Si, ya había escuchado eso de su parte, más de lo que uno cree, a decir verdad.
Yashiro tenía una actitud cotidiana tan despreocupada que te hacía creer que estaba en otro planeta, solía meterse en bastantes problemas, y Takeshi siempre iba tras de ella calmando esos problemas, en la mayoría de los casos la defendía a golpes incluso cuando ella ya lo estaba haciendo por su cuenta. Para cualquiera que los viera día a día, el azabache era el sobre-protector y la castaña la buscapleitos. Pero en este tipo de situaciones, cuando se enfrentaban a lo sobrenatural, Takeshi no era más que un simple cachorro indefenso, y Yashiro el alfa fuerte con experiencia de años y manejo en campo de batalla como si fuera un guerrero de otro mundo.

La castaña se levantó abruptamente, y el azabache, sin mirar atrás, corrió como si el mismísimo diablo lo estuviera persiguiendo. Sentía su camisa apegarse a su cuerpo por la humedad de la sangre, sentía el sabor metálico de la sangre de Yashiro que había caído sobre sus labios, el viento chocando contra su cuerpo.
La reja del campo de rugby se interpuso en su camino, tomaría el camino corto y haría exactamente lo que la mayor le había ordenado. Sin demasiado esfuerzo se agarró y escalo la reja, saltando sobre esta, cayendo en una voltereta, manchando sus manos y jeans negros con la tierra. Su respiración acelerada, y una fina capa de sudor no tardó en recorrerle todo el cuerpo. A metros de él se encontraba el gran portón del instituto. Nuevamente se sujetó firmemente de la reja de fierros, escaló sin demasiada dificultad ayudándose de la viga de ladrillos, y saltó hacia el otro lado cayendo de igual forma que la anterior.

Debía confiar en ella y en que todo saliera bien.

Que hijo de puta. Fue el primer pensamiento que se le vino a la mente mientras se levantaba con dificultad de su lugar. El sabor metálico en su boca era desagradable, lo había sentido millones de veces a lo largo de su vida, no era la primera vez que algo le atravesaba el abdomen hasta la espalda, pero realmente seguía sin acostumbrarse al dolor, o más bien al impacto.

— ¡Mierda! ¿¡Cómo demonios voy a usar bikini en el verano después de esto!? —alzó con un tono mimado, colocándose recta, de pie, confundiendo a la maldición frente a ella. Observó las cuchillas que la atravesaban, una sonrisa de burla, ladina y macabra, se esbozó en su rostro soltando aún más sangre de su boca—. Solo bromeaba —alargó, haciendo un despreocupado gesto con su mano mientras las cuchillas que atravesaron su cuerpo comenzaban a desprenderse lentamente hasta caer al suelo.

La castaña pasó el dorso de su mano por su barbilla, quitando el resto de sangre mientras observaba fijamente a la maldición frente a ella, se le hacía repugnante tan solo pensar que era considerada de la misma raza o categoría que esa cosa.
Quitó el abrigo que traía tirándolo lejos, muy lejos, quedando solo en aquel top de tirantes que, repito, parecía más un simple brasier que una polera.
La criatura frente a ella se ponía alerta, en posición de combate mientras la veía estirarse sin problema. Una carcajada macabra se escuchó de su parte, Yashiro apoyó una mano en su cadera y alzó una ceja incrédula.

— ¿De verdad nos consideran de la misma categoría? —preguntó, aun consciente de que aquella cosa no era capaz de responder a sus palabras. Pero una de las afiladas cuchillas que salió repentinamente de la palma de su mano fue directo hacía ella, fue lo suficientemente rápido y ladeó su cabeza hacia la izquierda, sintiendo la cuchilla rozar su piel y dejar un muy pequeño corte. Soltó un gruñido—. Te mostraré lo que es ser una maldición de grado especial —habló, haciendo un movimiento circular con su cuello y sintiendo como este tronaba sonoramente. Miró al cielo unos segundos, esperando que las nubes se corrieran para que la luz de la luna llegará directo a ellos—. Pero da lo mejor de ti, eh, no es como si quisiera abusar.

Cuando la brillante luz lunar ilumino todo el campo de rugby, una corriente eléctrica recorrió toda la espina dorsal de Yashiro, los vellos de sus brazos se erizaron, mientras que desde su cadera hasta su rostro, su torso semidesnudo, se comenzaban a asomar las marcas negras que heredó. Las líneas negras que seguían el camino de su mandíbula, sobre su nariz, en su frente, en los pómulos de su rostro, las dos líneas en sus muñecas y brazos, los círculos en ambos hombros con un punto en cada uno, dos líneas curvas segmentadas en su pecho, y dos líneas en su estómago, sobre su nuca y lo que continuaba en la parte trasera de sus hombros. Mientras que sus ojos miel verdosos se tornaban de un rojizo oscuro.

The  firstborn | Jujutsu Kaisen. (Pausada)Where stories live. Discover now