• 1 •

3.8K 286 217
                                    

Cuando tuvo a Kreese en el suelo, Daniel solo podía pensar en los niños golpeados y magullados, en Sam llorando en sus brazos mientras explicaba lo asustada que se sentía, y en Johnny, siendo ahorcado de nuevo por su antiguo sensei, ese maldito. Solo podía pensar en protegerlos.

Entonces, sí, levantó el brazo y estuvo dispuesto a acabarlo todo. Por un instante, con la respiración agitada por la pelea y la adrenalina de la misma recorriendo sus venas, realmente lo pensó.

Johnny se asomo por la puerta, pálido y agitado, pero en pie, y la mirada de Daniel se suavizó al instante, enfocada solo en él, y se convirtió en una pregunta silenciosa: ¿estás bien? y luego, ¿quieres que acabe con ésto? Solo lo haré si estás de acuerdo.

Johnny asintió seriamente, y luego su expresión se suavizó y le dio a Daniel una pequeña sonrisa acompañada de la más dulce mirada que le hubiera dado nunca: Si, adelante. Confió en ti.

Daniel le devolvió la sonrisa fugazmente y luego su mirada se concentró en Kreese. Una decisión implacable ardiendo en sus ojos oscuros. Acomodó la posición y una parte oscura y muy oculta de sí mismo se alegró de ver el miedo en los ojos de Kreese.

—¡Papá!

La voz de Sam lo trae de vuelta de esos lugares oscuros de su mente. Su postura cambia al instante. Baja los brazos y se endereza, buscando a su hija con la mirada. Ella y Miguel se acercan corriendo hacia ellos.

Ese fue su error, pensará después, se distrajo cuando la pelea aun no había terminado.

—¡Papá! ¡Cuidado!

Daniel frunce el ceño con confusión y voltea hacia Kreese, pero no es lo bastante rápido. Kreese está sobre él en un segundo, arrojándose sin cálculo o estrategia porque probablemente sus extremidades aún están un poco dormidas todavía. Golpea a Daniel en el estómago y lo deja sin aliento. Acto seguido, lo hace retroceder hasta golpearse la espalda con el auto de atrás.

Habiendo recibido una gran cantidad de golpes o palizas a lo largo de su vida (se las buscara o no), Daniel está acostumbrado a recibir golpes. Es casi fácil para él apartar el dolor de su mente y guardarlo para más tarde, para cuando la pelea haya acabado, y así poder contraatacar.

Del golpe que se da en la espalda contra el auto cuando Kreese prácticamente se arroja sobre él puede recuperarse. Pero el golpe que estampa Kreese contra su abdomen genera una onda de dolor que no puede controlar.

Es así como sabe que no fue un golpe normal.

Kreese le retuerce algo en el abdomen y Daniel no puede evitar gritar. Es...es bestial. No ha sentido algo así nunca. El aliento se le atora en la garganta y no ve más que negrura mientras sus piernas lo abandonan. Alguien le quita al tipo de encima. Daniel conecta sus ojos unos ojos azules frente a él. —Joh...nny —y cae de rodillas.

Y luego está flotando. Todo a su alrededor se siente brumoso, lejano. ¿Cómo llegó aquí? ¿Qué está pasando? ¿Por qué no puede ver? ¿Por qué no puede respirar?

«Respira Daniel-san»

Parpadea y su visión vuelve a él, borrosa. Está de rodillas sobre el pavimento. Sus manos viajan, temblorosas e inestables, hacia el punto en el abdomen dónde fue golpeado. Hay un enorme fragmento de vidrio que sobresale. El dolor se siente mil veces peor una vez que lo identifica.

Oh dios.

Su camisa ha comenzado a teñirse de rojo a una velocidad alarmante y Daniel se siente repentinamente adormecido, cayendo hacia un lado. Alguien lo sostiene de los brazos. Alguien le está hablando, pero no puede entender lo que le dicen.

Breathe, Daniel | Lawrusso.Where stories live. Discover now