario con una mujer fuerte e independiente, con dos hijos que acudan a una institución privada donde enseñen idiomas, música, economía, negocios...

Tener todo lo anterior para algunos es la felicidad, pero, para mi... consideren lo siguiente, comencé a trabajar desde los quince años, lavaba una camioneta de una señora que era contadora para la cual mi madre trabajaba ayudándole en los quehaceres del hogar, después comencé a realizar la limpieza de la oficina de uno de sus hijos en ese mismo edificio, además de la limpieza de los pasillos y escaleras del mismo edificio. No esta no es una historia de que con esfuerzo puedes llegar hasta donde quieras porque ni yo sabía a donde quería llegar, es más aun no lo sé.

Luego de esos pequeños empleos mi madre me dijo un día "¡sal a buscar trabajo ya tienes dieciocho años!" en mi país esa es la edad que te otorga ese permiso de ser adulto, ese día lo recuerdo tan bien porque me pareció gracioso, en ese momento yo era un haragán, dormía tarde, despertaba tarde, solo atendía la escuela, pero nunca me intereso esa escuela prefería pasar el tiempo con mis amigos. Para ser alguien tan tímido tenía amigos, en fin, ese día me duché, me vestí y salí para la calle, caminando a unas cinco manzanas de donde vivía existía un restaurante-bar solicitando un lavaloza, entre, el jefe de meseros me atendió me dijo los documentos que necesitaba y maravilla, al día siguiente ya tenía empleo.

Ser lavaloza es algo extraño, tienes la oportunidad de poder ver como cocineros, ayudantes de cocina, meseros y el dueño trabajan, por obvias razones unos más que otros. Yo diría que estaba acostumbrado a lavar la loza de mi hogar, bueno ocasionalmente... me es preciso decir que solo estuve en ese empleo por alrededor de dos semanas, era un horario horrible, demasiado que lavar, limpiar y aprender para un sueldo que hubiese sido adecuado para alguien de los noventas, no era algo para mí, aunque la cocina y cocinar me gusta.

No fue un completo fracaso, aprendí mucho de mis compañeros de trabajo, por ejemplo, no sirve de nada quejarse, puedes medio vivir con ese sueldo, aunque después termines vendiendo productos para el auto en un cruce de peatones; puedes desperdiciar toda la materia prima, aunque tu no la pagues, puedes ser feliz creyendo que ese empleo será tu salida a una vida de lujos y diversión. Claro que esto parece que es más la visión de un viejo amargado que la de alguien que es feliz, sigo peleando conmigo por ello.

Después de esa aventura en el restaurante-bar y de renunciar, encontré otro trabajo sin querer, ese día fui a una plaza comercial no recuerdo ni a que, solo recuerdo que para esos momentos ya comenzaba a detestar esos lugares. Caminando de regreso a casa pasé a un costado de un minisúper, en uno de los cristales decía "estamos contratando", entre y pedí informes, ese mismo día fui a dejar mis documentos para que los revisaran y me dijeron "preséntate mañana en las oficinas" y listo. Fui a ese lugar, recibí una charla de casi tres horas y esa misma noche me encontraba en mi nuevo empleo.

13 + 1 ríspida rapsodiaWhere stories live. Discover now