Momento 1

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Para empezar, sus rasgos no eran  franceses más bien parecían anglosajones.  Era alto y delgado, sus ojos eran de un verde aceituna y su piel era pálida, incluso más que la mía. Su cabello desordenado, le llegaba a la altura de los hombros. Un color parecido al de las sillas de madera recién barnizadas. Creo que algo le causó gracia, porque  sonrió al ver mi rostro. Tal vez  le alegró que me diera cuenta de su presencia o simplemente sonrió al ver mi cara de asombro. Por un momento  se me olvidó que las lágrimas aún seguían rodando por mis mejillas, así que en  un movimiento rápido y casi indivisible, las aparté, avergonzado.

- Quelque chose ne va Pas, Monsieur? * - preguntó con una sonrisa de medio lado, hablando un bonito francés.

- No joven, estoy perfectamente bien- respondí en español . Acto seguido me arrepentí. A veces  se me olvidaba que aquí no se hablaba castellano, bueno, al menos no en todas partes.

 El muchacho me miró con cara de desconcierto, pero luego volvió  a sonreír más  ampliamente y unos acentuados hoyuelos se marcaron en sus mejillas. Era un joven apuesto, sin dudas.

  -Pues no lo parece, estaba llorando o al menos eso ví- dijo después de una pausa, en un perfecto español, articulando muy bien las palabras y sin un acento marcado en específico.

-Pues, sabe hablar muy bien español- dije intentando sonreír.

Mi trabajo y la vida en general, me habían enseñado a entablar conversaciones con las personas fácilmente, bajo cualquier circunstancia, lugar y momento. Hablar con extraños se me daba muy bien.

-Después de haber vivido tres años en Ecuador, algo tuve que aprender. Mi nombre es Laurent- dijo en un tono alegre, extendiéndome su mano.

 Por unos segundos observé su mano, luego con mucha cautela, le extendí la mía. No sé por qué pero sentí algo extraño, una especie de ternura por aquella amabilidad foránea y al mismo tiempo recelo ante el tacto de nuestras manos. Era suave y muy fina, una mano joven, de un hombre joven. La solté pasados unos cuantos segundos, no quería prolongar más esa sensación tan peculiar causada por ese saludo.

 -Marcos- dije.

-Entonces, señor Marcos...¿Por qué lloraba? Si me permite saber el motivo- dijo tranquilamente.

Lo miré de soslayo. No entendía que pasaba. De pronto este hombre, se plantaba a mi lado, se presentaba como si fuera uno de esos tantos pasantes que llegaban al periódico y me preguntaba la causa de mi tristeza. ¿Qué le importaba? Al fin y al cabo soy un desconocido, no tenía por qué interesarle mi vida. Aún así, no estaba de mal humor y conversar con alguien más después de todo no era una idea tan horrible.

-Bueno- dije después de un largo suspiro- las lágrimas que viste, no tenían otro motivo que la nostalgia emanada de muchos recuerdos. De momentos vividos, experiencias, sentimientos. La vida que viví en mi país. En mi tierra.

Él me observaba en silencio a medida que me desenrollaba como una bola de estambre contándole mi historia, el antes y el ahora. Si bien, tengo una vida buena y cómoda, pero con un costal de recuerdos a las espaldas que cuando pesaba demasiado hacían a mis sentimientos aflorar, causándome dolor al querer volver a vivir todo aquello una y otra vez. Los ojos se me llenaban de lágrimas al escucharme hablar. Pero logré mantenerlas para que no se escaparan.

Poco a poco fueron desapareciendo los sentimientos de vergüenza y recelo, quedando solo al final cuando termine de hablar, alivio, al compartir un poco de mi con un ser humano que estaba dispuesto a escucharme.

... Y entonces- dije con voz apacible - el once de enero mis hijos, mi esposa, mi perro y yo, tomamos nuestras maletas y nos dirigimos hacia el aeropuerto principal de Caracas: Maiquetía. Estuvimos ahí por varias horas, los niños se dormían y yo no hacía más que mirar fijamente ese suelo a rayas, pensando. Mi esposa me acariciaba la mejilla, mientras me decía que todo iba a estar mucho mejor desde entonces... Una media hora antes del vuelo ví acercarse a mi padre con su elegante caminar, dando sonoros pasos con los zapatos de tacón negro que le regalé en su cumpleaños, acompañado de su esposa, que debe tener unos diez años más que tú, pero es una agradable y dulce mujer no voy a mentir en eso. Esa fue la última vez que los ví, la última vez que ví todo y no puedes imaginar cuanta falta me hace. - terminé con voz muy baja.

                                                                                                 **************************

*¿Algo anda mal, señor?- Traducido al español.

PD: a lo largo de la novela verán algunos diálogos en francés y sus respectivas traducciones las verán en esta parte. Me gusta involucrar el idioma oficial del país donde se desarrolla la novela, además de que le da un toque realista.

PD 2: disculpen si tengo algunos errores, es mi primera historia. Aún así, está llena de amor para todo aquel que desee darle una vuelta 💖

Laurent  [COMPLETA]Where stories live. Discover now