Capitulo 2

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"Aquam et aquam non revertemur"

Marie Ann camino con sus manos por detrás  firmemente observando la ubicación las piezas, Elizabeth esperaba ansiosa su aprobación.

-Bien, Elizabeth, parece que ha entendido bien lo que el Sr quiere. Igualmente no es la tarea más complicada. Retírese a la cocina a prepararse a esperar que baje el Amo a cenar-

Elizabeth se sonrió en sus adentros

 -Si, señora-  se retiró a paso ligero a la cocina.

 Elizabeth tomo una servilleta blanca y la puso sobre su brazo, tomó el plato de sopa  de plata y se preparó para salir en cualquier momento. Miró a las mujeres que antes estaban charlando en risas de reojo y ahora estaban completamente serias, sus sonrisas habían sido borradas de repente.

Luego de unos minutos Marie Ann volvió a entrar a la cocina e hizo un gesto con la cabeza. Elizabeth tomo una bocanada de aire y salió a paso ligero cuidando de no resbalarse con el piso de mármol negro. Mientras caminaba sentía cada vez más y más el nudo en el estómago. Al ver a Adrián de espaldas sentado en la cabecera de la mesa comenzó a sentir unos nervios incontrolables, le temblaba la mano.  Adrián tenía una espalda amplia y fuerte por lo que se apreciaba de bajo de la camisa de lino blanco por la cual se marcaban todos los accidentes geográficos de su torso. El nudo se hizo real cuando lo vio de frente. Era demasiado hermoso, quizás más de lo que recordaba en aquel cuadro. Su expresión era fría mirando directamente al plato con sus grandes puños como rocas apoyados sobre el borde de la mesa.  La joven coloco la bandeja y tragó saliva, evitando de no mirarlo, ya que no estaba permitido. Sentía su lenta y cortante respiración, casi como si le estuviera respirando sobre la oreja. Su corazón latía con tanta fuerza que ella creía poder escucharlo. Continúo sus movimientos sin pensarlos como si estuviera programada desde toda la vida a servir la sopa.

El joven aclaró su garganta

- Quería ser capaz de tomar el consomé ahora, pero parece ser una ardua tarea...-

Aquellas palabras provocaron un golpe frio en la espalda de Elizabeth quien se apresuró a servir. Una vez que terminó se alineo junto a otro servidor quien estaba parado a un lado del mueble con su vista en el vacío. Su nerviosismo se había incrementado, aun así no podía dejar de mirarlo, admirar lo bello que era y la gracia con la desplegaba cada movimiento. Todos los detalles de él le llamaban la atención, la manera en que mecía suavemente la copa de cristal provocando que el vino dejara rastros de color rojo en las paredes de la misma. La manera en la que bebía de la copa apoyando sus suaves labios sobre el fino cristal, e incluso la manera en que bebía la sopa de la cuchara con gracia. Y la forma en la cual apretaba la delicada servilleta de seda sobre los mismos. Parecía acariciarlos Aquellos labios... Sus ojos eran azules como de cristal, parecía que dentro de ellos conservaba agua de los más puros y deliciosos manantiales. Eran profundos y conservaban dentro una furia casi incontenible y soledad, por sobre todas las cosas ¿Por qué ha de ser que alguien tan hermoso tenía esa expresión constante en su rostro? Estaba yendo tan lejos con sus pensamientos que se reprochó ella misma y se obligó a mirar hacia otro lado.

La velada continuo y Elizabeth se mantenía tensa cada minuto tratando de prestar atención a otras cosas en su alrededor.

- Más vino, por favor, Milton- la voz gruesa, ronca y profunda de Adrián la distrajo.

- Si, Sr.

- Elizabeth ¿Verdad?- se dirigió hacia ella mientras yacía sentado sobre su trono desplomado. Sus formas no eran precisamente de un caballero. Menos de un poderoso terrateniente. 

- Si, Sr- aclaro su voz 

- ¿Vas a ir en busca del primer platillo o debo esperar que el mismo venga caminando hacia aquí?- era muy rudo en sus palabras. La joven creyó que ella simplemente se iba a encargar de consomé como le había indicado Marie Ann.

- Enseguida, Sr.

Retiró el plato de sopa vacío  mientras se dirigía confundida hacia la cocina. Mientras se alejaba oyó un fuerte suspiro de parte de Adrián. Sólo eso bastaba para que se sintiera más nerviosa.

Entró a la cocina y Marie Ann la miró consternada.

-Es que Señora, yo creí que...- se escudó dejando la vajilla encima de la larga mesada de mármol.

- Ni una palabra más. Serví esto con rapidez, Luego has de servir todos los demás platos.- le entregó con la segunda bandeja.

Elizabeth se dirigió hacia el comedor y más rápida que la primera vez sirvió el primer platillo sin falla alguna. Luego se volvió a colocar erguida al lado del lugar de Milton.

Lo observo nuevamente para ver en el momento justo en el cual finalizaba de comer así no volvía a cometer el mismo error de antes. .

Elizabeth continúo con su vista sobre los decorados en dorado de la alfombra que colgaba sobre la pared y pudo ver de reojo como Adrián mientras masticaba la jugosa carne la observaba con atención.  Lo que fuera que estaba pensando la joven esperaba que ese pensamiento de él hacia ella no hiciera que la despidiera.

Luego de unos minutos Jaime se acercó detrás de la silla del Amo, la acomodo de modo que él pudiera retirarse de la mesa en silencio. Cuando este se paró la joven se sorprendió de la estructura del mismo. Era alto y tenía hombros fuertes que cuando estaba sentado no lo parecía.

Abrió la gran puerta de madera sobre la cual colgaba la incripción en latín "Aquam et aquam non revertemur" y desapareció de la sala a grandes zancadas haciendo que el ruido de sus pesadas botas hiciera eco en toda la habitación. Cuando ya no hubo rastro de él, Elizabeth se relajó y su cuerpo tomo la postura de siempre. Se acercó a retirar la vajilla y cuando lo hizo no pudo evitar sentir el aroma que había dejado en aquel lugar impregnado en el aire. La joven cerró los ojos y aspiró suavemente. La fragancia era embriagadora. Picante como la pimienta, con un dejo de agua salada y casi el mismo olor de la arena caliente en verano. Era tan extraño, dulce, misterioso, amaderado, pero delicioso ¿Qué era lo que este hombre tenía que la hacía actuar de esa manera?

El ruido de Marie Ann entrando al comedor la distrajo.

- Elizabeth.

- Si, señora- la muchacha se enderezó en frente de ella.

- Lo que ha pasado esta noche, fue atípico, esta no es la manera en la que nos manejamos ¿Comprendes? El Sr. Willstone quiso que usted sirviera todo el banquete. Estaba poniendo a prueba sus habilidades.

- Si, señora. Espero haber cumplido con las expectativas del Amo- dijo evitando mirarla a los ojos, agachando la mirada, como su madre le había enseñado.

- Eso estará por verse.

- Si, señora.


En la playa vacía la voz de una mujer cantaba dulcemente una melodía triste y romántica mientras bordeaba la orilla con sus pies descansos en la arena húmeda. Cada tanto alzaba su vista hacia el océano buscándolo entre el mar. Detrás de ella la sorprendió su amado abrazándola.

-Aquí estás- lo miró con amor.




Océano profundo [+18]Where stories live. Discover now